¿Quién dirige la orquesta?

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

En un nuevo requiebro a la telenovela de la Patria, amaneció el cura Tuarez en manos de la Policía, por tráfico de influencias. El operativo involucra a muchas personas, muchas provincias, armas y mucho dinero. El fin es el clásico: la extorsión a los ingenuos y a los codiciosos en su afán de contraer cargos públicos que les permitan pagar la “ inversión inicial” y lograr pingües beneficios.

Llama la atención el nivel de cargos ofrecidos y los montos en juego. Se trata de una investigación independiente conducida por la Fiscalía del Guayas, según reportan los informativos. Todo muy bien. Lo que aún no se logra explicar con diligencias judiciales efectivas es por qué los personajes que Don Correone respaldó y respalda a capa y espada son los mismos que, a diario, tienen que rendir cuentas a la justicia por sus actos de corrupción.

Lo que sigue en el misterio es por qué el movimiento AP guarda silencio cuando se habla de corrupción y se incriminan a sus dirigentes y amigos. Por qué sus líderes máximos escapan permanentemente al escrutinio público a través de triquiñuelas y huidas,producto de descuidos demasiado frecuentes para ser coincidencias. Y por qué los brotes de violencia y abuso de los simpatizantes a su causa siguen impunes a más de un mes de perpretrados.

Hay evidencia de un director de orquesta en cada uno de los actos de corrupción que ha vivido el Ecuador durante los últimos años. Y también de sus cómplices, encubridores y responsables. Y sin embargo, han pasado más de dos años sin que el dedo acusador de la opinión pública reciba una contraparte en las instancias judiciales.

Estamos en el inicio de un arroz verde, podrido y nauseabundo, pero nos falta mucho aún del banquete que se sirvieron los correístas a expensas de todos. Han sido muy hábiles para descubrir y encausar, con concepto selectivo, a algunos de los responsables, pero se han cuidado mucho de atacar directamente al director de orquesta.

Para quienes hemos escuchado vivencias de ex colaboradores del infalible, queda claro su estilo obsesivo, cuestionador y prepotente hacia todos sus subordinados. Era su deseo demostrar al gran público su omnipresente estilo y su conocimiento del detalle más ínfimo de su administración. Y sin embargo, ante la lluvia de demandas, ha olvidado todo lo que lo compromete y a quienes lo incriminan.

Una verdadera industria de la corrupción se montó bajo su administración. El exceso de burocracia y la proliferación de entidades adscritas y dependientes fueron moneda corriente durante su administración y no han podido ser desarticuladas por su ex vicepresidente y actual mandatario.

Solo un prudente pero decidor silencio enmarca el tema. ¿A qué se debe que un advenedizo como Tuárez tenga el poder para llegar a un puesto de elección popular, para ser elegido presidente, defenestrado ante el repudio general, y sin embargo tener la credibilidad para ofrecer cargos de ese nivel?

¿Quién maneja los hilos de esta conspiración permanente contra los intereses del País? Resulta acaso que para mantener en silencio a las belicosas minorías que nos agreden a diario hay que ceder a sus chantajes y abusos? Seguimos caminando por caminos vecinales mientras los que «tienen carreteras» se pavonean a vista y paciencia de las autoridades. No hay negociación posible con los enemigos de la paz, la decencia y el respeto a la ley. Y mientras nos enredemos entre las ramas perderemos de vista el bosque de corruptelas que ha invadido a la cosa pública.

La paciencia se agotó hace algún tiempo. Hoy estamos llenos de hastío.

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