Haddad, el candidato al que parece no bastarle el respaldo de Lula

Fernando Haddad

Fernando Haddad, el político y académico que quiere llegar a la Presidencia de Brasil el próximo domingo, no logró despegar para la segunda vuelta sin la sombra del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien después de lanzarlo al vuelo tuvo que resignarse al silencio tras las rejas.

El candidato de izquierdas fue el segundo más votado en la primera vuelta presidencial, tras una intensa campaña del Partido de los Trabajadores (PT) que lo posicionó como el sucesor de Lula ante un Brasil nostálgico del gobierno del sindicalista que desde abajo llegó a la cima y revolucionó las políticas sociales y económicas del país.

No obstante, para la segunda vuelta, Haddad optó por seguir el consejo de sus estrategas -y hasta del propio Lula- de alejarse de su sombra y del peso que carga el PT por el mayor escándalo de corrupción en la historia de Brasil, que motivó el encarcelamiento del expresidente, condenado a 12 años de prisión.

Pero las cifras de las encuestas electorales son elocuentes: Haddad no avanzó y el índice de rechazo a su candidatura creció.

Con el 41 % de apoyo, Haddad se ubica a 18 puntos del polémico ultraderechista Jair Bolsonaro, que lidera la intención de voto para la segunda vuelta, con el 59 % del favoritismo. La diferencia se mantuvo durante las dos semanas posteriores a la primera vuelta, en la que Bolsonaro obtuvo el 46 % de los votos y el candidato del PT el 29 %.

Los índices de rechazo, que muestran la otra cara de la intención de voto, aumentaron para Haddad, por quien no votaría en ninguna hipótesis el 53 % de los electores, mientras que disminuyeron para el ultraderechista, rechazado por el 41 %.

Haddad formado en derecho, con una maestría en Economía y un doctorado en Filosofía, sueña con una sociedad democrática donde la justicia social y la igualdad de derechos sean prioridad, algo que contrasta con los que fomenta su opositor, un ultraderechista nostálgico de la dictadura brasileña (1964-1985), conocido por sus manifestaciones homófobas, machistas y racistas.

Para lograrlo, Haddad debe cambiar la balanza. Aunque el candidato socialista consiguió el apoyo de gran parte de la izquierda brasileña, ha sido más una alianza simbólica que efectiva.

Por eso ahora busca alcanzar el apoyo de quienes votaron por los candidatos de centro, una tarea nada fácil ya que esa franja, a pesar de ir en contra de programas dictatoriales, no quiere saber más de corrupción.

Y es que la fuerza y el carisma de Lula no brillan igual en Haddad.

El que fuera el «rockstar» de la cátedra de Ciencias Políticas en la Universidad de Sao Paulo a finales de los años 90, cuyos cupos eran rapados por los estudiantes, hoy, a sus 55 años, no despierta el mismo fanatismo en las calles donde creció el hambre y hay 13 millones de desempleados.

Haddad, seguidor de la corriente marxista y del pragmatismo de Habermas, no ha logrado aplicar la teoría en la acción para enfrentar lo que el llama «amenaza» de la ultraderecha.

El candidato del PT apuesta por su experiencia como ministro de Educación en los gobiernos de Lula, cargo con el que consiguió sacar adelante una reforma presupuestaria para el área y adelantar proyectos como el de «Universidad para todos», reconocido a nivel mundial.

Igualmente apuesta por su experiencia como alcalde de Sao Paulo (2013-2016), la ciudad más industrializada y poblada de Brasil, la que lo vio crecer impulsado por Lula y en la que ha concentrado su campaña en las dos últimas semanas.

Allí le recuerdan por la creación de una contraloría que ayudó a combatir la corrupción en las estatales, y por algunos de sus programas, como el de movilidad urbana, que llegó a considerarse visionario.

Pero eso no le alcanzó para ser reelegido como burgomaestre en 2016, cuando fue derrotado en primera vuelta el multimillonario Joao Doria y quedó en tercer lugar con un 16 % de los votos.

Sin cambios drásticos a la vista y a escasos días de la segunda vuelta, este político de familia de origen libanés y espíritu académico dispara los últimos cartuchos que le quedan para alcanzar la presidencia de Brasil. EFE

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