Multitudinarias procesiones en las calles de Ecuador

Cientos de miles de fieles ecuatorianos salieron hoy a las calles en procesiones multitudinarias y coloridas para rendir tributo a Jesucristo e intentar comprender su calvario.

Sin embargo, han sido esos «toques» de sincretismo con la cosmovisión andina los que han marcado la novedad en los rituales litúrgicos del Viernes Santo.

Sin duda, las procesiones más importantes son las de Quito y Guayaquil, aunque las pintorescas que se han dado en algunas localidades han llamado también la atención de los fieles.

El puente festivo de tres días también ha sido aprovechado por miles para ir de vacaciones a los distintos destinos turísticos del país, sobre todo a las cálidas playas bañadas por el océano Pacífico.

La procesión «Jesús del Gran Poder» ha congregado en Quito a una multitud de fieles, muchos como protagonistas de la caminata de unos seis kilómetros que recorre las angostas calles de una parte del casco colonial de la ciudad.

Esta romería comienza y termina en la plaza de San Francisco, en el centro de la urbe, de donde salen cientos de cucuruchos, decenas de «cristos» y muchas «verónicas», mujeres vestidas con túnicas lilas y velos fúnebres.

Los «cristos» cargan a hombros pesadas cruces de madera que, por su volumen, a veces son muy difíciles de trasladar, por lo que necesitan ayuda de otros.

El sol que asomó vacilante en la capital también afectó a los penitentes, muchos de ellos descalzos y algunos incluso con grilletes.

Hubo hombres que se calaron alambres de púas en sus cabezas, a manera de corona de espinas, mientras otros devotos se flagelaban las espaldas con azotes de cuerdas.

Ancianos, niños, mujeres y hombres desfilaron por las calles quiteñas para abrir paso a las imágenes sagradas de la Virgen María y del Jesús del Gran Poder.

Estas imágenes, montadas en carruajes, desfilaron en medio de aplausos de los miles de curiosos que se apostaron a los lados de las vías para observar su paso.

En Guayaquil, la ciudad más poblada del país, se repitió otra multitudinaria procesión, la del «Cristo del Consuelo», seguida por cientos que se agolpaban en su camino para tratar de tocar la imagen, a la que atribuyen poderes milagrosos.

Muchos fieles, pese a la dureza del asfalto, caliente por un sol inclemente, recorrieron descalzos en penitencia o para agradecer con ese sacrificio algún «milagro» atribuido al gran crucifijo.

Este tipo de ceremonias se han repetido en otras ciudades ecuatorianas y en muchas, sobre todo en la sierra andina, las procesiones incorporan a los ritos católicos elementos de la cosmovisión indígena de los Andes.

Esto fue claro en La Merced, un pequeño poblado ubicado en un valle colindante a Quito, donde incluso aparecen diablos.

Fieles vestidos de soldados romanos flanquean la procesión en la que destacan los «turbantes» o «almas en pena», cucuruchos negros con bonetes puntiagudos que pueden llegar a medir hasta cinco metros de alto.

Los hay también blancos, que representan a las almas santas que han podido llegar al cielo tras purificarse con la palabra sagrada.

En medio de la muchedumbre aparece en la procesión de La Merced otro personaje, «el pingullero», que acompaña la romería entonando melodías fúnebres con una especie de flauta andina.

Al finalizar la romería truenan fuegos de artificio, con lo que se quiere representar a los temblores de tierra que sucedieron tras la muerte de Cristo, según la liturgia católica.

Pero con el ruido también salen personas disfrazadas de diablos que asustan a los niños y a los transeúntes.

En la noche, un grupo de hombres de la parroquia llevará la imagen de Cristo en caravana por las calles hasta llegar nuevamente a la iglesia, donde los «abanderados» efectuarán ritos militares para rendir culto al cuerpo de Jesús. EFE

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