«Doctor Horror», el último de los grandes criminales refugiados en Paraguay

Asunción, 31 ago (EFE).- La reciente detención en Asunción de Roger Abdelmassih, uno de los hombres más buscados en Brasil, donde está condenado a 278 años de prisión por medio centenar de violaciones, se une a otros casos de fugitivos célebres, que mantienen la imagen de Paraguay como un país refugio de criminales.

El supuesto amparo de personas en el poder, la corrupción y la endeblez de sus instituciones, en particular del sistema judicial, son factores que favorecen a los fugitivos.

«Ellos ven las debilidades del país y las aprovechan», dijo a Efe Jorge Kronawetter, Director General de Migraciones. «Para que esta gente haya entrado y se haya mantenido en el país tuvo la cooperación de alguien», añadió.

Esta semana Juan Carlos Galaverna, uno de los senadores más influyentes del Partido Colorado, en el poder, aseveró en el pleno de la Cámara que algunos congresistas, que no identificó, protegían a Abdelmassih, conocido como el «Doctor Horror».

En mayo también apareció en el país suramericano Jorge Glas Viejó, padre del vicepresidente ecuatoriano, Jorge Glas Espinel, imputado por violación por supuestamente dejar embarazada a una menor de edad que era alumna del centro educativo que dirigía.

Otro caso reciente es el sacerdote argentino Aldo Omar Vara, acusado de homicidio y torturas durante la dictadura en su país, que vivió tres años en Paraguay y nunca llegó a enfrentar a la Justicia, pues falleció el pasado junio.

No es un problema nuevo. El país suramericano fue refugio de Joseph Mengele, un médico de las SS, la unidad de élite nazi, que llevó a cabo experimentos con los presos del campo de concentración de Auschwitz. Mengele murió libre, en Brasil, tras sufrir un derrame mientras nadaba.

En 1979 el régimen militar de Alfredo Stroessner acogió al dictador nicaragüense Anastasio Somoza, derrocado por los sandinistas, quien fue asesinado en Asunción un año después.

En los últimos años también ha aumentado la presencia en Paraguay de delincuentes brasileños, en particular del Primeiro Comando da Capital (PCC), que se abastece de marihuana paraguaya y de otras drogas en su territorio, según reconocen las autoridades.

«Hay casos de personas que tienen una solicitud de extradición firme desde hace más de seis años y que no se las extradita», se lamentó Kronawetter, que lo achacó a la «chicanería jurídica», como se conoce en Paraguay a las triquiñuelas de los abogados para obstaculizar el procedimiento legal.

Para evitar esos bloqueos en el caso de Abdelmassih, la Dirección de Migraciones procedió a su expulsión inmediata a Brasil, pues no contaba con documentos para su residencia en Paraguay.

Fue el mismo proceso que siguió en el caso de Glas Viejó, que envió de vuelta a Ecuador tras comprobar que no había cumplido con los trámites migratorios en Paraguay, a donde llegó con un pasaporte alemán a su nombre y con sello de entrada de 2011.

La policía encontró a Glas Feijó por casualidad en Asunción, en un control de rutina en las inmediaciones de la estación de autobuses.

En el caso de Abdelmassih quien dio con él fue la policía federal brasileña, no las autoridades locales.

Fue detenido en un operativo llevado a cabo por la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), pese a que el caso no tenía nada que ver con el narcotráfico, y en el que la Policía Nacional de Paraguay fue dejada de lado.

La Senad coopera regularmente con los agentes federales brasileños en el combate a las drogas.

Abdelmassih vivió en Paraguay con una identidad falsa desde que huyó de Brasil en 2011.

Según la revista brasileña Veja, los investigadores creen que lo eligió por la facilidad para pagar por protección a policías y autoridades corruptas, entre otros motivos.

No tuvo problema en alquilar una mansión en la zona más exclusiva de Asunción y contaba con cuentas bancarias con las que realizaba «grandes compras» para conformar una empresa de importación de vehículos, con movimientos bancarios habituales de unos 10.000 dólares, según la Fiscalía.

Tan seguro se encontraba en Paraguay que su mujer, brasileña, usaba su nombre verdadero.

«Alguna gente se molestó porque fue tan rápida la expulsión» de Abdelmassih, reveló el Director de Migraciones. Probablemente los mismos que le protegieron durante tres años.

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