España chavista

Héctor Schamis.

Héctor E. Schamis

Washington, Estados Unidos

La España de la transición no fue una época de prosperidad. Por ello, los Pactos de La Moncloa fueron más que un arreglo entre elites políticas. También abordaron la inflación, el desempleo, la seguridad social y la tributación regresiva de entonces. Es decir, se trató de un pacto social. El país estable, democrático, rico y finalmente europeo no existió antes de los noventa.

Buena parte de aquella bonanza, sin embargo, se basó en un boom de bienes raíces. Efecto riqueza, burbujas y otros conceptos, son periodos de expansión económica basados en el sobre-endeudamiento, una prosperidad efímera por definición. Cuando estas burbujas estallan, como sucedió en 2007, la crisis del sistema bancario es ineludible. Una vez que el valor de los activos es menor a la cartera de deuda, las hipotecas impagas se multiplican. Y con ello la caída de precios.

El mercado rebotó vigorosamente en los últimos cuatro años, especialmente en Madrid. A fines de 2019 los precios en los puntos más exclusivos llegaron a estar un 53% por encima del piso de 2012, resultado de una robusta demanda. Si bien en la ciudad en su conjunto solo un 6% de las adquisiciones han sido realizadas por extranjeros, esa proporción llega al 50% cuando se trata de las propiedades más caras. La mayoría son latinoamericanos.

Y la mayoría de esa mayoría son venezolanos. Unos llegan con dineros legítimos, protegiéndose de la hiperinflación y la continua destrucción de activos. Otros llegan con dineros mal habidos, escapando de las sanciones, o sea, el congelamiento de cuentas y propiedades de los jerarcas, de los amigos y socios del régimen, y de los contratistas como los llamados “bolichicos”. En definitiva, Miami ha transferido recursos a Madrid por cuantiosas sumas.

España está obligada a controlar el ingreso de dichos flujos financieros en virtud de leyes anti-lavado y sanciones de la Unión Europea a la nomenclatura chavista. Pero no obstante allí están varios exfuncionarios y los familiares de los actuales, vistos con frecuencia en restaurants de nombre y en famosas tiendas. Los teléfonos de los exiliados dan cuenta periódica de ello en forma de video.

Así es como los venezolanos se hallan entre los principales solicitantes de la “visa dorada” de España, programa que otorga residencia a extranjeros que compren una propiedad de medio millón de Euros o más, medida instaurada en 2013 justamente para acelerar la recuperación de la economía.

Si, como indicó Rafael Ramírez, ex ministro de Petróleo y Minería y ex presidente de PDVSA, “se perdieron” unos 700 mil millones de dólares (700 billones, en inglés), eso da una idea de las múltiples oportunidades de inversión que España ha ofrecido. Para tener claro la magnitud del saqueo, el PIB de Venezuela de 2019 se calcula en 70 mil millones. Sí, leyó bien, se robaron diez productos de hoy.

Agréguese el hecho que desde el 7 de enero gobierna una coalición amiga del chavismo. “Amiga” por usar un término inocuo pues, en realidad, uno de los socios de dicha coalición, Podemos, es cliente del chavismo desde sus orígenes. Sorprende solo a medias, entonces, los bochornos migratorios, las declaraciones inconcebibles, las decisiones de política exterior inadmisibles y las penosas acrobacias discursivas.

No sorprenden los negocios ilícitos que también comprenden al PSOE, para que no crean que en esta columna hay favoritismo con Podemos. Raúl Morodo, por ejemplo, embajador en Caracas durante el gobierno de Zapatero, desvió 38 millones de dólares de PDVSA, lavados por medio de contratos ficticios e ingresados a España con transferencias desde Suiza y Panamá, para la compra de inmuebles, precisamente. Esto según un reporte reciente de la Fiscalía Anticorrupción de España.

A ello se suman las historias del financiamiento de Podemos. Las platas que salieron directamente de Caracas y desde los tiempos de Chávez, y luego las denuncias formuladas en Bolivia, según las cuales el gobierno de Evo Morales actuaba como agente de pago. Ahora se investiga un pago del gobierno de Rafael Correa a un supuesto centro de investigación dirigido por Iglesias y otros dirigentes de su partido. Comienza a quedar establecido que la canalización de pagos de Venezuela a través de terceros era uno de los modus operandi.

Por ello es que el episodio Delcy Rodríguez sigue contaminando la vida política española y exponiendo al gobierno de Pedro Sánchez. De aquel avión que la llevó a Barajas el pasado 20 de enero quedaron 40 maletas, luego recogidos por un vehículo de la embajada venezolana que salió del aeropuerto sin pasar ningún control de seguridad. Es la ruta del oro, dicen los informados.

Así es como la Vicepresidenta primera, Carmen Calvo, hecha mano de un script encubridor, “Venezuela no le importa a nadie, es un combate inútil promovido por la derecha”, confirmado de manera coordinada por el propio Nicolás Maduro, “El gobierno de España forma parte de los países amigos”.

Encubrimiento necesario para mantener la propia integridad de un gobierno de apenas semanas pero corroído por la corrupción profunda del chavismo, todo ello mientras la prensa obsecuente es cada vez menos prensa y mas órgano de difusión. Todos saben quienes son.

“La estructura económica de la sociedad es la base real sobre la cual se alza una superestructura jurídica y política”, escribió Marx en su “Contribución a la Crítica de la Economía Política”. Es una buena descripción de esta España: el negocio inmobiliario, las platas turbias y la peculiar arquitectura de poder que las redes chavistas han erigido sobre dicha base económica.

Marx interpretaba el funcionamiento del capitalismo. Los marxistas españoles socios del chavismo lo entendieron, pero para aprovecharse y lucrar por medio de ilícitos. Es que, como también dijo Marx, “no es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino al contrario, su ser social es el que determina su conciencia”.

Es un oportuno marco analítico. En la base están los negocios corruptos. En la superestructura yace el aparato político y discursivo con el cual se busca racionalizar, y blanquear, la corrupción. Pues no es más que una impostada farsa ideológica. A ambos lados del Atlántico, allí está la definición de esta “izquierda”.

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