La batalla por Bolivia y la España bolivariana

Héctor Schamis

Washington, Estados Unidos

No paran de maldecir en la Plaza de la Revolución de La Habana. A sí mismos, desde luego, por haber dejado las cosas en manos de Evo Morales y la pandilla de incompetentes que, todavía hoy, lo acompaña. No imaginaban semejante torpeza a la hora de orquestar un fraude, tal como debería ser con un partido hegemónico que se precie de tal.

Pues lo de Bolivia fue un grosero robo a mano armada, perpetrado por amateurs lanzados a la aventura. Ello sin tener control policial ni militar y sin el apoyo de la base social—base social “natural”, pensaba la nomenclatura cubana—de Evo Morales: el MAS, los movimientos indígenas y el sindicato de trabajadores de la minería, quienes se distanciaron en el acto. De ahí que, una vez demostrado el fraude, la caída haya sido como un castillo de naipes. Nada en pie y sin un ruido.

Además, ahora tampoco les sirve a las marionetas castristas seguir insultando a Almagro y llamar a la OEA “Ministerio de Colonias” por su demoledor informe. Pues el Parlamento Europeo también reconoció dicho fraude citando, precisamente, la auditoria de la OEA. Y lo propio hizo el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell. El canciller de Pedro Sánchez cae entonces en la vereda opuesta a la del próximo gobierno de Pedro Sánchez. Una deliciosa paella que habremos de degustar a su tiempo.

Entre las marionetas está el gobierno de Argentina. La figura del canciller está desdibujada desde antes de comenzar. Por su falta de conocimiento de las relaciones internacionales y porque la política exterior la formula la Vicepresidente. Previa consulta con La Habana, claro está, donde pasó el año nuevo acompañando a su hija, quien vive allí un poco como paciente de Climeq, hospital de la elite del partido y sus amigos, y otro poco como prófuga por una causa de lavado.

No es noticia que la hospitalidad del castrismo nunca fue gratis. El canje por alojar a Evo Morales en Buenos Aires no es exactamente por la tarifa hotelera. Y qué casualidad, apenas concluyó la visita de Cristina Kirchner a La Habana, el presidente Fernández anunció que apoyará a María Fernanda Espinosa para enfrentar a Almagro en la OEA. “Ministerio de Colonias”, pero no de Washington precisamente.

Perdón por la digresión. Ocurre que la tenían tranquila los cubanos hasta el fiasco de Bolivia, con Ortega-Murillo igual de resilientes, la oposición venezolana en la cohabitación acostumbrada, y Evo en un recorrido predecible para reelegirse. El “cordón sanitario” estaba sólido pero de repente cayó una ficha, la menos pensada, poniendo a todo el andamiaje de poder castro-bolivariano en estado de alerta. De ahí Bolivia como la madre de todas las batallas.

Lo cual se confirma por los recientes eventos en la embajada de México en La Paz, de donde saltó un gran enjambre de culebras políticas, judiciales y diplomáticas. Pues resulta que en dicha embajada “residen”, subrayo comillas, una decena de integrantes de aquella pandilla de incompetentes. Entre ellos Juan Ramón Quintana y Héctor Arce, exministros de la Presidencia y de Justicia respectivamente. Quintana había ocupado el mismo cargo entre 2012 y 2017, y además fue embajador en Cuba entre 2017 y enero de 2019, tómese nota.

Dos ministros claves de Evo Morales, los mencionados ahora le deben su súbita fama internacional al gobierno de Pedro Sánchez. Ello por la operación ilegal de cuatro funcionarios del Grupo Especial de Operaciones de España, quienes encapuchados y armados—y habiendo ingresado a Bolivia pocos días antes con pasaportes falsos—trataron de irrumpir junto a la Encargada de Negocios de su país en la residencia de la Embajadora de México. El gobierno español informó que se trataba de una “visita de cortesía”.

