Piedra de toque

Heytel Moreno Terán

Guayaquil, Ecuador

Así denominó Mario Vargas Llosa a una columna del diario El País, de Madrid, que se publicaba entre el año 1992 y el 2000, que están recopiladas en los libros Desafíos a la Libertad y Lenguaje de la Pasión, de los años 1994 y 2001, respectivamente. Son publicaciones con su propio estilo, cuyo contenido nos lleva a la reflexión, tema que ahora me viene a la mente al ver tantas noticias y comentarios sin mensaje alguno.

En Ecuador tenemos columnas semanales que son dignas de analizar y recopilar, pero sobre todo fáciles de leer, con textos que invitan a continuar la lectura y de alguna forma nos dan luces sobre el camino que se debe seguir si queremos profundizar más en la temática desarrollada; pero, asimismo, tenemos un buen porcentaje de contenido generado por la clase política que nos ha gobernado y pretende continuar gobernando, sin importar estar presente o ausente en el Palacio de Carondelet, ya que lo que realmente les importa son los pactos políticos con los que cogobiernan desde cualquier lugar del país -o del mundo-.

Junto a esos rostros de conocidos políticos populistas, sin importar que sean de izquierda o de derecha, aparecen en escena una legión de valientes personajes (léase horda) que, desde la comodidad o clandestinidad del teclado de su laptop o celular, generan toda clase de oraciones, pero sin aporte alguno y, lo que es peor, sin contenido decente en muchos casos.  Lo anterior nos lleva a uno de los principales problemas que enfrentamos: El contenido ya no importa, lo que importa es escribir, aunque no exista mensaje alguno en el texto.

Antes, las personas se preocupaban por escribir bien, lo hacían cuidando que el contenido de su mensaje sea digno de leer. Ahora, la moda es escribir cualquier cosa mediática que obtenga likes, retweets y cuyo tema se convierta en tendencia, sin importar lo que suceda con aquellas cuestiones que realmente afectan a toda la sociedad. Tema aparte y más preocupante es la ortografía.

Al encontrarnos frente al teclado, sin duda a algunos le sucede lo mismo que al autor de la Piedra de Toque, cuando dijo que escribía “con dificultad, pero con inmenso placer, tratando de no olvidar la sentencia de Raimundo Lida: Los adjetivos se han hecho para no usarlos”. Y sí, de seguro la mayoría de los que todavía reclamamos contenido en los mensajes de nuestra clase política y de los distintos actores sociales, estamos de acuerdo en que ciertos actores podrían merecer algunos adjetivos calificativos -y hasta despectivos-; pero, tenemos que procurar mantener la compostura y recordar aquella célebre sentencia de Raimundo Lida y no caer en provocación alguna. Debemos dar ejemplo de que el trato con educación es posible.

Este dilema, me refiero al de la utilización o no de adjetivos, es debido a que los actores políticos no toman decisiones pensando en función del país, ni buscan beneficios a mediano o largo plazo, únicamente logran resultados inmediatos en razón de sus intereses. Ellos deben recordar que la responsabilidad y la veracidad son cuestiones que deberían ser la esencia misma de todo aquel que ose representar a la ciudadanía y, por ende, sus mensajes y acciones -además de un contenido importante-, deberían tener coherencia.  Al respecto, en la Piedra de Toque se recuerda que “pese a los indudables riesgos que implica para un político no mentir, y actuar como lo hizo Churchill -ofreciendo sangre, sudor y lágrimas a quienes lo habían llamado a gobernar-, los beneficios serán siempre mayores, a mediano y largo plazo, para la supervivencia y regeneración del sistema democrático”.

En vez de excitarnos por ganar likes y activar nuestras redes sociales, deberíamos aspirar a sentir que a través de nuestros comentarios cumplimos con el deber de opinar responsablemente en temas que atañen a la sociedad. Nuestros mensajes deben tener contenido para reflexionar y convertirse en esa piedra de toque que obligue a nuestra clase política a actuar en función de país.

Jamás debemos olvidar que las palabras son armas, idea que inmortalizó a Jean Paul Sartre, aunque para muchos haya sido el filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset el pensador en lengua española que mejor expuso y aplicó aquel pensamiento en sus textos. Sigamos su ejemplo.

Más relacionadas