Las últimas casas flotantes de Ecuador, un patrimonio que se resiste a morir

Fotos sin fecha, cedidas por el pintor Edwin Zúñiga Torres, de casas flotantes sobre el río Babahoyo, en la provincia de Los Ríos.

Amarradas a la orilla del río Babahoyo, en la provincia occidental de Los Ríos, las últimas casas flotantes de Ecuador parecen agonizar entre reclamos de ayuda urgente para evitar su desaparición y dejar en el pasado un valioso patrimonio ancestral de la nación andina.

Son poco más de una veintena de construcciones hechas de madera de balsa y caña que albergan a unas 200 personas, según el historiador Jose Manuel Castellano, empeñado en recuperar las edificaciones y autor de un proyecto que pretende devolverles el esplendor que un día hizo de ellas un elemento emblemático del cantón de Babahoyo y de su provincia.

Pero no solo eso: el objetivo es también dignificar la vida de sus habitantes y elevar el valor del conjunto fluvial por medio de esta iniciativa, que combina el desarrollo social, laboral y ambiental de la zona y que pretende transformar las hoy degradadas viviendas en un atractivo turístico.

Las aguas del río han mantenido a flote desde la época prehispánica estas viviendas, hoy en peligro de extinción, cuyo número ha pasado de unas 150 a principios de este siglo, a solo cincuenta en 2014 y 22 en la actualidad, señaló a Efe el investigador español, doctor en Historia por la Universidad de La Laguna.

Alineadas a lo largo del cauce, las humildes casitas de endebles tabiques y techumbre de bijao son consideradas un lugar fresco, tranquilo y agradable para vivir por sus habitantes, la mayoría de ellos dedicados a la pesca como medio de vida.

Hubo un tiempo en que existían numerosas construcciones como estas en otros puntos de Ecuador, explica Castellano, quien asegura que el origen de las casas flotantes es «resultado de un proceso innovador y evolutivo a partir de la experiencia que supuso para el hombre la conquista de nuevo espacio: el río y el mar».

Además de su utilización con fines de vivienda, el origen de las casas está vinculado al río como vía de comunicación y tuvo mucho que ver con la relación comercial entre las regiones ecuatorianas de la Sierra andina y la Costa.

Su pervivencia hasta hoy «se debe a un elemento cultural e identitario muy arraigado socialmente», explicó el historiador al subrayar el destacado papel de las edificaciones «en el contexto de las intensas relaciones comerciales» entre las vecinas provincias de Los Ríos y Guayas.

Aunque han sido objeto de jornadas populares de limpieza y remozamiento, las casas lucen hoy desvencijadas y dan una imagen de pobreza, pero el proyecto que lidera Castellano pretende dar un giro radical a esa situación y transformarlas en un lugar atractivo y en un centro de desarrollo de la provincia.

La iniciativa, por ello, prevé crear en la zona el primer complejo museístico flotante del mundo, dijo el investigador, cuyo proyecto estudian en la actualidad el municipio de Babahoyo y los ministerios de Vivienda y Obras Públicas, entre otras instituciones.

El conjunto museístico enlazaría con el desarrollo de la oferta ecoturística en torno a las casas flotantes, lo que favorecería «la incorporación de sus moradores y habitantes en un proceso de reinserción laboral», dijo.

El componente ambiental del proyecto, de su lado, se basa en la función de las viviendas como «una herramienta de concienciación social respecto a la gestión y conservación de los ríos, uno de los principales problemas a nivel global, y un importante instrumento para la educación ambiental», agregó.

Castellano, además, considera que este complejo puede acoger el trabajo de arquitectos ecuatorianos interesados en el uso de estructuras flotantes «como alternativa a los efectos de inundaciones y del cambio climático».

Mientras sus habitantes aguardan con paciencia los planes de recuperación, el río Babahoyo mece con su apacible fluir las viejas casas flotantes. La respuesta, como tantas veces, la tienen las autoridades. EFE (I)

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