La cortesía, frustrada por la policía boliviana, en todo caso era tal para con los exministros, denunciados por lavado, narcotráfico y financiamiento de grupos ideológicamente afines en España, entre otros cargos. Es decir, a todas luces, una operación planeada como un rescate de quienes podrían incriminar a Podemos, a punto de ser gobierno el 7 de enero.

La conexión “orgánica” de Podemos (un poco de Gramsci así lo entienden mejor) con el castro-bolivarianismo está documentada sobradamente. En diciembre pasado, un juzgado de Madrid dictaminó que Pablo Iglesias recibió un depósito de 272 mil dólares del gobierno de Maduro en una cuenta bancaria a su nombre radicada en San Vicente y las Granadinas, en concepto de “asesorías para el desarrollo social”. La recepción de dicha suma ocurrió dos meses después de la fundación del partido Podemos, en 2014.

Se trata de la punta del iceberg. En 2016 Rafael Isea, ex ministro de Finanzas de Venezuela, ya había declarado ante la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de España que Chávez pagó siete millones de euros a la Fundación Podemos. Pues algunos de esos pagos habrían pasado por Bolivia y Quintana habría estado involucrado en el trámite. Desde cualquier punto geográfico, cuando se tira del hilo bolivariano rápidamente se llega a Caracas y La Habana, esperemos que no sea también Madrid. A propósito, San Vicente y las Granadinas, paraíso fiscal caribeño, es un fiel cliente de Petrocaribe y ALBA.

Bolivia también es una batalla para México, por ende. Como ya ocurrió con Evo Morales, el hospedaje e intento de rescate de funcionarios bolivianos tiene sentido si es que, como se ha denunciado, además Quintana maneja información sobre el envío de cocaína desde El Chapare a los carteles mexicanos. Al respecto, México acaba de concluir su año más violento en los últimos 90, pero recuérdese que su presidente liberó al hijo de Chapo Guzmán.

Todo esto cae en un momento por demás delicado a ambos lados del Atlántico. La alianza del proyecto castrista de partido único con la narco-dictadura venezolana se basa en el intercambio de recursos materiales por información e inteligencia, evitar otro Periodo Especial de penuria en la Isla y estabilizar al régimen. La batalla de Bolivia es por efecto de demostración, mucho peor sería la caída de Maduro. Con lo cual, la transición boliviana es también un test de litmus de la viabilidad democrática del continente.

Para España la amenaza es doble. De formarse gobierno con Pablo Iglesias como Vicepresidente, una serie de peligros avanzarían sobre la democracia constitucional española. Ocurre que el PSOE de Sánchez también ha pactado con Esquerra Republicana, el independentismo catalán. Resulta inverosímil, Pedro Sánchez forma gobierno con fuerzas que ponen explícitamente en riesgo la fuente de la legitimidad que lo puso allí en primer lugar: la vigencia de la Constitución de 1978 y la integridad del Estado español.

No es casual entonces que algunos lo acusen de traicionar al PSOE de Felipe González. Se parecería mucho a los típicos autogolpes latinoamericanos: llegar al poder bajo un cierto ordenamiento constitucional y una vez allí, destrozarlo. Así lo han hecho Fujimori, Chávez, Correa, Evo Morales y otros. En defensa de estos últimos, sin embargo, debe reconocerse que al menos jamás han puesto en riesgo la unidad del Estado.

España con un Vicepresidente bolivariano dilatará aún más la democratización de Venezuela. Es llamativo, en este sentido, el silencio de Juan Guaidó y la Asamblea Nacional ante lo sucedido en La Paz y la divulgación judicial de los estrechos lazos de Podemos con el chavismo y con Evo Morales. Ocurre que Leopoldo López, líder de Voluntad Popular, el partido de Guaidó, es huésped de la Embajada de España en Caracas.

Es decir, a partir del 7 de enero será huésped, y Venezuela rehén, de Pablo Iglesias. La tan repetida secuencia “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres” habrá partido de Venezuela. La buena noticia es que en el camino la encontraron los bolivianos y la pusieron en práctica con gran éxito. El 3 de mayo darán el tercer paso: ese día habrá elecciones libres, justas y transparentes.

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