Otavalo y la visa de entrada para venezolanos en Ecuador

Samuel Uzcátegui
Quito, Ecuador

En lo que fue una de las semanas donde más se ha visto reflejado el odio y el rechazo de un cierto sector de la población ecuatoriana hacia los venezolanos que residimos en el país, es necesario analizar los hechos más relevantes que causaron la ebullición de esta discusión. Empezando por la aplicación de la justicia (tortura) indígena a tres delincuentes venezolanos en la ciudad de Otavalo, sumándole el desalojo forzado a todos los extranjeros que se encontraran en comunidades aledañas al lugar de los hechos. Y finalizando con un nuevo decreto presidencial que establece que ahora los venezolanos deberán tramitar una visa para ingresar al Ecuador, cerrando oportunidades a miles de personas y añadiendo una pieza más a la odisea burocrática que es emigrar desde Venezuela hacia países del sur.

Por más que no esté de acuerdo con la aplicación de la justicia indígena, entiendo que es algo que existe, que debe respetarse y que la única razón por la que muchos celebran la aplicación de la misma es porque creen que la justicia convencional no ha sido efectiva en el país. El problema está al ver la manera en la que se entrega y se festeja la noticia de que tres venezolanos fueron ‘ajusticiados’ en Otavalo. Sí, ajusticiados, múltiples medios de comunicación utilizaron esa palabra, sabiendo perfectamente que el significado de ajusticiar es: aplicar la pena de muerte, según el diccionario de la Real Academia Española.

Con el simple uso de ese término, se satisface el sadismo y el morbo de todos aquellos que disfrutan ver el dolor de los demás, y mucho más si ese dolor es causado hacia un venezolano. Podrían haber utilizado cualquier otra palabra para describir los hechos, pero lo importante es sacar clicks a costillas del sufrimiento ajeno. En ningún lugar defiendo a los delincuentes, que asuman las consecuencias de sus actos bajo los términos que deban hacerlo, pero las reacciones a esta situación me preocupan.

Entre las reacciones, resaltan algunos que piden que traigan la justicia indígena a la capital para deshacerse de los “venecos” que vinieron a “infestar” su preciada ciudad. Otros que celebran la implementación de mecanismos para regular el ingreso de los venezolanos, a pesar de que la constitución del 2008 establece el principio de libre movilidad, pero no es importante luchar por la defensa de la constitución mientras les convenga ¿no? Otros que justifican su discurso de odio, su degradación y su aversión hacia los venezolanos bajo la falacia que establece que, desde la llegada masiva de migrantes, la delincuencia en el Ecuador ha aumentado.

No hay ningún tipo de cifra que le de base a ese tipo de comentarios. Pero, sí hay cifras para desmontarlos y descartar estos argumentos automáticamente, y son cifras del Ministerio del Interior publicadas en junio del 2019. Al hablar de la población de privados de libertad en el país, existen 342 venezolanos privados de libertad, tomando en cuenta la presencia de 400.000 venezolanos residiendo en el Ecuador (cifra extraoficial). En esas mismas cifras, se refleja que hay 37.160 ecuatorianos privados de libertad, con 16.300.000 (cifra extraoficial) de ecuatorianos en el país. Sacando relación de porcentajes entre privados de libertad y población de cada gentilicio, da un 0.08% de índice de criminalidad de venezolanos en el Ecuador y un 0.23% de índice de criminalidad de ecuatorianos en el Ecuador. ¿Ese cálculo significa que los ecuatorianos son más criminales que los venezolanos? En lo absoluto, pero sí funciona para demostrar que al momento de juzgar al delincuente lo que menos hay que verle es su nacionalidad, y no podemos permitir que el nombre de todo un país se manche por lo que haga una evidente minoría.

Si los venezolanos son malos, ladrones, delincuentes, ¿por qué los países que han recibido más migrantes en situaciones vulnerables como Brasil y Colombia, que tienen frontera directa con Venezuela, no han implementado mecanismos para regular su entrada? ¿O es que todos los criminales venezolanos se pusieron de acuerdo para venir a Ecuador? Es absurdo, no tiene sustento y promover la violencia hacia grupos vulnerables solo porque son venezolanos es consolidar un discurso xenófobo y buscar sistematizar delitos de odio. Por más hirientes que sean esas resoluciones para mi gente, y nos compliquen la vida privándonos de cosas tan simples como recibir la visita de un familiar, estoy consciente de que cada país puede hacer lo que deba hacer para proteger su soberanía. El problema radica, y no sé cuantas veces debo explicarlo para que se entienda, en que no es justo y nunca será justo generalizar y culpar a toda una población por los actos de un grupo de infelices.

Por más lamentable que sean estas situaciones, la implementación de una visa, gratuita, para los migrantes venezolanos que quieran legalizar su estadía en el Ecuador es un alivio para todos aquellos que llegan en situaciones de pobreza y necesitan documentarse para trabajar lo antes posible y sacar su vida adelante. Lo que querían lograr con la implementación de la visa de entrada lo lograrán, cada vez llegarán menos venezolanos a este país, y el que quiera ir hasta Argentina por tierra tendrá que tramitar visa para entrar a Ecuador, Perú y Chile. Las naciones más cercanas, con estas medidas, le cierran la puerta a los venezolanos que no tienen más opción que emigrar a países del sur, y por efecto dominó, lo más probable es que Colombia y Brasil hagan lo mismo al no poder lidiar con el creciente flujo de migrantes, dejando a todo un pueblo encerrado a su suerte en un país donde sufren diariamente la violación sistemática de sus derechos humanos.

A este punto, cada quien creerá lo que quiera creer y no sé que hicimos los venezolanos para merecer este odio y repulsión por parte de una porción de la población ecuatoriana. Intentar lograr a un punto medio de la discusión con estos personajes no vale la pena, sería un grito que nadie escucha, porque no les conviene saber la realidad, prefieren revolcarse en su ignorancia. Afortunadamente, siempre habrá personas haciendo el bien, y su apoyo es muy apreciado, pero las ganas de salir adelante se pierden cada vez más en un país donde odiar a los migrantes no es impopular, y donde el chovinismo y el patriotismo barato pesan más que el respeto y la buena convivencia entre venezolanos y ecuatorianos. Solo nos queda seguir, con la frente en alto, sin vergüenza de lo que somos y de dónde venimos, esforzándonos por que algún día llegue esa lejana utopía donde podamos vivir pacíficamente, para lograr, de una buena vez, que el odio deje de reinar en las calles de Ecuador.

 

 

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