¡Hagamos algo!

Alberto Molina

Alberto Molina

Guayaquil, Ecuador

Hay que hacer algo, eso repetimos permanentemente en las tertulias familiares, de amigos, en grupos de reflexión y de análisis político; desgraciadamente cada uno damos nuestra opinión, pero no llegamos a nada; somos buenos para opinar de lo que sabemos y de lo que no sabemos, para utilizar las redes sociales y para repetir, sin contrastar, ni verificar lo que leemos, sea verdad o no.

No hay liderazgo. Los partidos políticos son simplemente maquinarias electoreras, que se ponen a punto para las elecciones, con su respectivo dueño que decide quienes deben ser los candidatos, dependiendo de la simpatía del dueño del partido  y la capacidad real del posible candidato para atraer los votos: no importa que sea artista, deportista; su formación política, idoneidad intelectual, ética y moral; si tiene dinero, mejor.

El Ejecutivo (si bien es cierto, “su mérito” ha sido que nos “liberó” de esa amenaza, convertido en fantasma, llamado Rafael Correa) no ha demostrado la voluntad política para librarnos de los correistas conversos, mimetizados y camuflados en las esferas importantes del Estado; más bien los recicla.

Del Legislativo, ni que hablar. Se considera que esta Asamblea, con las excepciones de la respectiva regla, es la más mediocre, al menos, del periodo democrático. Nunca un Congreso, Cámara de Representantes o Asamblea ha tenido la simpatía popular, pero esta Asamblea se lleva la medalla de oro; ha hecho todos los méritos para que la ciudadanía la rechace.

De la Función Judicial, los gobiernos siempre han querido cooptarla, pero el de Correa ha sido el más descarado. Los jueces aterrorizados cumplían fielmente lo que Correa a través de Alexis Mera, ordenaba, seguro de contar con absoluta impunidad, incluso daba órdenes por escrito. Por desgracia hay desconfianza en la justicia de nuestro país.

Las organizaciones y gremios de trabajadores, de estudiantes, de los poderosos sindicados del transporte, educadores, de la burocracia, etc. muchas de estas organizaciones ancladas en el pasado, no ayudan a encontrar soluciones valederas para avanzar como país, debemos recordar, que es importante exigir a los gobiernos que cumplan con sus responsabilidades, al menos, las que ofrecieron en las campañas electorales, pero también es importante exigirnos como ciudadanos cumplir con nuestras obligaciones.

Debilitada nuestra institucionalidad, con falta de liderazgo, no solo del gobierno, si no también huérfanos de líderes, caemos en los tutelaje, ahora de las organizaciones de los indígenas, cuyos líderes se encuentran encumbrados (envalentonados) en su supuesta «victoria» y creen que deben imponer, de acuerdo a su particular criterio y cosmovisión, el rumbo que tiene que tomar el país. Los indígenas son apenas una minoría, respetable por cierto, que tiene su espacio, pero al margen de la gran mayoría de ecuatorianos, amenazan y quieren imponer lo que piensan y deciden en sus organizaciones. Intolerable.

La corrupción rampante es cada día más descarada. Las denuncias se hacen y no pasa nada, estos corruptos no tienen un ápice de sensibilidad, siguen robando a diestra y siniestra, no importa que el país se esté cayendo en pedazos con la pandemia.

Todo esto demuestra cuán vulnerable es nuestra  institucionalidad, con una economía sin rumbo y nuestra democracia anoréxica, cada vez más débil.

A todo lo señalado, recuerdo el aforismo popular que dice: “al perro flaco le cargan las pulgas”. Hemos venido como país de tumbo en tumbo. Ahora afrontamos la inédita y terrible pandemia del coronavirus, situación a la que no estábamos preparados, una tragedia más; ésta, de gravísimas consecuencias presentes y futuras… hagamos algo.

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