Droga y más droga

Alberto Molina

Alberto Molina Flores

Guayaquil, Ecuador

Uno de los flagelos que más preocupa a los países es el narcotráfico. El proceso: desde las plantaciones del arbusto de la hoja de coca, el refinamiento del alcaloide, el transporte y la distribución para el consumo, deja un reguero terrible de violencia y muerte. No hay espacio del cuerpo social en donde no se enquiste este terrible mal; gobernantes, jueces; políticos, militares, policías; hombres y mujeres de todas las edades, son tentados por narcotraficantes que manejan un arma letal y poderosa: ingentes cantidades de dinero.

Ya hace algún tiempo, la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (ONUDC) informó: «si bien este cultivo de hoja de coca sigue siendo rudimentario e incipiente, se sabe que parte de la hoja de coca producida en Colombia e inclusive en Perú es transformada en PBC (Pasta Básica de Cocaína) en territorio ecuatoriano»; además, que el “Ecuador está siendo utilizado por los carteles de la droga como centro de acopio y reexportación”.

A pesar de los controles que se hace a lo largo de las frontera norte, es en la frontera donde se genera el narcotráfico, ya que por ahí pasan los precursores químicos, pasta base; además, sale el clorhidrato de cocaína. Colombia se ha convertido en el mayor productor de cocaina, con alrededor de 900 toneladas al año.

Se han encontrado sumergibles artesanales capaces de transportar toneladas de droga; qué decir de las avionetas procedentes especialmente de México que aterrizan en las innumerables pistas clandestinas de nuestro territorio con cientos de miles de dólares para pagar a los proveedores y para abastecerse de combustible y obviamente de la droga.

Nos estamos acostumbrando a conocer a través de la prensa y “ver casi con indeferencia” la cantidad de droga que se captura  a diario y no es poca cosa, se habla de cientos de kilos, incluso de toneladas. Las advertencias sobre la amenaza del narcotráfico y otros delítos que trascienden las fronteras no son nuevos, ya en el 2006, en el Libro Blanco de la Defensa, se señaló: “En la actualidad, las amenazas a la seguridad más significativas son aquellas que se derivan del riesgo de extensión de situaciones de violencia más allá de las fronteras, con acciones de fuerza, proveniente de grupos ilegales armados; y, con diverso grado de incidencia, el narcotráfico, el tráfico ilícito de armas, el crimen organizado transnacional y el terrorismo”.

En su momento, varios mandos militares han hecho la misma advertencia, señalando la magnitud de la amenaza del narcotráfico y sus secuelas de corrupción, violencia y muerte; además, ya en 2009 el doctor Francisco Huerta, nos advertía “que estamos en riesgo de convertimos en una narco-democracia”; en 2010, la agencia alemana de noticias DW, en un reportaje publicó “que nuestro país es un foco atractivo para el lavado de dinero”. Ahora, 2020, es secreto a voces que en el país circulan anualmente más de 2 mil millones de narcodólares. Es importante prender las alertas de la UAFE y del CNE para que extremen las medidas de control en el gasto de los partidos políticos en la campaña electoral que está ad portas.

Pese a los esfuerzos de la Polícia, de Fuerzas Armadas, Aduanas, etc.,  se ha incautado gran cantidad de droga, se ha destruido laboratorios, se ha capturado sumergibles,  avionetas, etc., pero no sabemos cuánta droga sale de nuestro país hacia el exterior, cuál es la magnitud de la amenaza y cuáles son los verdaderos capos.

Sobran las razones para hacer necesarias la coordinaciones con los gobiernos de los países vecinos para luchar contra este flagelo y la ayuda, especialmente de los Estados Unidos con el equipo tecnológico necesario para el control del narcotráfico, por tierra, mar y aire; aunque la presencia de los norteamericanos en la Base de Manta no fue renovada en el 2009 en el gobierno de Correa.

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