Yo choleo, tú choleas, él cholea

Fernando López Milán

Quito, Ecuador

Licenciada, masterada, doctorada, Catalina Vélez, presidente del Consejo de Educación Superior (CES), no ha podido, pese a tantos estudios, liberarse de la mala costumbre del choleo.

Indio, negro, mestizo, cholo -cuyo día se celebra el 11 de octubre- son términos para referirse a una identidad étnica. No obstante, ser blanco, cholo o mestizo, igual que homosexual, heterosexual o pansexual, no es motivo de orgullo. Sí lo es, en cambio, ser honesto y amante del trabajo bien hecho, tanto si se elabora un pastel como si se levanta un muro o se escribe un libro.

Si la identidad étnica no es un motivo de orgullo, tampoco lo es de vergüenza. Sin embargo, los términos que designan las identidades pueden usarse de manera peyorativa, como en el caso de Catalina Vélez, que equipara lo cholo con el mal gusto. “¡Qué cholo que está con ese fondo blanco, Jesusito!», susurra ella, en referencia al asambleísta Jimmy Candell, mientras se tapa la boca para disimular lo que está diciendo.

En una carta de excusa, dirigida a los asambleístas y miembros de la “Subcomisión de Seguimiento a la Intervención de la Universidad de Guayaquil” y de la “Comisión de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología de la Asamblea Nacional”, afirma que, con sus expresiones, se había referido a un fondo de pantalla y no al asambleísta. “Jamás, enfatizó, podría haberlo dicho en relación a persona alguna y, menos aún, al Asambleísta Jimmy Candell, ni a ninguno de ustedes, a quienes reitero mi consideración”.

Más allá de sus excusas, queda claro que, para Catalina Vélez, lo cholo es vulgar o grosero. Por eso, niega haberse referido con ese término al asambleísta, aunque, si hacemos un análisis gramatical de sus expresiones, resulta que sí. “¡Qué cholo que está con ese fondo blanco, Jesusito!», dijo. “¿Qué o quién es o está cholo?”, preguntamos. La respuesta lógica no es el fondo blanco, sino Jimmy Candell.

El modo de decir lo que dijo y, luego, sus confusas explicaciones indican que Catalina Vélez sentía que lo que hizo era incorrecto y hasta ofensivo. Su carta de disculpas es un producto de su mala conciencia. Al parecer, ella, tan estudiada, solo puede mirar por encima del hombro a los cholos: esa gente de tan mal gusto, pero sabe, también, que en un cargo como el suyo los funcionarios deben mostrarse devotos de esa iglesia hipócrita y autoritaria de lo políticamente correcto.

El cholo y el “Jesusito” juntos develan que la presidente del CES no ha sabido desprenderse, hasta ahora, de su mentalidad de hacienda. La idea de universalidad es inherente a la educación universitaria. Una funcionaria que conserva los rezagos de un modo de pensar tan estrecho y excluyente no es la más adecuada para guiar la política de educación superior del país.

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