Bolivia (AP) — Una década después de aterrizar en Bolivia y tras años de debate entre defensores y detractores, la fiesta de Halloween ha comenzado a fusionarse con personajes y leyendas andinas como la cholita encantada o zombi.
Icono de la cultura popular andina, la chola es la mujer de origen indígena que viste coloridas polleras, mantas bordadas y un coqueto sombrero hongo.
«Estábamos cansados de personajes de terror de Hollywood, ahora hemos traído nuestros propios personajes», dice Aníbal Jiménez quien ha montado un espectáculo de terror en el centro de La Paz para la noche de brujas cuyo personaje principal es la chola que busca sangre.
Dice una leyenda local que la mujer vaga por las carreteras atrayendo con su hermosura a incautos choferes solitarios que transitan en la noche.
Jiménez ha recreado esa leyenda y muchas otras con 45 actores en su Paranormal House a partir del jueves.
También están los payasos que recuerda una tragedia de 1922 cuando nueve de ellos murieron quemados en un incendio en un circo, o el cari cari, personaje rechoncho de quien se dice que extrae grasa de las personas para curar males, según explica Jiménez, un cientista político que optó por el teatro.
Su casa del terror es una casona de hace dos siglos de muros gruesos y aspecto tétrico. Fue hospital para presos de la mayor cárcel de La Paz en el siglo pasado.
Jiménez no es el único. Otras casas de terror con personajes bolivianos proliferan en las ciudades de Bolivia. Algunas se llaman «ajayowen». En idioma aymara ajayo es el alma o espíritu.
Muchas de ellas están en la ciudad de El Alto, vecina de La Paz, donde está muy arraigada la cultura aymara. Por años defensores de las tradiciones han rechazado al Halloween por ser una celebración ajena, que ingresó primero a los barrios acomodados pero ahora se ha extendido a todas las capas sociales. Ni siquiera la revolución de rescate cultural del presidente Evo Morales ha podido detener la moda.
En la cultura andina se celebra el Día de Difuntos y Todos Santos según el santoral católico. La tradición dice que las almas regresan al mediodía del 1 de noviembre para compartir con sus familiares vivos. En casa los espera una mesa con las mejores comidas que gustaban en vida.
El 2 de noviembre a la misma hora, la familia prepara una comilona para despachar a las almas, después la fiesta se traslada a los cementerios. Es una fiesta muy arraigada y respetada en Bolivia que se celebra con un feriado.
«En el Día de Difuntos no solo llegan las almas buenas, también las almas demoniacas y eso queremos rescatar», dice Jiménez.
