Miseria y grandeza de los partidos políticos

Heytel Moreno Terán

Guayaquil, Ecuador

En el libro Los partidos políticos han muerto de Mauro Torres, se dice que el partido político es el efecto de un defecto de la condición humana, que con irresistible poder tiene la tendencia a dividirse, a formar grupos divergentes. El autor remata afirmando que “la humanidad nació dividida, contrapuesta en pueblos enemigos, en oposiciones entre hombres y mujeres, entre razas, credos y clases sociales, y entre partidos políticos”.

Por suerte la historia nos enseña que siempre hay ejemplos de los que podemos aprender y ésta tiene lugar a mediados de 1985 en Chile. Luego de todo un proceso de diálogo entre democristianos, socialistas y diecinueve partidos adicionales, se logró suscribir el Acuerdo Nacional para la Transición Plena a la Democracia. El Pacto fue la partida de nacimiento para la coalición Alianza Democrática que ejecutó una política de consenso que obligaba a los líderes de los partidos a conversar sobre temas claves. Así, consiguieron derrotar a Augusto Pinochet en 1988, ganaron la presidencia al año siguiente y la mantuvieron durante dos décadas. La clase política chilena y, específicamente, sus líderes, siendo responsables con el rol que desempeñaban implementaron un due diligence (debida diligencia) que no dudaron en llamar una democracia de acuerdos.

Mientras escribo estas líneas las Naciones Unidas ubica a Chile en el puesto 42 del Índice de Desarrollo Humano (IDH), siendo la mejor ubicación de los países de la región, por lo tanto, las protestas que hoy existen en dicha nación, no empañan el IDH obtenido ni negarán que como país ha sido una de las democracias más estables y sólidas en Latinoamérica de las tres últimas décadas.

Aterrizando en nuestro país, que ocupa el puesto 85 del IDH, en reciente entrevista con una reconocida periodista de Teleamazonas -curiosamente el canal de televisión atacado e incendiado en los actos hasta ahora impunes del mes de octubre-, el principal líder de uno de los partidos políticos del Ecuador con mayor impacto a nivel nacional en las últimas décadas, cuyos dos fundadores llegaron a ser Presidentes de la República, y que desde el gobierno u oposición ha influenciado en las políticas de este país gracias a su representación en el Congreso o Asamblea Nacional, Prefecturas, Alcaldías e incluso con presencia en cargos de designación de la misma Función Ejecutiva, realizó declaraciones -sin duda calculadas al sentirse ad portas de una campaña electoral- que merecen el análisis de la sociedad.

De cara a las elecciones presidenciales que se aproximan, la periodista preguntó si existirían acuerdos que permitan un candidato único para que no exista dispersión de votos y que, como consecuencia de esa falta de consenso, se catapulte, por ejemplo, a políticos antidemocráticos a Carandolet. La entrevistadora quería saber sobre una posible política de consenso o una democracia de acuerdos. El entrevistado respondió que no habrá búsqueda de ese candidato único y dijo que “… el pueblo tiene que decidir. Las mayorías no hay que buscarlas entre candidatos, hay que buscarlas en el criterio popular” y terminó afirmando que las ciudades (como los países) progresan con autoestima, no por alianzas políticas.

El tema planteado por la periodista es válido ya que se espera que los partidos políticos cumplan su rol de guardianes de la democracia -como los denominan Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en su reciente libro titulado Cómo Mueren las Democracias– y realicen un esfuerzo conjunto por aislar y vencer el apogeo de extremistas y demagogos, asegurando medidas para que personas autoritarias permanezcan alejadas del poder. Los autores citados son categóricos y determinantes al decir que “cuando los extremistas se postulan como serios contrincantes electorales, los partidos deben forjar un frente común para derrotarlos”. Los partidos no pueden seguir actuando como una “pandilla de viejos amigos” desconectados de sus bases y de la situación del país. Si bien en condiciones regulares esta alianza sería una utopía, los líderes políticos deben mostrar su liderazgo y atreverse a articular posiciones incluso con grupos ideológicamente apartados pero determinados a salvar el orden político democrático. Esta determinación faltó en Ecuador durante la mayor bonanza petrolera de toda nuestra historia.

Comparto la opinión de que los partidos en los países libres deberían constituir controles útiles. Esperemos que los partidos políticos de Ecuador cumplan su parte proponiendo y asegurando un gobernante acorde a nuestros tiempos que nos asegure como país un mejor lugar en el próximo Índice de Desarrollo Humano y un legislativo con integrantes confiables y preparados.

Con las noticias que a diario vemos de los países en donde gobernaron integrantes del Foro de Sao Paulo (hoy Grupo de Puebla), constatamos que no es -solamente- el socialismo el que ha naufragado, la marejada ha sido tan fuerte que junto a ellos hace agua por doquier la embarcación en la que navegan los partidos políticos que debieron combatir ferozmente al socialismo del siglo XXI y no lo hicieron. Los países quedaron en situación de cuidados intensivos, mientras los partidos sobreviven y se mantienen a pesar de su fracaso.

Es nuestro deber hacer conocer a los líderes políticos que sabemos que tienen responsabilidad en el pasado que hoy pretenden componer; recordarles que la polarización extrema no nos conduce por el camino de la prosperidad que anhelamos; y, exigirles que hagan cumplir a sus respectivos partidos su función de guardarraíles o guardianes de la democracia. Esto último no significa abandonar sus principios, sino saber manejar las diferencias con el fin de hallar un terreno moral común.

Joaquín Estefanía en su libro La cara oculta de la prosperidad plantea una reflexión para la economía que hoy cabe perfectamente para el análisis de la situación que deben enfrentar los líderes políticos. Dice que es una materia que “no tiene sentido si se la aísla, y que no se entiende si no se la vincula con los problemas reales de los ciudadanos y con el ejercicio del poder. Esa es su miseria, pero también su grandeza”. Recogiendo esas palabras respecto a la economía, afirmamos que los partidos y movimientos políticos no pueden aislarse y deben entender lo que la ciudadanía quiere y el país demanda. Esperamos que estén a la altura de las circunstancias.

Más relacionadas