Baja flujo de venezolanos en Ecuador a 2 días de que Perú les exija pasaporte

REFERENCIA | ARCHIVO | QUITO-ECUADOR (22-08-2018) Alrededpr de 270 venezolanos provenientes de Rumichaca, albergues de Quito y el refugio imprivisado a las afueras de la terminal de Carcelen son trasladados voluntariamente en buses gestionados por el Gobierno de Pichincha hacia Rumichaca. FOTO API / JUAN DIEGO MONTENEGRO

El flujo de migrantes venezolanos en la terminal ecuatoriana de Tulcán se ha reducido considerablemente, a dos días de que Perú imponga el requisito de pasaporte a aquellos que quieran entrar en su territorio.

En el paso internacional de Rumichaca, en la frontera entre Ecuador y Colombia, la situación a lo largo de la jornada de hoy era de normalidad, con ingresos muy inferiores a los de semanas anteriores.

Fuentes de emigración confirmaron a Efe que desde la medianoche hasta primera hora de la tarde habían pasado unos 1.500, lejos del promedio diario de más de 4.000 que entraban a principios del mes de agosto.

El flujo ha mermado desde que el Gobierno ecuatoriano empezó a aplicar el pasado fin de semana la demanda de presentar pasaporte (en lugar de la Carta Andina), normativa que hoy era criticada desde Ginebra por la ACNUR y la OIM.

Ambas mostraron su «preocupación» por esa y otras medias restrictivas y, aunque reconocieron «los desafíos cada vez mayores», destacaron que sigue siendo «muy importante tener presente que cualquier nueva medida, permita a quienes necesitan protección internacional el acceso a la seguridad y que puedan solicitar asilo«.

Como muchos de sus conciudadanos, el objetivo de los emigrantes que llegaban hoy a Rumichaca era principalmente conseguir un billete de autobús a Perú, o algún transporte gratuito que los acerque a su destino antes que ese país instaure el requisito de pasaporte.

Un objetivo que para muchos es ya casi inalcanzable porque vienen con el dinero justo.

Es el caso de Johangel Sequera, quien llegó de madrugada con su esposa, tres hijos y un nieto de cinco meses.

En el lugar fueron abordados por vendedores de pasajes «directos, rápidos y económicos»; sin embargo, al no tener dinero se acomodaron en una vereda hasta decidir un nuevo rumbo.

Carolina, la hija mayor, tenía en brazos a Jacob, su hijo de cinco meses y quien, ante el rugir de los autobuses, buscaba el pecho de su madre con desesperación.

«No tengo mucha leche, es porque no he tomado líquidos«, se lamentaba mientras el niño probaba y rechazaba su pecho con un fuerte llanto.

Junto a la joven, su hermano de cuatro años dormía aun sobre las maletas, agotado del largo viaje.

Desde el otro lado de la frontera con Colombia, cada cinco minutos llegaban pequeños autobuses a la terminal ecuatoriana.

A Nataly Perosa le llevó quince días llegar a Tulcán desde su natal Carabobo, donde ha dejado a sus hijas de tres y dos años al cuidado de su madre.

«No tenemos a donde llegar pero vamos a buscar otras alternativas de vida«, confesó a Efe mientras ayudaba a la familia Sequera a cargar las maletas.

Antes de emprender el viaje hacia la carretera Panamericana, donde los emigrantes suelen esperar la generosidad de algún conductor, Perosa intentó llamar a Venezuela para saber de sus hijas.

«Tenía 900 pesos y me dieron 25 centavos (de dólar). No me alcanza para hacer la llamada», se lamentó.

El objetivo de llegar a la frontera entre Ecuador y Perú se ha convertido en un vía crucis para aquellos que salieron de Venezuela antes de que ambos países impusieran el requisito de los pasaportes.

Para acelerar su llegada, la Prefectura de la provincia de Pichincha dispuso el miércoles un servicio de transporte para trasladar a unos 250 de ellos hasta la frontera en el sur.

«Casi todos están pasando el control migratorio del Perú, ya casi todos han pasado, la fila es larga», comentó hoy a Efe Giovanna Tipán, directora de Movilidad Humana de esa Prefectura.

En horas de esta tarde se esperaba la llegada de nuevos autobuses a Tulcán para que, en grupos de cuarenta personas, se embarquen y viajen directamente a la frontera, tras una espera desde la madrugada a temperaturas por debajo de los 10 grados.

«Aquí el frío es insoportable, tengo congelados los pies», relató a Efe Kissy Rivas, una mujer que junto a su hijo de 16 años esperaba dinero de sus familiares en Perú para costear los pasajes.

A los entornos de la terminal no todos los que llegan tienen documentación; algunos encuentran vías para cruzar la frontera sin pasar por el paso fronterizo.

Mario Merino, teniente de la Policía, explicó a Efe que ofrecen información a los ciudadanos extranjeros para que ingresen legalmente.

«Estamos ubicando en carpas a quienes no tienen el pasaporte», dijo, pero aseguró que hacen ningún control para impedir el ingreso de indocumentados.

Mientras en Tulcán se relaja la tensión, en los pasos fronterizos con Perú se espera hasta el sábado un aluvión de 20.000 emigrantes, antes de que este país endurezca las normas de tránsito fronterizo. EFE

(I)

Más relacionadas