La mesa servida

Ricardo Noboa B.

Guayaquil, Ecuador

Se me ha designado Síndico de quiebra”. La frase de Camilo Ponce retumbó en los oídos de Velasco Ibarra, su gran amigo y antecesor en el poder, que prácticamente lo puso donde estaba al grito de “O yo trituro al frente o el frente me tritura a mi”.  Y Velasco trituró al Frente Democrático consiguiendo un Juan Pablo Pozo de aquella época para que Camilo sea Presidente. Pero la lealtad del ex Ministro de Gobierno, ya convertido en Presidente, duró poco. Para Velasco, Ponce fue un traidor. Regresó al poder en 1.960 y la enemistad era tal que Ponce se negó a ponerle la banda presidencial. Lo tuvo que hacer el Vicepresidente, don Francisco Illingworth Icaza. ¿Fue desleal Ponce? No, para nada. Su lealtad era con el país y no con el antecesor que le había dejado el presupuesto en ruinas.

La historia se repitió y ha sido parte de nuestra política. Arosemena Monroy tumbó a Velasco en el 61 debido a que los “enloquecidos por el dinero” manejaban los negocios de las mascarillas de la época configurando lo que se conocía como “camarillas”, las cuales, según Carlos Julio, asaltaban el país en pandilla. Y las arcas fiscales languidecían.

Más adelante, en 1.984 Febres Cordero terminaba sus cuñas publicitarias con el famoso “Cuatro años más no los aguanta nadie” refiriéndose al continuismo que significaban las candidaturas de la Democracia Popular y de la Izquierda Democrática. Posteriormente, en 1.988 Borja diría que Febres Cordero le dejó un país quebrado con un dólar oficial que valía 275 sucres cuando en la calle se lo conseguía a 500.

Después de la crisis bancaria de 1.999 nos fuimos haciendo un poco más responsables. Pero como los sucesores generalmente pertenecían a la oposición de los antecesores, no había mucho cariño entre ellos como para aceptar las condiciones en que se recibía el país. Hasta que llegó el 2017 y se produjo una sucesión entre amigos. El Presidente actual, Vicepresidente del anterior en el primer período, aceptó la nominación, aceptó la imposición del ticket para correr en binomio junto a un incómodo candidato a Vicepresidente, aceptó los balances que le presentaron y se lanzó al continuismo. Hasta que se dio cuenta.  En julio de 2017, es decir a unas cuantas semanas de asumir, el Presidente dijo: “No hay tal mesa servida. Esa es la pura verdad”. Es decir, las cuentas eran un verdadero desorden. Contestaba así unas declaraciones de Rafael Correa que, cuando Presidente, había dicho a un mes de la primera vuelta de 2017: “En lo posible vamos a dejar la mesa servida al Gobierno que venga para que pueda gobernar de mejor manera”.

Poco después de las declaraciones de julio, Moreno extremó las críticas y dijo que había recibido el país con un déficit gigantesco. Es decir, era, como dijo Ponce Enríquez, el Síndico de una quiebra.  Luego de ello el régimen dio un viraje importante en el manejo de las libertades públicas, ausentes durante los 10 años del correato, le dio independencia a la Función Judicial e inició una reinstitucionalización del país a través de la consulta popular de 2018 eliminando la reelección indefinida y reestructurando el Consejo de Participación Ciudadana. El país vio con buenos ojos estos cambios y le extendió la confianza al Presidente, que había llegado al poder de la mano de Correa y luego de unas elecciones que merecieron la condecoración al Presidente del CNE por servicios prestados.

Ahora, hemos ya llegado al último año de gobierno. Y el Presidente debe entregar el poder el subsiguiente 24 de mayo. ¿Cómo lo hará? ¿Dejará la mesa servida, que es lo que por responsabilidad debe hacer un buen gobernante, o dejará la economía caotizada como se la dejaron a él? ¿Se obtendrán recursos frescos en buenas cantidades de los organismos internacionales, se le hará un “hair cut”  (como dicen los gringos) a la deuda externa, que hoy se cotiza al 30% o menos de su valor nominal? ¿Se eliminarán los subsidios indiscriminados a los combustibles, haciendo una focalización adecuada? ¿Se eliminarán instituciones inútiles y se reducirán los salarios de la burocracia? Si lo hace, quedará como un gobernante serio, aunque se afecte su popularidad transitoriamente. Si no lo hace, habrá hecho exactamente lo mismo que su antecesor. Aquel antecesor que está enjuiciado por graves delitos y que la única mesa que dejó servida fue la de las cuentas de sus acólitos.

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