El ingeniero sabe

Luis Rueda

Guayaquil, Ecuador

Haciendo uso y gala del ningún espíritu patriótico que tengo, yo que no creo en chovinismos, me vestí de guayaquileño bonito e hice mi mini tour de 25 de julio para experimentar con mis propios huesos, la polémica obra, parte del conjunto llamado «Raíces de Luz Eterna«.

Choca, impacta, estremece, confronta. Coyunturalmente inapropiada es la exacta bofetada que te invita a despertar (cuando menos a reaccionar). Los cuerpos apilados, bañados en un lúgubre azul no te dejan siendo el mismo.

No es una obra altiva y lejana, de esas en las que diminuto miras hacia arriba. Esta, al contrario, es inmersiva, altanera, invasiva y definitiva. Un recordatorio de nuestra finitud y de los cimientos que representan aquellos que nos precedieron…

Pero lejos de mi impresión, me voló la cabeza la experiencia vivida… Más de una veintena de curiosos estaban agolpados alrededor de la misma. Señoras displicentes, repetían el discurso hegemónico -Es una burla para los muertos del Covid-. Otros acordaban -son los aferrados a la raíz del árbol que es nuestra ciudad-.

Uno en pleno acto de alevosía, con las fundas de las compras en las manos vociferaba -A la gente no le gusta y deberían quitarlo que eso es democracia-.

Y yo parado en el medio, directamente sobre el vidrio, me atreví a detener los parloteos, para preguntarles directamente: -¿En la vida que tenemos como guayaquileños, alguna vez vieron que una mezcla así de ciudadanos se reúna alrededor de una obra de arte a discutirla?

Todos callaron y no faltó el avivato criollo que saltó con su -el ingeniero sabe, ha de trabajar en el municipio-. Entonces algunos me empezaron a ver como el enemigo y yo en mi defensa me limité a decir la verdad -Yo soy solo un músico, y estoy como ustedes viviendo la obra…

El debate continuó y yo maravillado escuchando las explicaciones ESTÉTICAS salidas del variopinto grupo. Y soy preciso al usar esta palabra. Por uso popular, Estética la relacionamos solo con la belleza, pero, viajando por su etimología, esta deriva del latín moderno aestheticus, y éste del griego aisthētikós que significa “percepción o sensibilidad” a través de los sentidos. Que más ejercicio estético que el narrado.

Mis felicitaciones para Fabricio Valverde, su autor… pocos artistas ecuatorianos se han podido dar el lujo de que su obra genere tal tipo de interés, repudio, conflicto y debate. Para mí, este es un paso adelante para una ciudad que ha acuñado como frase consuelo, «solo nos queda Barcelona» (con perdón del poeta Artieda).

En resumen, para aquellos que ven una burla en la obra, pues burla será. Quienes se elevan a la afortunada contemplación desinteresada, pues que Kant los bendiga. Para aquellos progre-izquierdosos que ven en ella la mano negra de la extrema derecha y del fascismo les recuerdo que fue Mussolini quien dijo «Todo dentro del Estado, nada fuera del él», para que se hagan chequear los conceptos. Y mientras tanto, yo me quedo con lo expuesto, pero eso sí, después de experimentarla, de vivirla, de pararme sobre ella y tener el impacto directo.

No me permitiría, defecar un criterio solo por ver una foto de la alcaldesa sobre ella. En serio, no me perdonaría ser tan barato.

Después de haber grabado 93 canciones, de las cuales, con toda la furia tres llegaron a gozar el estatus de popular y sin que eso me haga despreciar las 90 restantes, puedo afirmar a ciencia cierta que el arte no está hecho solo para dar felicidad, y que sabiendo saborear, hay un placer gozoso en la desdicha.

El arte, como espejo de la vida, ni siquiera tiene la obligación de gustarte. Es lo que es. Y objetivamente, me atrevo a decir que todo análisis habla más del crítico que del ejecutor.

Me despido invitándolos a experimentarla, y asistidos entonces por el derecho genuino, a generar el debate. Termino estas líneas con un extracto del prólogo de «El Retrato de Dorian Gray» del gran Oscar Wilde: «Los que encuentran intenciones feas en las cosas bellas son corruptos sin encanto. Ésa es su falta. Los que encuentran intenciones bellas en las cosas bellas son los cultivados. Para éstos hay esperanza.»

Ojalá y la haya.

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Luis Rueda es cantante, músico y guitarrista de rock ecuatoriano. Formó parte del grupo de rock La Trifullka. Su texto ha sido publicado, en forma de hilo, en su cuenta de Twitter. Ha sido reproducido en este sitio con su autorización expresa.

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