El Papa abre la puerta para el fin del celibato sacerdotal

Ciudad del Vaticano, 27 may (EFE).- El papa Francisco ve una «puerta abierta» en la cuestión de la reforma del celibato sacerdotal en la Iglesia Católica, una percepción que comunicó con naturalidad a la prensa a su regreso de Tierra Santa.

Bergoglio hizo una vez más una alusión a un asunto polémico a preguntas de la prensa y no mediante declaración formal, en la línea de su todavía breve pontificado y similar a otras referencias hechas en cuestiones no estrictamente vinculadas a la doctrina.

El ambiente casi informal del pasillo de un avión, con decenas de periodistas que regresaban anoche con él de un viaje histórico de tres días a la cuna del cristianismo, dio de sí para una mención breve pero significativa.

«La Iglesia Católica tiene curas casados. Católicos griegos, católicos coptos… hay en el rito oriental», recordó el papa preguntado por lo que piensa de la práctica del celibato sacerdotal en la Iglesia occidental.

Y ello «porque no se debate sobre un dogma, sino sobre una regla de vida que yo aprecio mucho y que es un don para la Iglesia», admitió Bergoglio.

La frase clave que permite conocer lo que piensa el papa argentino llegó después, cuando recordó que «al no ser un dogma de fe, siempre está la puerta abierta».

Esta posibilidad de diálogo sobre la cuestión llega después de que un grupo de mujeres la suscitara de nuevo en una reciente carta enviada al pontífice, a quien pidieron su intervención.

Fueron 26 las que firmaron una carta al papa Francisco para solicitarle una revisión de la disciplina del celibato, ya que han vivido o viven una relación sentimental con un sacerdote y querrían hacerlo sin ocultarse.

«Somos un grupo de mujeres que escribe para romper el muro del silencio y de la indiferencia con el que nos topamos cada día. Cada una de nosotras mantiene, ha mantenido o querría mantener una relación sentimental con un sacerdote», afirmaron esas mujeres en una misiva que hasta ahora no había tenido respuesta pública del Vaticano.

«El servicio a Jesús y a la comunidad sería desempeñado con mayor fuerza por un sacerdote que conjuga su sacerdocio con la vida conyugal», agregaban.

Ahora Francisco asegura que la cuestión no está en la primera línea de sus preocupaciones porque es un asunto «secundario» y que de ello no habló en su reciente viaje con el patriarca ortodoxo Bartolomé.

Asunto polémico que diferencia a la Iglesia Católica de rito latino de otras, la cuestión del celibato nunca ha dejado de ser controvertido y en ciertos momentos de la historia de la institución se ha utilizado como argumento por quienes han visto comportamientos criticables por parte del clero.

Casi consustancial a la imagen de la Iglesia que dirige el papa Francisco, el celibato eclesiástico, es decir, la renuncia al matrimonio y la promesa de castidad, es obligatorio para los sacerdotes desde el II Concilio de Letrán, en 1139.

Pero no lo es, por el contrario, en las iglesias católicas de rito oriental y la tendencia a la unidad entre todas plantea de manera recurrente uno de los aspectos que las distinguen.

Hasta ahora el papa Francisco no se había pronunciado al respecto como pontífice, lo que hace más destacada la intervención hecha por Bergoglio en un marco despojado de la formalidad de una intervención oficial o una celebración con la seriedad que caracteriza a muchos eventos de la Iglesia Católica.

Quien sí se mostró tajante sobre el papel del celibato en la Iglesia romana fue su antecesor, el papa emérito Benedicto XVI.

Ratzinger, de quien se sabe que en su juventud tuvo dudas sobre esta disciplina, llegó a defender el «valor sagrado» del celibato, aunque reconoció que no se trataba de «un dogma».

La posibilidad de una visión diferente sobre el celibato se suscitó nada más llegar Francisco a la Santa Sede, al difundirse el dato de que un adolescente Bergoglio pudo tener una novia, un caso no confirmado por él.

El propio papa sí reconoció en una entrevista que tuvo novia con 17 años, cuando entró en el seminario y una chica «le volvió loco» durante una semana. Pero zanjó: «Eran cosas de jóvenes. Hablé con mi confesor». EFE

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