¿Se acaba la impunidad?

Raúl Andrade Gándara
Rochester, Estados Unidos

La combinación de denuncias, cinismo de los involucrados, clamor de todos y frustración colectiva han logrado que finalmente la justicia vaya escalando en la búsqueda de los grandes responsables del atraco del que fue víctima el Ecuador durante el régimen de AP.

Era por supuesto inverosímil que únicamente los segundones sean señalados, perseguidos e involucrados en una constante de saqueos y abusos que involucraban claramente al poder. Las últimas detenciones, avaladas por las confesiones de Martinez nos permiten mirar de frente a los ejes de la corrupción: Don Correone y Vidrio.

Por supuesto, las revelaciones de Odebrecht fueron el detonante para poder mirar hasta qué punto podían llegar las máximas autoridades del Ecuador en su afán de encubrimiento y negación de todas las pruebas que día a día se acumulaban sobre la mesa de trabajo de jueces y fiscales, no por falta de leyes, sino por exceso de temor y compromisos.

Pero la doble moral de estos siniestros personajes se volvió tan evidente que hasta sus antiguos defensores han optado por un prudente silencio. Los cómplices por supuesto siguen repitiendo la letanía sobre su inocencia y persecución política hasta que les toca el turno y emprenden vuelo hacia tierras más seguras.

En lo medular, más allá de los negocios a puerta cerrada con contratistas estatales en los que la mordida era un imperativo, resulta que el respeto a la ley era solo para el resto. Para el poder, en cambio, estaban permitidos los aportes bajo la mesa, la doble contabilidad, los aportes en sobres para las urgencias, el irrespeto a la ley electoral, prevalidos del silencio cómplice de los organismos encargados de fiscalización y control.

Otra conclusión importante es que la ley funciona cuando los encargados de hacerla cumplir no tienen compromisos con el poder. En un país tan acostumbrado a la palanca, la manipulación de la ley y la compra de conciencias, el respeto a la ley se volvió imposible en los últimos años. El poder era el primero en irrespetarla, maltratarla e imponerla en cualquier sábado, sin derecho a la defensa.

Este trago amargo fue moneda corriente en el pasado, cuando la prepotencia estuvo por encima de la convivencia civilizada. Don Correone siempre tenía la razón. Hoy constatamos que no se trataba de falta de leyes, sino de falta de gallardía para aplicarlas. El Ecuador ha despertado optimista, porque finalmente se ha dado un paso importante hacia el rescate de la moral, retenida por un grupo de aventureros cegados por la codicia y el poder.

El círculo íntimo de Don Correone está en estampida, y auguramos que sea para siempre. Sin embargo, este es apenas el inicio. Una retahíla de abusos de poder, de negociados, cuantificados en miles de millones de dólares, esperan su esclarecimiento. Los Inapapers también. La justicia debe ser para todos, o simplemente volveremos a una justicia dócil con el poder y dura con sus detractores.

Que sea el último día para los ladrones,vengan de donde vinieren y sin importar su posición pasada o actual. Que sea el primer día para una justicia independiente y respetable, para una asamblea comprometida con el País y no con los intereses de grupos. Que sea el primer día para recuperar la fe en las instituciones, sin importar quien las dirija.

El Lcdo ha emprendido un camino sin retorno. Lo apoyaremos en lo que beneficia al país, y lo glosaremos si persiste el encubrimiento. A eso aspiramos todos.

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