Los «Tres pasos de baile» de Viviana Cordero

María Rosa Jurado.

María Rosa Jurado

Guayaquil, Ecuador

La multifacética Viviana Cordero (Quito, 1964) que es dramaturga, novelista, cineasta, autora de piezas teatrales como «María Magdalena, la mujer borrada», autora de guiones de cine y directora de películas como «Un titán en el ring» y de la teleserie «El gran retorno» (1996) en coproducción con Teleamazonas, con la que ganó la estatuilla Ernesto Albán Mosquera que entrega el Municipio de Quito al mejor logro audiovisual en el año 1998, acaba de lanzar un nuevo libro titulado «Tres pasos de baile».

Terminada la lectura del libro, me quedé intrigada por la originalidad del tema y le pregunté directamente que cómo así se le había ocurrido escribir justamente sobre eso.

Viviana: «La verdad es que Jacinta surge cuando yo tengo 30 años y estoy encinta de mis mellizas. Yo había escuchado la historia de  una mujer que en los años 60, debido a que su marido había dilapidado su dinero, había tenido que poner una residencia para huéspedes y era como muy mal visto en esa época, y sobre todo porque era una mujer de sociedad, de la que se esperaba que el marido la mantenga, como era la época».

«Me pareció una historia fascinante. Después pensé que mejor sea una mujer mayor que recuerde todos sus dolores, sus amores, sus desamores, sus sueños, pero, a mí me faltaba mucha edad para entender eso,  y tuvo que pasar mucho tiempo, 24 años para que se pueda tener completa la novela, con mucha investigación, pues, yo todavía no he llegado a esa edad, pero he visto, y quería contarlo, lo duro que es envejecer, ir asumiendo situaciones … la menopausia, las arrugas… los dolores… los hijos que crecen… Quería una mujer que no se deje, que sea resiliente, que salga adelante a pesar de todo y esto es posible, muchas veces, a causa de una pequeñísima ilusión, como  en este caso, un cambio de casa, que la motiva a seguir adelante sola y a encontrarte contigo misma».

«Yo creo que Jacinta se me ocurrió porque es lo que yo quiero llegar a ser, porque es lo que yo sueño: ser una persona que encuentra felicidad  en pequeñas cosas, que se siente bien consigo misma, y que además se siente salvada por la escritura, esto es simbólico, porque  un ser humano podría encontrar una  salvación a través de cualquier actividad, pero a ella la salva el recordar, y lea salva el escribir. Y así fue surgiendo esta mujer, que de alguna manera, era mi maestra en levantarse y en encontrar pequeñas alegrías, encontrar que el sol sale, que el cielo puede ser azul, y entonces ella da sus tres pasos de baile, que es su pequeñísima emoción. Son las pequeñas, pequeñas alegrías las que hacen la vida llevadera,  y supongo que también la escribí porque soy mujer y me debo a mis historias, a nuestras historias, a nuestros dolores y a nuestras alegrías».

Viviana describe en su novela esa suerte de «edad de la inocencia» que vivimos las niñas de los sesenta, en la que nuestros padres  nos aseguraban que vendría un  hombre bueno que nos querría y cuidaría de nosotros por siempre.Y muchas despertamos de la ilusión aturdidas y apenadas de que el azul de nuestro príncipe no resistiera mucho más que un par de lavadas. De que, no sólo no cuidarían de nosotras, sino de que seríamos nosotras las que deberíamos cuidarnos de ellos.

Jacinta la protagonista, llega de enterrar a su segundo marido y se instala con un cigarrillo y una botella de Jerez «Tio Pepe» en la soledad de su comedor, donde comienza a desgranar sus recuerdos, a los que irá organizando poco a poco en un cuaderno espiral de líneas con la correspondiente foto.

Ella nos lleva a conocer la alegría de los juegos de su infancia en la hacienda donde creció, a la camaradería con la niñera manabita que le enseña a bailar, y también nos lleva a conocer las crueles injusticias de las que fue testigo, que las mujeres tenían que soportar en  esa época,  como que a su madre la obligaran a casarse a los  los 14 años.

«El ser humano por convención social, debe mostrar que está bien, aunque en realidad no lo esté», reflexiona Jacinta.

Jacinta se divorcia y se vuelve a casar y es juzgada por eso. «Jacinta fue educada por la iglesia católica, pero hay cosas que no tolera, Tiene su propia manera de ver la vida».

No es feliz en sus matrimonios, sufre toda clase de abusos y cuando se da cuenta de que está arruinada y que lo único que tiene es una casa grande, bien ubicada, decide poner una residencia de huéspedes para mantenerse y mantener a sus hijos. Sus amigas de sociedad le quitan el habla, pero con el pasar de los años muchas de ellas se disculpan y vuelven.

«Jacinta sufrió y mucho, mentira sería negarlo». Reniega de su vida y de las malas decisiones que ha tomado. Y cuando habla de Aníbal, su segundo esposo, lo hace con odio. Llora también con amargura las incomprensiones y las ingratitudes de sus hijos.

Con su protagonista, Viviana Cordero, con enorme sensibilidad, nos obliga a mirarnos en el espejo de Jacinta y a reconocernos en ella. Jacinta podría ser cualquiera de nosotras por momentos o alguna de nuestras conocidas. Jacinta es la mujer ecuatoriana retratada de cuerpo entero en la sociedad en que crecimos.

Y lo hace para que podamos vernos a cabalidad a nosotras mismas, bajo el peso de nuestros prejuicios y de nuestros temores, como las mujeres de carne y hueso que somos, con errores, con pasiones, con  temores,  con luchas, y también con remordimientos, por todas las veces en que nos hemos traicionado y boicoteado a nosotras mismas.

La contraportada del libro dice que «Tres pasos de baile» es «una novela que debe ser leída por mujeres de todas las edades...» y yo coincido con eso, por lo interesante y conmovedor del tema, por la forma amena en que está escrito y para conocer más del pasado y de porqué fuimos criadas como lo fuimos.

Pero, sobre todo, porque con él la autora nos dice, y se dice a sí misma, que sí podemos ser nosotras mismas y ser felices. Y nos dice que con una pequeña ilusión, con un recuerdo feliz, podemos iluminar nuestra vida, como le pasa a Jacinta con el recuerdo de su Francisco, con el que sueña,  pese a haberlo dejado hace mil años y pese a los  matrimonios, a los hijos, al divorcio y al tiempo, no lo olvida, con un amor tenaz como el de los tiempos del cólera, de los que parece que ya no existen, porque no se estilan,  pero, que escarbando hondo,  se los encuentra en algún rincón del alma.

Sí, todas somos esa Jacinta, que tropieza, que se equivoca, que sueña, que llora que sufre, que ama, que espera, que confía, que lucha, que reza, que tiene miedo, que tiene pena, que tiene anhelos.

Todas somos Jacinta y a pesar de eso, podemos perdonar nuestro pasado, entender nuestro presente y forjar nuestro futuro. Así como dar esos tres pasos de baile. (O)

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