La cerveza alemana, todo un sello de identidad que se reinventa

Berlín, 24 ago (EFE).- La Unión de Cerveceros de Alemania destacó esta semana la importancia de la cerveza en la cultura e identidad del país y analizaron su relación con el fútbol y las nuevas tendencias, como la cerveza artesanal.

Cerveza y Alemania son dos términos que van de la mano, y no en vano, ya que cada alemán consumió de media 106,6 litros de cerveza el año pasado, según destacó la Unión de Cerveceros de Alemania en un encuentro con la prensa celebrado esta semana en Berlín.

Una media que se eleva notablemente si se combina con otra de las señas de identidad del país germano: el fútbol.

«Allá donde vayas se nos conoce por dos cosas: el Bayern Múnich y la cerveza», señaló el director ejecutivo de la Unión de Cerveceros, Holger Eichele, y destacó que el pasado mes de junio, cuando Alemania se alzó con el título de campeona del mundial de fútbol, el consumo se elevó en un 14 %.

Y es que a pesar de que el año pasado la venta de cerveza registró su nivel más bajo desde la reunificación alemana, en 1990, esta bebida ya forma parte de su historia y su cultura, y el pasado mes de diciembre los cerveceros solicitaron que su «pan líquido» sea considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Con sus cerca de cuarenta variedades y 5.000 marcas en todo el país, la cerveza alemana tiene además un gran sentido local y cada región exhibe orgullosa su receta propia de agua, malta, lúpulo y levadura.

Mientras que el sur se caracteriza por las cervezas «Weizen» elaboradas con levadura de cebada, el norte se decanta por las «Pilsner», una rubia con bajo contenido de lúpulo.

En el mapa cervecero alemán, Renania es un capítulo aparte. En Colonia se produce la cerveza tipo «Kölsch», con menos contenido de alcohol que la «Pils» y que suele beberse en vasos de dos decilitros.

Düsseldorf, en cambio, prefiere la «Alt», oscura, y entre las dos ciudades la preferencia por uno u otro tipo es cuestión de fe.

En la fábrica de Berliner-Kindl, donde se producen algunas de las «Pilsner» más conocidas de la capital alemana, tienen claro que para hacer una buena cerveza hace falta «tiempo» y «agua buena», según explicó el maestro cervecero Heiko Rohde.

Para conseguirlo, en esta fábrica que produce 1,5 millones de hectolitros al año y donde trabajan 150 personas, se tardan tres semanas desde que se muele el grano hasta que el producto está listo para que el cliente lo disfrute.

Pero antes, mientras la futura cerveza pasa por las distintas fases de maceración, cocción y fermentación, en otra planta las botellas llegan en cajas para someterse a un complejo y ruidoso proceso de lavado, rellenado, etiquetado y sellado, con una escasa supervisión humana.

Un proceso muy distinto al del trabajo de las pequeñas cervecerías que hacen su propia cerveza artesanal, una tendencia en alza proveniente de Estados Unidos que se remonta a la ley seca y que cada vez atrae más a los adeptos de esta bebida por todo el mundo.

Para saciar esta sed en Berlín existen numerosos establecimientos que ofrecen su propia cerveza «de la casa», como el restaurante Lemke, debajo de los arcos de la estación de Hackesche Markt, que desde hace quince años ofrecen cerveza producida en su pequeña fábrica, acompañada de platos típicos germanos.

Oliver Lemke, maestro artesano al frente de este establecimiento, aseguró que en la elaboración de la cerveza artesanal tiene un punto muy importante la «experimentación e innovación», hasta dar con el sabor único que hace que el cliente vuelva.

«Una cervecería es buena cuando viene mucha gente«, sentenció Lemke, y motivado por esa confianza, trabajan ahora para embotellar algunas de sus especialidades para la venta al público. EFE

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