J.K. Rowling y los horrocruxes del populismo

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

«Juro solemnemente que mis intenciones nos son buenas»

Harry Potter y el prisionero de Azkaban

La aclamada autora de la saga de Harry Potter ha sido una de las mujeres más poderosas de la industria de la literatura y el cine. Su saga fantástica de aquel joven mago se volvió tan vendida que muchos han llegado a compararla con el éxito que en su tiempo tuvo su compatriota Agatha Christie (en tanto a volumen de ventas y peso narrativo.) Hércules Poirot marcó un antes y un después en la literatura policíaca (tanto que The New York Times hizo un homenaje póstumo tras la muerte del detective belga), así mismo Harry Potter cambió la industria editorial para siempre.

Este mérito, descaradamente se lo pretende dar al actor Daniel Radcliffe, únicamente por una postura nada argumentada en contra de la afamada narradora inglesa J.K. Rowling. La escritora  en su cuenta de Twitter hizo referencia a un artículo llamado Creando un mundo post-covid-19 más igualitario para la gente que menstrúa. Según los minoritarios esto es una “transfobia” (palabra añadida al diccionario de la posmodernidad carente de sentido alguno).

En realidad, estos sectores sociales han mostrado, una vez más, haberse transformado en un engendro. Esta sociedad alterna que busca “luchar contra los estereotipos”, realmente los defiende a capa y espada. Mostrando siempre el lado más femenino del masculino pero nunca a ese homosexual empresario, médico, abogado, policía o periodista. Sino solo al oprimido, al incomprendido, el vengativo y al que nunca le va bien en la vida. Han hecho que todo parezca una tragedia griega por el mero hecho de hacerse notar.  Muy en las entrañas de ese basilisco venenoso de colmillos del tamaño de sables y lengua viperina, cuya piel multicolor y pañuelo verde se ondea alrededor del cuello, está un actor que sin Harry Potter no hubiera sido nada. La gratitud es uno de los valores, así como muchos, más perdidos en esta época.

El pensamiento crítico es insostenible para esta mitología salida de los colectivos enfermizos que buscan crear falsos dioses para retratarlos en sus mediocres cantares de gesta. En un espejo mágico se reflejan y creen ver lo que son, pero cuando se despegan de él, se muestran como esos demoníacos seres amorfos y pestilentes que irradian violencia, caos y sinsentido. Destruyen ciudades, apedrean y corean vítores “revolucionarios” contra Dios sabe qué. Cuando se les hace notar cómo son, atacan y se vuelven una jauría de licántropos.

Lo GLBTI y lo feminista cada vez más se parece a ese otro lado. Desean ser criaturas de fantasía donde, según sus normas, pueden pretender que haya leyes que chocan con lo biológico del ser humano. Quieren ser dragones, vivir bajo las aguas del Lago Negro o en las entrañas de un cementerio. Si se desea que un hombre se embarace o que un transexual menstrúe pues quizá tenga el injerto de un hipocampo. Rowling es experta en hipogrifos, mandrágoras, sirenas, seres humanos que se transforman en tiburones o a los que les puede salir branquias. Pero ella es una mujer que separa la realidad de la maravillosa ficción de la que es autora.  

Existen, en el universo de Harry Potter, siete horrocruxes. Entender el comportamiento del hombre en un sentido intelectual y corporal actúa como el veneno del basilisco, la libertad de expresión es la  espada de Godric Gryffindor, la crítica es el fuego maligno y la conciencia es la “maldición asesina”.  En nuestro mundo se han descubierto dos: las banderas de colores y los pañuelos verdes. Ambos necesitan de un Lord Voldemort social para fortalecerse en las mentes débiles. Los posee ese ente interno que se alimenta de ellos como parásito. El hechizo para invocarlos es simple así como lo dijo Colagusano: «La libertad aplacada sin permiso, la carne del sistema arcoíris dada voluntariamente y la sangre del enemigo (el supuesto homófobo) tomada por la fuerza». Todo hierve en un caldero y al final el cuerpo del amo cobra vida de nuevo. Anteriormente, esa minoría, era como un bebé amorfo pero camina: con su cabeza calva, sin nariz y con dientes amarillos mientras grita a la sociedad racional y recta “¡ahora puedo tocarte!”.

Una esencia pútrida y maligna  camina de nuevo y los horrocruxes se vuelven su máxima e inexperta base cargada de codicia y de sed de poder. Buscan a la cultura como catapulta para carcomer las bases sólidas de las repúblicas y eso hay que impedir a toda costa. J.K. Rowling es ese Hogwarts impenetrable que se mantendrá firme ante los embrujos y los dementores: esos fantasmas que se nutren del status quo y de la moda actual. Ella sabe cómo destruirlos y no estará sola.

La clave para vencer al Lord Populismo radical  (el intocable) y a sus Magos Tenebrosos está en este pedazo de pergamino que ahora sostengo en mis manos llamado El mapa del merodeador, que es la democracia, y fue creado por Remus Lupin (Lunático), Peter Pettigrew (Colagusano), Sirius Black (Canuto), y James Potter.   

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