El Carnaval llega a las cárceles uruguayas como terapia de reinserción

Las internas de la unidad penitenciaria femenina número 5 de Montevideo construyeron un carro alegórico. EFE/Marta Rodríguez

Las internas de la unidad penitenciaria femenina número 5 de Montevideo construyeron un carro alegórico para el tradicional y concurrido acto inaugural del Carnaval de Uruguay, cuyas arraigadas costumbres motivan talleres de rehabilitación en las cárceles.

Esta actividad artesanal permite «ver en las calles las cosas que hacemos acá dentro, que muestran que no somos cómo se piensan y que le ponemos garra y onda», dijo a Efe Marianela Rueda, una de las reclusas autoras del carro.

Música, carpintería, herrería, electricidad, plástica, diseño y maquillaje son los oficios que fomenta el programa «Rehabilitándonos en el carnaval», en el que participaron centenares de personas privadas de libertad de Montevideo, Lavalleja, Florida y Canelones desde 2006.

«Yo voy, pero no sé», escribieron las presas de la unidad 5 en la parte posterior de su colosal y colorido carro alegórico, una frase que resume la inquietud que las abruma cada año cuando se les encomienda la creación de una nueva estructura carnavalera a partir del boceto de un artista plástico nacional.

En esta ocasión, los diseños fueron del fraybentino Ricardo Ríos Cichero, «que plasma el carnaval de antaño, el de los pueblos donde la gente se disfrazaba con materiales reciclados», declaró el responsable del área de Coordinación, Educación y Cultura del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR), José Luis Lacoste.

«Nosotros teníamos apenas el dibujo en un papel que había que trasladar a tres dimensiones», explicó a Efe el docente y coordinador de esta tarea en la unidad 5, John Teixeira, quien conoce de primera mano el esfuerzo que supuso el reto que plantearon a las internas el pasado agosto.

Lacoste explicó que todo se vuelca al proyecto, «en el que entran en relación directa los ámbitos cultural, de convivencia y laboral», así como «se fortalecen los vínculos y se beneficia el autoestima».

En este sentido, «el carnaval lo utilizamos como una herramienta de trabajo», con el objetivo de potenciar las relaciones y enseñar oficios artesanales, aseveró Texeira, para quien el fin del proyecto no es el producto resultante, sino las vivencias y el aprendizaje que se derivan del proceso.

«Conocemos compañeras nuevas, conversamos y tomamos mate, no todo es trabajo», admitió Rueda, delante del carro, en el que se empleó durante meses con otras compañeras, que dejaron constancia al escribir sus nombres sobre la estructura.

Otra de las asiduas al taller junto Rueda es Andrea Centurión, quien expresó también su satisfacción por los conocimientos adquiridos, especialmente en «electricidad y herrería».

«El dibujo lo elige John y nos va explicando cómo hacerlo y pintarlo, trae los materiales y las herramientas y vamos haciéndolo con las compañeras», señaló la interna, quien atestiguó que trabajaron hasta nueve horas diarias para sacar adelante el proyecto, siempre basado en materiales reciclados.

La paciencia es otra habilidad necesaria para la artesanía, sostuvo Centurión, tras explicar detalladamente cómo tejieron el tupido tapiz de colores que recubre la estructura del carro, a base de anudar pequeñas tiras de tela a una malla metálica.

Con este sistema, «ya me hice alfombra para mi casa», exclamó, entre risas, Rueda, quien reconoció haber aprendido «lo que nunca imaginó» y solo haber temido quemarse con las chispas que desprende el soldador.

«El Carnaval lo es todo en Uruguay», puntualizó Rueda, quien afirmó que recibe felicitaciones de sus familiares por sus creaciones carnavaleras.

«Por eso y muchas otras razones», este taller «va mucho más allá» de un simple proceso de construcción, insistió Texeira, puesto que se trata de una nueva forma de concebir la rehabilitación penitenciaria. EFE

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