¿A contramarcha de la historia?

Ricardo Noboa Bejarano

Guayaquil, Ecuador

“… y no se requerirá la preexistencia de una sentencia o resolución, bastará con la afirmación de la víctima ante el personal médico”.  Así decía la reforma al Art. 150 del COIP para permitir el aborto por violación.

Y seguía: “En el caso de que la víctima sea niña o adolescente, no se requerirá de autorización por parte de sus progenitores”.  En buen romance, cualquier mujer, niña, adolescente o adulta, podía abortar con su sola afirmación. Con una redacción tan laxa, que no compromete para nada a quien toma la decisión de prescindir de una vida humana, un sector de la sociedad ecuatoriana quería legalizar el tema. Ello motivó que una manifestante, violenta por supuesto,  exprese que la Asamblea no había sabido interpretar adecuadamente la historia y que le había dado la espalda.  Al respecto,  creo que valen la pena ciertas reflexiones.  

La lucha por los derechos de la mujer ha sido larga y difícil. En algunos países musulmanes sigue siendo un verdadero calvario, donde las mujeres son “objetos de segunda clase”,  sufren ablaciones, discriminación, caminan detrás de los hombres, las ocultan detrás de burkas, y de paso les prohíben el divorcio. Un infierno. Las sufragistas enfrentaron en Inglaterra, a fines del siglo XIX y comienzos del XX postergaciones y críticas acervas, pero lograron la igualdad del voto el año 1928. Rosa Parks se negó a cambiarse de asiento en 1955 para dejarle el puesto a un blanco. Ello fue un detonante para la igualdad de los derechos civiles en los Estados Unidos y no fue una lucha solamente de las mujeres: Luther King, Malcolm X y tantos otros lucharon por la igualdad de los derechos de la raza negra. Las mujeres fueron, sin duda, un elemento gravitante de aquella lucha. Y en general, los derechos de la mujer para equipararse en sociedades básicamente patriarcales han costado muchísimo. A veces hasta por la comodidad de ellas mismas. Simone de Beauvoir decía: “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”.

Muchas luchadoras feministas fueron ubicando la lucha por sus conquistas en el marco de las relaciones de poder: los enemigos son los hombres. Al menos los hombres antediluvianos que siguen impidiendo la igualdad de derechos y la independencia de la mujer. Y en el marco de la lucha por el equilibrio del poder se consiguió en varios países intercalar en las listas de diputados a una mujer y a un hombre, sin importar si unos u otros están suficientemente preparados. Y si el Alcalde es hombre, la vicealcaldesa debe ser mujer, o viceversa.  De ahí que con el tiempo, esto se ha trasformado en una competencia. Y tal vez las mujeres tengan razón: si no es así, la sociedad seguirá siendo machista, y los hombres siempre serán los protagonistas principales de estas películas, teniendo los primeros créditos.

Dentro de la lucha por la igualdad de derechos, ahora se discuten los derechos reproductivos y el dominio que la mujer debe tener de su propio cuerpo. ¿Es equiparable el derecho de una mujer a sufragar o a usar el mismo baño que las mujeres blancas que al derecho que tiene una mujer de abortar? ¿Son parecidos los derechos de la mujer a tener el mismo número de asambleístas que los hombres, con el derecho a disponer de una vida que no es la suya, y respecto de la cual simplemente presta el claustro porque su naturaleza le ha dado las características para gestar un bebé? O una bebé, para usar el lenguaje inclusivo que tanto gusta. 

Entonces, el debate también se forma sobre si darle a la mujer el derecho a disponer de su cuerpo al punto de disponer de un cuerpo ajeno, es parte de las grandes reivindicaciones femeninas, parecidas a las conquistas de Emmeline Pankhurst, Rosa Parks, o a las luchas de Eleanore Roosevelt o las hermanas Mirabal, asesinadas por Trujillo “en el tiempo de las mariposas”. 

Yo creo que no. Creo que son luchas distintas: suscribo y respaldo totalmente la equiparación de los derechos civiles y políticos. Respaldo la criminalización del femicidio, el endurecimiento de las penas a los violadores, la alternancia en las listas pluripersonales, y tantas otras luchas que promueven la total igualdad de los sexos. Pero hay limites que el propio cuerpo le ha puesto a las mujeres y que limitan el derecho a prescindir del otro cuerpo que se desarrolla dentro de ellas.  Sea que tenga tres u ocho meses de gestación.

Que la violación se da en las jóvenes de las clases más pobres, no cabe duda. Pero que la manera un tanto fanática en que los “pro-choice” han encarado la discusión le terminó haciendo daño a su propuesta, tampoco me cabe duda. Quieren aprobarla a como dé lugar. Por cualquier vía. Con desprecio a quienes piensan diferente. Incluso hasta pidiéndole al Presidente que vete algo que no se ha aprobado. No hay persuasión en los argumentos. No hay ni cómo argumentar que la víctima de la violación deba tener alguna participación en la investigación penal. No, eso sería someter a la mujer a un doble martirio. Eso es “banalizar” el debate. No es así.

Primero tienen que serenarse, después convencer. Y finalmente, redactar mejor. No creo que la votación signifique que el país no está comprendiendo la historia. No creo que todos los “pro-vida” tienen siempre motivaciones religiosas, que sin duda son importantes.  Habemos muchos que fuimos formados respetando “los derechos del que está por nacer” y aprendiendo que “de la época del nacimiento se colige la de la concepción”, existiendo vida desde el inicio, como nos enseñaron nuestros maestros de Derecho Civil. No. Estos temas son polémicos porque tocan fibras sensibles de la sociedad. Defender las dos vidas no es marchar de retro. Defender que se trate bien a las mascotas, o a los pajaritos enjaulados en un matrimonio y no defender la vida, sí me resulta un contrasentido. 

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