El arte y la moda confluyen en Dior

París, 1 mar (EFE).- Raf Simons dio un paso más en su simbiosis con Dior con su colección de «prêt-à-porter» otoño-invierno, que desveló hoy en la Semana de la Moda de París, en la que interactúa con movimientos artísticos como el surrealismo o el arte pop.

En medio de enormes esferas de espejo y sobre un suelo de nubes en el cielo azul, propios de Salvador Dalí o René Magritte, desfilaron unos diseños en ocasiones asimétricos, con volúmenes inesperados y con delicados estampados.

Simons, que concluye con este desfile su primer ciclo anual al frente de Dior, propuso una línea de vestidos de seda ligeros y sueltos, en tonos neutros y con motivos impresos o bordados con pedrería, así como «tops-capa», que dejaban un hombro al descubierto.

La emblemática «maison» se asoció con el arte pop al reproducir obras de Andy Warhol en sus prendas que aportaron pinceladas de color y modernidad.

La chaqueta Bar tan característica de la firma vivió nuevas fórmulas en vestidos Grace o abrigos; las flores recorrieron las medias, mientras Simons multiplicaba los volantes en su particular visión de los vestidos péplum.

Vestidos Grace.

Las actrices francesas Marion Cotillard y Mélanie Laurent asistieron al desfile en las inmediaciones del Palacio de los Inválidos, en el que Dior presentó un invierno con ansias de primavera.

La sonrisa de las modelos que vistieron la colección de otoño-invierno de Issey Miyake fue la guinda de un desfile alegre por sus formas, provocador por sus colores y sorprendente por sus estampados.

Con la música en directo del Open Reel Ensemble, un grupo que mezcla cintas en el ordenador para crear sonidos nuevos, el espectáculo abrió con diseños en tejido príncipe de Gales para pasar a vestidos de nuevos materiales, elásticos y holgados.

Miyake exploró el tartán, lo desglosó en cuadros independientes y le regaló una multitud de colores, en una colección que abarcó desde el cereza al aguamarina, pasando por el verde botella, el lima, el mandarina, el violeta o el azul eléctrico.

Los vestidos de mangas abullonadas, en ocasiones con manguitos de pelo, encontraron su contrapunto en los pantalones de pata de elefante de doble capa: una de rayas o cuadros de colores, bajo una lisa.

Anne Valérie Hash presentó su colección otoño-invierno en el singular decorado de la sala de baile de un antiguo teatro en el décimo distrito de París sobre una pasarela de purpurina rosa.

La diseñadora francesa se concentró en los monos porque se trataba de «hacer un nuevo esmoquin», como aseguró a Efe tras el desfile.

Los tradicionales tejidos «masculinos» compartieron prendas con el encaje y la organza en unas piezas únicas en blanco y negro que se asemejaban por el efecto trampantojo a trajes de chaqueta o a vestidos de noche.

Espaldas al descubierto, solapas irreverentes, chaquetas al revés, drapeados y zapatillas deportivas fueron los elementos con los que jugó Hash.

En el circuito «off», vieron la luz los primeros modelos de «prêt-à-porter» de la joven modista holandesa Iris Van Herpen, quien se ha ganado al público con sus tecnológicos diseños de alta costura.

«Había desarrollado muchas técnicas y materiales en la alta costura y se trataba de adaptarlas a un uso diario», explicó a Efe Van Herpen, quien reconoció que la producción de su colección a gran escala supone un reto por la necesidad de trabajo manual y de últimas tecnologías.

Van Herpen es una pionera en la confección de prendas con impresoras en 3D, y para el «prêt-à-porter» propone un bolero de manga corta estructurado por filamentos semirígidos y elaborado con este utensilio.

Los cordones de cuero trenzados articularon chaquetas y solapas, los hilos metálicos rodearon en dibujos los brazos, a la vez que piezas de plexiglás en hilera delimitaron las caderas y los hombros. EFE

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