El día después

Ricardo Noboa

Guayaquil, Ecuador

Algún rato tendrá que venir. Porque esto eterno no será.  Algún rato el virus será controlado, aparecerá una vacuna, la población resistirá mejor o los casos empezarán a bajar drásticamente.  Algún rato. Y entonces todos nos volveremos a abrazar –con mas cuidado que antes, naturalmente- y brindaremos con nuestros seres queridos, familiares y amigos, por la guerra ganada al COVID 19. 

En aquel momento empezaremos a vivir otro virus: el de la recesión. Un virus que puede durar mucho mas de catorce días y que ya lo hemos empezado a experimentar.  Mucho se ha dicho que el mundo no será igual después del COVID 19.  Efectivamente, ya no lo será.  Hasta la forma de relacionarnos entre nosotros habrá cambiado después de este brote. 

Pero entonces… la economía mundial tampoco puede ser igual. Quienes manejan el mundo de las finanzas, vale decir países desarrollados y organismos multilaterales deben entender que ayudar a aliviar los efectos del virus es no solo ayudar a los países afectados sino a ellos mismos. De lo contrario, entraremos a un “default” mundial. 

No se puede simplemente renegociar una deuda emitiendo nuevos bonos a diez o quince años. El mundo necesita volver a capitalizarse.  Se requiere una emisión de bonos a cincuenta años plazo, con cinco de gracia por ejemplo, a fin de que se pueda aliviar la recesión que se viene.  Algo como lo que ocurrió con la deuda de la independencia que se terminó de pagar en cien años.   

China, tan comunista pero mejor capitalista, tiene que entenderlo. Y los Estados Unidos también.  De lo contrario, los débiles y algunos fuertes, como Italia por ejemplo, van a quebrar. Y entraremos en una depresión mucho peor que la de 1.929. 

En lo tocante al Ecuador, el “día después” debe agarrar prevenido al gobierno. Con el precio del petróleo por debajo del costo de producción y muy por debajo de lo presupuestado, la recesión nos golpeará con mas fuerza. Habrá que renegociar las condiciones del financiamiento de la enorme deuda que tenemos en condiciones de plazo, periodo de gracia y tasa como las que he mencionado. 

La fuerza mayor que vivimos en el mundo no es solamente para que los compradores de nuestros productos puedan negociar quitas y esperas, lo es en mayor grado para que los países renegocien sus deudas para aliviar la recesión que se nos viene. Es de esperar que el Gobierno central haga planteamientos de esta naturaleza a los acreedores, sin miedo a la sonrisa sarcástica que pueda venir, pues en esta ocasión el “default” no se va a ocasionar por los malos manejos de la economía sino por una circunstancia exógena de la cual el mundo no deja de hablar todos los días.

La pandemia se volverá financiera si los acreedores no lo entienden. Ahora bien, para eso se necesita que el virus de la politiquería, la vanidad, la soberbia y la estupidez no contamine a la clase política nacional, que deberá apoyar las iniciativas que se den en este sentido. Los trabajadores deben entender que el único “derecho adquirido” intangible  es el de la salud y de la subsistencia y que se necesita volver a las 44 horas semanales de trabajo, por lo menos durante un largo tiempo, vale decir cinco años.  

El Gobierno actual deberá enfrentar la transición hasta la entrega del poder el próximo año tomando las decisiones que más convengan al país y no a la popularidad del Presidente, al igual que lo ha hecho para limpiar la herencia del pasado cercano enjuiciando a quien se deba por mas “aceptación” que tenga. Hay oportunidades en las crisis y el mundo debe aprender de ella. Una vez terminada no podemos volver a la rutina como si no hubiese pasado nada. Las cosas deben dar un vuelco. Y buena parte de ese vuelco es evitando que la recesión mundial se convierta en una pandemia mas terrible que el coronavirus.

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