¿Qué fue del veto?

Eduardo Carmigniani

Guayaquil, Ecuador

El correo de brujas indica que Carondelet sigue analizando las objeciones a plantear al proyecto urgente de ley “humanitaria”, aprobado por la Asamblea el pasado 16 de mayo. El problema es que lo de “urgente” parece ser solo apodo, por la calma chicha con la que se está tomando el asunto. Tiene tres semanas ya en sus manos el documento, y pareciera no haber mayor apremio en culminar el trámite. Si a eso se suma que la Asamblea tiene a su vez 30 días más para pronunciarse sobre las objeciones presidenciales, claro está que cualquier ley llegará a publicarse recién en julio.

Y hasta tanto seguimos en ascuas. No podemos saber cuáles van a ser finalmente las nuevas reglas del juego para alcanzar los “acuerdos cooperativos” entre acreedores y deudores que permitan mantener vivo el tejido empresarial y por ende sostener el empleo, según dice el constante mensaje de los asesores gubernamentales.

Veamos por ejemplo el tema de las deudas bancarias. El art. 12 del proyecto aprobado por la Asamblea claramente establece que la reprogramación de obligaciones bancarias sería voluntaria para las instituciones financieras. Su cuarto párrafo dice que se aplicará “por iniciativa de las propias entidades o en acuerdo con sus clientes”. Y luego agrega -para que no quede duda de la necesidad de la aceptación del banco- que se beneficiarán los clientes “que lo hubieren solicitado y cuya solicitud hubiera sido aceptada por las entidades”. Ese texto no deja espacio para la duda. La reprogramación de deudas bancarias no sería automática y menos obligatoria. Procedería solo previo un análisis caso a caso entre las partes (el susodicho “acuerdo cooperativo”).

Pero resulta que a la fecha no sabemos si ese texto finalmente será ley. No hay cómo organizarse. Agréguese a eso que, sobre la materia de la reprogramación bancaria, hasta disputas públicas entre autoridades de regulación y supervisión financiera están produciéndose ya, sobre el alcance de la normativa reglamentaria hoy vigente.

Todo esto genera caos. No parece haber plan. Salvo que el real plan sea no tenerlo.

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