Recortados

Samuel Uzcátegui

Quito, Ecuador

El gobierno ecuatoriano anunció un recorte de los presupuestos institucionales de las funciones del Estado para aligerar gastos y destinar recursos a la administración de la pandemia y la recuperación de la después de la misma. Entre esos recortes, se incluye una disminución al presupuesto destinado a la educación, atentando directamente contra el futuro del país y definiendo un antecedente peligroso, porque si se metieron con la educación, se meterán con cualquier otro campo sin escatimo alguno. Y sí, ahorrarse esa cantidad de dinero suena muy llamativo en números, pero sería ingenuo pensar solo en $98 millones de dólares y no en todos los estudiantes, docentes y empleados que van a ser recortados del sistema y las consecuencias a gran escala que esto puede tener en un país como futuro.

Hagamos un salto al pasado y miremos un modelo del que Lenín Moreno ha querido distanciarse: la Venezuela bajo el mandato del golpista Hugo Chávez. Chávez golpeó duramente la educación del país, como golpeó igualmente todo sector posible, pero su afinque con demoler el sistema educativo en Venezuela, cuando lo vio como una amenaza a su dinastía, avanzaba a pasos agigantados. Disminuía presupuestos con frecuencia y cuando se aproximaron momentos de hiperinflación, congeló todos los presupuestos en bolívares a un precio fijo, para que con cada día que pasara, la moneda se devaluara y las instituciones educativas sufrieran el golpe de ver como cada mes el dinero en sus arcas valía menos.

Todo esto hasta llegar a las condiciones de hoy, donde las instituciones sobreviven trabajando con las uñas, las cifras de estudiantes nunca volvieron a ser las mismas y los educadores mueven cielo y tierra para tratar de dar las clases por vocación mientras balancean la docencia con cualquier otro oficio, intentando subsistir.

¿Las razones detrás de esto? Que las universidades, en su amplia mayoría, eran centros de conocimiento y pensamiento dedicados a incitar una visión crítica y no cedían ante las presiones con las que Chávez quería proliferar la ignorancia con programas educativos tintados de propaganda. Por defecto, los estudiantes se convertían en líderes de su comunidad e incitaban a la protesta en contra de la dictadura. Tal fue la magnitud del movimiento, que lo que se conoce como la primera derrota electoral del chavismo reconocida por el sesgado CNE fue en el 2007, donde movimientos estudiantiles fueron quienes llevaron la tutela de la oposición y lograron la victoria del No a las reformas constitucionales que Chávez buscaba implantar, entre ellas, la de identificar a Venezuela como un Estado socialista. Esa propia generación de movimientos estudiantiles son los actuales líderes de la oposición venezolana, entre ellos, el presidente Juan Guaidó, pero eso ya es otro tema.

¿Las reglas del juego en el tema recortes durante la era Chávez y la era Moreno son completamente diferentes? Sí, pero las consecuencias en Ecuador pueden ser aún más grandes, dada la coyuntura. Cuando todo esto ocurrió Venezuela ya estaba descarrilada, era una bomba de tiempo generada por una serie de eventos desafortunados. Bajo esa administración no había salvación alguna y cualquier decisión del Ejecutivo no era más que otra raya para el tigre moribundo. Aun así, hubo consecuencias dadas por la suma de desgracias a las que se enfrentaba el país (desgracias que Ecuador lamentablemente comparte en ciertos sectores) y entre ellas, sobresalía la ausencia de oferta académica. Con los recortes universitarios las instituciones educativas perdieron prestigio, ocurrió una fuga enorme de cerebros, se desperdició talento al no darle acceso a oportunidades y la calidad de la educación disminuyó por la falta de infraestructura, la creciente deserción estudiantil y la carencia de personal docente que quisiera dar clases por ‘tres lochas’ y encontrara en la docencia un hobby muy mal remunerado.

Aquellos que vimos esa ausencia de oportunidades y tuvimos que replantear nuestra vida e iniciar estudios en otra parte también fuimos recortados. Y otros, por no tener la fortuna de retomar su educación en otra parte por motivos económicos, se quedaron con estudios a medias y sus sueños pisoteados, teniendo que reinventarse.

En la teoría, Lenin Moreno dice diferenciarse del socialismo del siglo XXI y lo usa constantemente en su discurso para hablar de cambio, pero en la praxis siguen compartiendo ciertas metodologías y prioridades en la administración de tiempos de crisis. La educación es intocable; lo dice la constitución, no yo. Y no veo una posible respuesta a como va a ser la recuperación del Ecuador post-pandemia en todos los sectores, no solo el económico, si se atenta contra el conocimiento. La solución no puede ser, como plantean algunos, disminuir el golpe a la educación con simbólicas disminuciones de sueldos y cerrando el acceso a carreras y departamentos que no se consideran “útiles”. Eso no sería más que resignarse y condenar al país al fracaso.

Se meten con uno de los pocos sectores que tiene el poder de generar un cambio tangible en la sociedad, mientras el mismo grupito de siempre, sumándole unos nuevos fichajes, siguen llenándose los bolsillos con chanchullos, sobreprecios, enchufes, diezmos, nepotismo y cualquier otra estrategia de corrupción que se les asome. Los destapes de nuevos casos de corrupción se están volviendo parte de nuestra rutina semanal y no podemos esperar mejora alguna en lo político cuando ponen trabas y disminuyen aportes que impiden que sectores de suma importancia puedan cumplir su rol.

¿Cómo esperar un cambio? Si no hay educación, existirán más personas que no sabrán tomar decisiones y caerán ante engaños de sectores malintencionados. No sabemos votar, y es imperativo aprender a hacerlo. De no hacerlo, votarán por las mismas personas, o por el mismo movimiento disfrazado de novedad, o por una alternativa sin pies ni cabeza, y nos quedaremos en ese eterno bucle de: elegir un gobierno, ver que las propuestas no funcionan, descubrir casos de corrupción, vivir tiempos de crisis, fin del mandato, volver a votar y repetir el proceso.

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