El Ph. D. y la libertad

Alberto Dahik
Guayaquil, Ecuador

Está candente la discusión en el Ecuador sobre un sensato proyecto de reforma a la Ley Orgánica de Educación Superior (LOES), presentado por la presidenta de la Asamblea Nacional, para eliminar la exigencia de que el rector de una universidad posea un título de Ph. D.

Entendamos que “Ph. D.” significa Philosophy Doctor, es decir, doctor en Filosofía. Se aplica a una persona que ha investigado un tema, que ha generado una tesis sobre ese tema, que la ha juzgado un revisor, que la ha defendido ante un jurado, y que por lo tanto, ha demostrado una vocación a la investigación, aportando algo importante a la ciencia. Sea la investigación en astrofísica, en medicina, o en literatura, la denominación Ph. D. es la misma.

Un Ph. D. es fundamentalmente un investigador, alguien capaz de aislarse, de abstraerse y concentrarse en un tema. Nos preguntamos entonces: ¿de dónde sale la ocurrencia de que un rector universitario ideal debe tener tal condición?

El rector conduce, guía a una universidad. Fija rumbo, arma equipos, integra personas para obtener resultados. Establece metas, y toma cuentas de que se cumplan. Exige a sus colaboradores, los felicita con los éxitos y los amonesta cuando no cumplen. Debe entender balances, estados de pérdidas y ganancias, mercadeo, manejo de personal, estructuras y procesos administrativos y sus controles. Debe obviamente entender también el mundo académico, la investigación, la consultoría, la pedagogía. Pero todo ese conjunto de cosas que debe entender un rector de éxito no está garantizado en un Ph. D.

Muy joven leí a los filósofos griegos y puedo decir que impactaron mi vida. Tomemos, por ejemplo, un Ph. D. que haya investigado y defendido una tesis sobre la filosofía griega y su aporte a la civilización occidental, tema ciertamente más que fascinante y profundo. Si se le presenta a dicho académico un tema de cuál debe ser el inventario óptimo de suministros de la universidad, o un tema de margen bruto de operación antes de impuestos, intereses y depreciación de la Universidad, ¿Va a entender de lo que se trata?

Imaginémonos si empresas como Apple o Microsoft, que valen juntas 20 años el valor del PIB del Ecuador (sí, no es dato equivocado, son veinte años) y que han revolucionado al mundo, hubiesen tenido la exigencia de que un Ph. D. las dirigiera, cuando ellas fueron creadas por “dropouts”: Steve Jobs y Bill Gates, quienes siendo genios se salieron de la carrera universitaria y no obtuvieron títulos académicos.

Imaginémonos si la exigencia para ser el gerente de una aerolínea fuese el ser piloto, o para administrar una empresa naviera ser capitán de barco. Muchas estuvieran quebradas.

No existe lógica alguna en esta norma de la actual LOES. Atrás de la disposición de la LOES está esa espantosa plaga que todavía asuela al Ecuador: la idea de que el Estado lo debe regular todo, controlar todo, indicarnos cómo dormir, cómo levantarnos de la cama, cómo se toma una ducha y en qué orden se sirven en el almuerzo la fruta, la sopa y el arroz con menestra. Y de otra parte, están los intereses creados de quienes estando ya inmersos en el mundo académico, y siendo PhD, saben que esa barrera de entrada limita al grupo que puede acceder a un rectorado, caso típico de los regímenes que coartan libertades y generan privilegios.

La Universidad de Guayaquil tuvo un formidable rector. León Roldós Aguilera. Abogado, no doctor en jurisprudencia, tampoco máster, ni Ph. D. Su gestión fue extraordinaria. Todo Guayaquil lo reconoció. Pues hoy, luego de que los Ph. D. han sido rectores, esa universidad hundida en una profunda crisis, ha necesitado ser intervenida, felizmente por un gran profesional. Cuando esa intervención acabe, León Roldós, con experiencia de maestro, catedrático, decano, presidente de la Junta Monetaria, vicepresidente de la República, asambleísta, y muchas otras cosas más, no podría ser nuevamente rector de la Universidad de Guayaquil. Pero otros, con mediocres antecedentes y doctorados obtenidos en universidades de medio pelo, sí podrían serlo. ¡Qué soberana ridiculez!

Estudié en una de las mejores universidades del mundo: Princeton. Hoy su presidente, que equivale a rector, no tiene Ph. D.

Pero si esta disposición es como norma general un absurdo, más lo es para aquellas universidades que no reciben dinero del Estado.

El tema no es académico. No, el tema es conceptual: ser libres o no, poder forjar una institución con base en la capacidad, o con base en normas insensatas, poder crear y engrandecer al Ecuador con la capacidad individual y la libre iniciativa o seguir siendo el país 170 entre 180 del mundo en el índice de libertad económica del Heritage Foundation y estar en el grupo llamado países represivos.

El futuro del Ecuador solo tiene una avenida: entender que una economía y una sociedad libres son la única garantía para salir de la pobreza y lograr equidad. La universidad no es excepción.

(O)

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