¡Malditos genios!

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

El mundo está plagado de esos que lograron comandar una idea, crear un invento, defender una fe, una ideología o tuvieron una sed de poder que movieron vertiginosamente el modo de percibir la realidad. Hombres y mujeres hicieron grandes cosas (en algunas ocasiones terribles, pero grandes al fin).  Allí es donde aparecen: Paltón, Sócrates, Pitágoras, Jesús, Juana de Arco, Carlo Magno, Cristóbal Colón, Nicolás Copérnico, Isaac Newton, Leonardo da Vinci, Mahatma Gandhi, Simón Bolívar, San Martín, la Madre Teresa de Calcuta, Sigmund Freud, Thomas Edison, Marie Curie, Winston Churchill, Juan Pablo II, John F. Kennedy, Martin Luther King, Margaret Thatcher y Bill Gates.

No obstante, las mismas épocas presentan a otros más escabrosos pero no menos notorios como: Herodes, Judas Iscariote, Calígula, Atila el huno, Vlad Tepes, Gengis Khan, el Fray Tomás de Torquemada, la Condesa Bathory, Edward Thatch, Napoleón Bonaparte, Jack el Destripador, John Dillinger, Al Capone, Adolf Hitler, Francisco Franco, Benito Mussolini, Mao y Fidel Castro.

La Historia del arte, la música, el cine o de la literatura no es para nada ajena a esta realidad. A Knut Hamsun (Premio Nobel de Literatura y autor de Trilogía del vagabundo, Hambre y Pan) se lo criticó por sus ideas a favor de la ideología nazi y permitió que muchos de sus amigos más cercanos fueran a parar a Auschwitz. Aún con ello, su obra está repleta de profundos temas morales y de la condición humana. Así en «Un vagabundo toca con sordina», segunda novela de Trilogía del vagabundo, se puede leer el siguiente fragmento cargado de humanismo y reproche: “pero ¡que vacío sentía a su alrededor!: ni invitados, ni piano, ni música; nada alegre, sólo pesar y vergüenza. El capitán prometió llevar la cruz, y la llevaba; pero sus fuerzas flaqueaban bajo el excesivo peso. Había entrado en su casa la desgracia, y una desgracia doméstica es más pesada que siete fardos.” (“Trilogía del Vagabundo”, Debolsillo, 2016, p. 293).

Ernest Hemingway fue un gran militante a favor de la Revolución cubana. Poco después se desencantó de la misma. Conoció a Ernesto “Che” Guevara, al que Hemingway lo tachó de un enfermizo hombre débil y cobarde. Fue el narrador norteamericano quien enseñó al Che a disparar un fusil, sentir apego por la cacería y le colmó de enseñanzas sobre la fiesta brava: las poses del toreo y los secretos detrás de la crianza detrás de del toro de lidia. Lo dejó cautivarse por los espectáculos taurinos en España y Francia. Si él viviera en este tiempo sería tachado de “brutal y salvaje” porque se va contra todo pronóstico de lo políticamente correcto. Si se deja de lado la banalidad de este punto de vista, por fortuna sus novelas no han sido censuradas aún con las temáticas que emplean, es innegable el valor literario que  posee el escritor de  Por quién doblan las campanas, Adiós a las armas, Verdes colinas de África, Fiesta y «Las nieves del Kilimanjaro».

En el barrio de Brooklyn, en Nueva York, en el año 1935 nació uno de los más grandes artistas contemporáneos. Su nombre es Allen Stewart Konigsberg, más conocido como Woody Allen. Una de sus películas más entrañables es Manhattan dirigida y protagonizada por él y al reparto se sumó Diane Keaton, Mariel Hemingway (nieta de Ernest Hemingway) y Meryl Streep. Se estrenó en 1979 y fue nominada a dos premios Óscar. Sin embargo, Allen, coronó la cima del cine con Annie Hall, Hannah y sus hermanas y Medianoche en París. Ha sido el director más nominado a los Óscares en la categoría “Mejor guion original” (16 veces) y ha sido nominado a mejor director siete veces y finalmente ganó con Annie Hall. Su prolífica carrera literaria también despegó publicando los guiones originales de sus películas, obras de teatro y relatos publicados en antologías como Cuentos sin plumas que abarca los otros libros: ¿Cómo acabar de una vez por todas con la cultura?, Sin plumas y Perfiles. Además escribió una serie de historias humorísticas en un volumen titulado Pura anarquía.

