Sobre censuradores, grandes personajes y falta de expertos

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

Son malos tiempos para la cultura. Las manifestaciones censuradoras se van agazapando en movimientos sociales amainados por las falsas minorías que buscan el poder a toda costa. Ante esta situación, impávidos e incrédulos yacen los llamados “periodistas culturales”. Desde las entrañas del socialismo más cruel, aquel que buscó la destrucción de cronistas como Vasili Grossman y novelistas ganadores del Premio Nobel de Literatura como Borís Pasternak y Gao Xingian, ha surgido un ejército malintencionado que ha ganado nuevamente terreno en el campo de la libertad de expresión.

El periodista es, por excelencia, un intelectual. Esta adjetivación no sólo radica en su capacidad para escribir o generar opiniones sólidas sino por el vasto nivel de cultura general que le permite guiarse a través de la bruma de la autocensura infundada por el miedo “al qué dirán”.  En estos días salió a la palestra de la coyuntura cinematográfica el caso de Johnny Depp y el de su ex pareja, la afamada actriz, Amber Head.  Su caso es muy particular porque demuestra que una persona de sexo masculino no puede ser abusada por una de sexo femenino… ¿Extraño? Para nuestra sociedad posmoderna lo es, gracias a la creación de tabús. Las secciones de cultura de los diarios no hicieron gran eco en esta situación por miedo, quizá, a desmentir la tesina feminista de que una mujer siempre será violentada por un hombre y nunca será al revés. Lo cierto es que Disney decidió desvincular a Depp de las nuevas entregas de Piratas del Caribe y en su reemplazo han decido nombrar a Margot Robbie. ¡Eso es censura y el periodista debe luchar contra ella!

Es importante nombrar este caso porque mucho redactores de las secciones dedicadas a analizar el bello mundo de las artes en varios diarios de prestigio a nivel mundial se dejaron llevar por discursillos de moda y han decido mostrar (los pocos que han decidido topar la situación del actor) a Depp como el verdadero verdugo.

El Ecuador, de forma emergente, necesita espacios mediáticos culturales de calidad que difundan al arte y la defiendan de ser mermada: es por ello que la censura gana terreno. Por un lado, la legislación debe generar en la Ley Orgánica de Comunicación la promoción de suplementos culturales en medios de comunicación y, por otro, las plumas de los analistas de cada sección especializada en estos temas deben ser en extremo capacitadas, eso debería generarse desde las academias. Mientras más expertos existan, menor será el riesgo de que ideas populistas se enquisten en las expresiones artísticas.

Los círculos literarios, y periodísticos, ecuatorianos en cada generación parecen irse desmoronando.  No existe el valor de la crítica que es lo que han sostenido los buenos libros. Así, de Demetrio Aguilera y Benjamín Carrión pasamos a la de Simón Espinosa, Alicia Yánez Cossío, Lupe Rumazo y Juan Valdano; prosiguió la de Raúl Pérez Torres, Sonia Manzano, Iván Égüez, Julio Pazos, Francisco Proaño Arandi, Simón Zavala Guzmán, Susana Cordero; posterior se abrió paso la de Oscar Vela, Gabriela Alemán, Leonardo Valencia (a la que paralelamente se dio la generación dulce enfocada en los niños conformada por Rosalía Arteaga, Mónica Varea, Edna Iturralde, María Fernanda Heredia) y el ciclo se cierra con Xavier Oquendo Troncoso. En la actualidad el poeta y editor Juan Suárez Proaño ha sido el que más ha sacado la cara por la literatura juvenil. La razón es que el trabajo de cada uno de estos exponentes por la cultura ha sido implacable y la censura no ha estado en su vocabulario. Curiosamente, algunos de los exponentes ajenos a estos nombres, acogieron ideas de moda llenas de odio e intolerancia. En el periodismo las voces de Alfonso Espinosa de los Monteros, Jorge Ortiz, Carlos Jijón, Xavier Gómez Muñoz, Mariana Velasco, Fernando Villavicencio y César Ulloa Tapia han sido muy potentes por sus opiniones argumentadas y sus profundas investigaciones. Su trabajo en pro de las libertades y la democracia está cimentado en su capacidad de análisis y crítica: un pecado mortal para los más nuevos.

Hay que ver las grandes figuras, aprender de ellas. Si la censura gana terreno hemos fracasado como sociedad. En el Ecuador hay que retomar un gran ejercicio para defender la cultura y empezar a quitarnos esa tara de que todo artista, intelectual, escritor o cineasta debe ser de izquierda… no hay peor mentira que esa.         

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