Arde Troya

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Escribo esta nota aún bajo el impacto de la artera agresión a la democracia que se ha perpetrado en distintos países. Y las similitudes son por supuesto preocupantes.

En toda sociedad, lamentablemente, existe un buen número de desadaptados, contestatarios a todo régimen establecido, que se sienten con derecho a imponer sus reglas a puntapiés,agredir a quien no comulga con su sed de venganza, por el solo hecho de existir.

En todos los grupos humanos, desde la antigüedad, han existido bajo forma de sectas, pandillas y guerrilla. La destrucción es su norte. El odio su fuerza. La revancha su meta. Están allí siempre, rebeldes ante todo tipo de intento de incorporación a la sociedad, ante todo afán de acercamiento. Son finalmente fuerzas retrógradas, incapaces de aceptar la realidad que les rodea, reacios a todo avance social, científico, tecnológico o simplemente humano. Enarbolando una bandera de lucha, pretenden subvertir el orden, cambiar las reglas y enseñorearse en el poder a través del miedo.

Siempre tienen como cómplices la ceguera de los políticos, su ambición de poder y su falta de escrúpulos. A pesar de ser una minoría, y justamente por ello, se organizan mejor, porque saben que en soledad son unos simples desbocados, pero en pandilla infunden temor.

Lo realmente preocupante, sin embargo, es la actuación de sus líderes, que disfrazan con nombres pomposos y loas a la rebelión su codicia mal entendida, su sed de perpetuarse en el poder, y su complicidad con el caos. En nombre de cualquier reivindicación, toman por asalto un país, lo atracan, lo desvalijan y reclaman disculpas para ellos. En nombre de la justicia, violan la ley, la tranquilidad y la paz ciudadana, sin ambages de ningún tipo.

Se auto denominan pacíficos, pero embisten con violencia y crueldad. Se equivocan quienes pretenden dialogar con ellos. Son reaccionarios de la más pura especie. Jamás estarán satisfechos porque no creen en un sistema que les impide prosperar en sus malas artes. Y de allí su alianza con los contrabandistas, los traficantes, los narco guerrilleros y los extremistas.

El dinero mal habido, producto de corromper conciencias y cuerpos durante décadas, es su soporte financiero. Y tienen mucho dinero. Y lo gastan a manos llenas porque saben que tienen mucho que perder. Y mucho que ganar.

Para ello buscan aliados. Gobiernos permisivos, políticos ambiciosos, países en crisis. Caldo de cultivo para lograr sus propósitos. Su imperativo es sembrar el miedo. Así allanan el camino. No tienen escrúpulos. Usan y abusan de los más débiles, porque son manipulables. Y la mayoría se siente rehén de esta minoría desencadenada. Los gobiernos reculan para evitar más daños, pero dejan ver su debilidad al mundo.

Existen soluciones por supuesto. La primera es enfrentarse al problema. Esto dejó de ser una posición política para convertirse en una cruzada de odio. Y allí está el gran peligro. Permitir la expansión de esta semilla de odio solo traerá dolor y desesperanza. Detenerla es una necesidad. Pueden aplicarles los nombres que deseen. Represión, fascismo, abuso de poder. Para la mayoría, el nombre adecuado es tranquilidad. Y eso es lo que queremos. No permitamos que arda Troya por temor. Apaguemos el incendio con fortaleza y decisión. Ese será el mejor legado para el Ecuador que conocemos.

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