Tienen razón: he atacado más a Guaidó que a Maduro

Jovel Álvarez

San José, Costa Rica

Hay una crítica que me hacen con frecuencia. De hecho, con tanta frecuencia que he tenido que hacer un alto en el camino, revisar mi trabajo y, finalmente, reconocer que he incurrido en una falta de balance en mis posiciones públicas.

Quienes dicen que ataco más a Juan Guaidó tienen razón en términos estadísticos. Me explico: es probable que si se revisan mis tuits, artículos y programas del último año se encuentren más textos de mi parte resaltando los fallos y fracasos de la oposición que los del chavismo.

Ahora bien, la Real Academia Española define los ataques como acciones con el fin de perjudicar o destruir.

No considero que mi trabajo esté orientado a destruir a Juan Guaidó, antes bien, siempre que lo he criticado ha sido con el objetivo de que rectifique su actuar. Lo ha hecho por momentos, únicamente para volver a errar.

Además, considero que la crítica por parte de quienes nos hemos atrevido a ejercerla a pesar del rechazo de sus adeptos, ha hecho que Guaidó tenga que reconocer numerosos errores y redirigir su estrategia. Desafortunadamente, nuestros esfuerzos han sido insuficientes. Las cosas siguen mal en el gobierno interino y ello parece irremediable.

Muchos lectores que me conocían por mis posiciones críticas hacia Guaidó se sorprendieron por mi repentina prudencia después de la gira internacional que el presidente interino acometió en enero. He sido claro: si le había pedido que saliera y se reuniera con Trump y no iba a criticarlo por haber hecho lo que con tanta insistencia había sugerido.

Para decir lo bueno, he estado. Para recalcar lo malo también. Mi objetivo: que Guaidó se deslastre de quienes han manchado su ruta con corrupción y cohabitación descarada.

Hoy, sin embargo, tiendo a ver a Guaidó como un factor que pierde relevancia.

Ya en el pasado me referí en una columna a los motivos por los cuales mi énfasis estaba puesto en la oposición: del chavismo nunca he esperado nada, son unos criminales y se comportan como tales. Pero de la oposición los venezolanos han esperado todo.

No obstante, a quien sienta que mi desbalance en los contenidos que genero ha sido ofensivo o perjudicial, le ofrezco una disculpa. Créanme que si hay alguien consciente del origen de todos estos males, soy yo. Hugo Chávez y su séquito de narcotraficantes han sido la peor plaga que ha visto este continente en su historia.

De hecho, ahora procuro que mi programa dominical empiece siempre denunciando las mentiras del chavismo. Eso sí, posteriormente denuncio también las mentiras de los opositores que han decidido hacerle el juego al régimen, ya sea de manera voluntaria (e interesada) o por simple estupidez.

Como periodista reconozco que el balance es importante, tanto en la información como en la opinión. Obviamente mis espacios son en su mayoría dedicados al periodismo de opinión y análisis, por lo que los criterios ahí emitidos son siempre subjetivos (como dictan las normas de este oficio).

Cuando me corresponde informar (no opinar), procuro que todas las voces tengan cabida, pero una vez se me permite interpretar, no dudo en decir lo que pienso y desmontar las mentiras públicas que emiten sin reparos los crimínales y políticos de trayectoria.

Hay un fenómeno que he aprendido a ver con detenimiento y a denunciar ampliamente -aunque con poco tacto, he de admitir-. Ese fenómeno es la propaganda.

Hay algo de lo que no podrán acusarme con respecto a mi trabajo sobre Venezuela, y es de ser propagandista. Nunca, estimado lector, he recibido un solo centavo de parte de un partido político u organización para decir lo que digo. Jamás.

Espero poder sostener este principio mi vida entera, pues así lo he aprendido de mis maestros en este oficio.

En cuanto a mis convicciones, tengan seguridad de que no acompaño proyecto político alguno ni tengo ambiciones de poder. Como saben, no tengo derecho a votar en Venezuela y al ser extranjero no puedo optar por cargos de elección popular (algo que no tengo intención de hacer ni siquiera en mi propio país).

Mi única convicción es la lucha contra la corrupción, venga de donde venga.

Gracias, estimados lectores, por acompañar mi trabajo. Sé que fallo con frecuencia, pero sepan una cosa: mi único deseo es que el chavismo caiga y todos esos criminales y sus cómplices paguen por lo que le hicieron a Venezuela.

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