Allen volvió a la discusión y discordia tras haber sido acusado por su propia hija, Dylan Farrow, de abuso sexual. Estas declaraciones han sido desmentidas por el propio Allen y por la actriz Scarlett Johansson. Dylan (que también es hija de la actriz Mia Farrow) sostuvo que desde que era una niña sufrió abusos por parte de su padre. A esta acusación se sumó su hermano de nombre Ronan Farrow, que criticó a la editorial Hachette donde se iban a publicar sus memorias en inglés.

¿La cultura ha sido un espacio para que enfermos y degenerados logren expresarse mediante sus creaciones fílmicas, literarias o artísticas? Para nada, la cultura nada tiene que ver. Si bien Allen ha sido varias veces acusado de abuso sexual, desde por su primera mujer Harlene Rosen, él no ha dejado de crear buen cine y literatura y sus stand ups cómicos no renuncian a ser un referente para este género. Muchos críticos literarios y de cine han visto siempre estas actitudes contrapuestas a lo que llaman “equilibrio entre la estética y la moral.” Es injusto que no pueda proyectar un film en su propio país.

Pero no solo las personas han sido desprestigiadas sino instituciones como la Iglesia católica por muertes en la Inquisición y actos de pederastia (cometidos desde hacía tiempo) y la Academia Sueca, donde el galardón del Premio Nobel de Literatura se suspendió en 2018 por escándalos de abusos sexuales dentro de la entidad. Lo cierto es que los individuos y las organizaciones no pueden ser minimizados, del todo, porque también han cometido buenos actos —que en general sí han sido opacadas por sus malos miembros—, hay que sopesar las cosas. Por ejemplo, valdría recalcar el desarrollo que llevó la Iglesia a países subdesarrollados en temas de enseñanza del español y la evangelización o la gran calidad educativa, por su exigencia, que posee la congregación del Opus Dei en sus universidades, o los muchos autores que recibieron el Nobel de Literatura por su destacada trayectoria cultural y literaria. Olvidar, o buscar no hacer notorias estas acciones, es (por lo bajo) injusto.

Así mismo, no cabría censurar la magna obra de Allen por su comportamiento fuera del lugar. Sus memorias deberían ser publicadas por la editorial Hachette, así como Alianza Editorial ha decidido hacerlo en español. Hay que consumir las películas de Allen porque simple y llanamente son obras de arte, además todo ser humano tiene la libertad de crear, generar contenidos novedosos, de calidad y de ser grandes en lo que hacen. Hay que luchar contra la policía de la corrección política injerta en organizaciones nefastas. No se debe confundir acciones u opiniones con creación.  

Sí, hay que mirar a Woody Allen; leer la obra de Peter Handke (a pesar de que se lo tacha de haber apoyado a Slobodan Milošević  y sus crímenes causados en las guerras yugoslavas); es indispensable encontrarse con el misterio terrorífico de Patricia Highsmith, aunque por su constante alcoholismo le golpeaba a su pareja  (la también narradora de misterio  Marijane Meaker) o que haya dicho  que su homosexualismo, como el común de otros, era parte de los trastornos ocasionados por los vicios. Así mismo el licor mató a Edgar Allan Poe, el padre de la narración policíaca y periodista de brillantez incomparable cuyo delirium trémens se agudizó con la muerte de su mujer Virginia Clemm, su prima hermana con quien se casó siendo ésta menor de edad. Jack London era adicto y murió con sobredosis y la actividad sexual de Guy de Maupassant era tan prolífica como sus cuentos y halló el fin gracias a la sífilis. ¿Por ello son menos? ¡Para nada! Qué si Tolkien es machista, racista o que inventos más, ¡qué importa!… Se necesita comprender lo que implica El señor de los anillos por cultura general. No es necesario saber de los fetichismos extraños de Andy Warhol para admirar su obra pictórica. 

HBO ha decidido censurar Lo que el viento se llevó (serie basada en la novela de Margaret Mitchell que ganó el Pulitzer en 1937) y se lo ha hecho en base a argumentos escuetos. Hay que leer Lo que el viento se llevó porque es una de las más grandes obras literarias de todos los tiempos, así de simple. 

Algunos personajes que he nombrado se los ha tachado de locos, “enfermos”, desgastados por su entorno social, inmorales, etcétera. Sus acciones, depende como se lo mire, quizá se pueda decir que no sean justificadas. Pero el arte que han creado no puede pasarnos por el ojo tuerto que no mira por pura conveniencia, hay que consumirlos, saber de ellos, tanto de los “buenos” como de los “malos”. Simple y llanamente porque se configuran como unos malditos genios.        
 

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