Descubrir si se tienen prejuicios racistas mientras persiguen los zombis

Ha llegado el apocalipsis zombi y hay que escoger a los compañeros de supervivencia. ¿Elegiría a una mujer con velo o a un hombre negro? ¿Prestaría más atención a su raza y sexo o a sus habilidades? Ese es el desafío que plantea un juego de ordenador diseñado para descubrir tendencias racistas o sexistas.

«La idea era ver si podíamos desencadenar comportamientos racistas o sexistas», explica a Efe Armin Klaps, de la Universidad Sigmund Freud de Viena, uno de los autores del estudio.

El experimento usa «Purpose» (http://purpose.cs.univie.ac.at/) un juego de supervivencia online en el que el jugador debe crear un equipo de cuatro personas a los que asigna tareas (guerrero, recolector o explorador).

El jugador puede elegir entre varios hombres y mujeres de distinta raza, de los que se especifica sus habilidades para ejercer una u otra tarea y con los que debe escapar de los zombies y avanzar hacia una zona segura.

Según Klaps, lo interesante ha sido comprobar que la foto, y no esas capacidades, fue el elemento decisivo para elegir al personaje.

«Por ejemplo. Nadie eligió a un hombre indio. Y en las entrevistas posteriores, un par de participantes dijeron que los hombres indios son pequeños y amables, pero que no los elegirían para algo así», cuenta este experto.

Por el contrario, los varones negros fueron asociados al estereotipo de fuerza y protección.

Las mujeres fueron descartadas generalmente como luchadoras, aunque era justo un personaje femenino el que mejores habilidades tenía para esa función.

Cada participante debía tomar al menos diez decisiones durante el juego, sobre qué personajes incorporar al equipo y con qué tareas y a quién ir dejando atrás. Al final, el resultado muestra qué tanto por ciento de las decisiones estuvieron marcadas por actitudes sexistas o racistas.

Klaps resume que con este experimento se muestra «que existen en nuestra sociedad tendencias hacia comportamientos sexistas y racistas de las que mucha gente no es consciente, pero que no las hace (a las personas) racistas o sexistas», y que esas actitudes pueden activarse con un simple juego de ordenador.

El estudio se realizó con diez personas de distintas edades a las que se observó mientras jugaban y que luego fueron entrevistadas por el equipo de psicólogos. Los jugadores no sabían que se trataba de un estudio sobre racismo.

Klaps aclaró que hay muchos prejuicios propagados por los medios, por ejemplo en las películas de zombis, donde los líderes que protegen al grupo son siempre hombres, y también miedos ocultos que pueden disparar esas actitudes.

Además, la simple estética, el peinado, la apariencia, de los personajes a elegir pueden haber influido en la elección. Por eso, en futuras ampliaciones del estudio se intentará unificar ese criterio y que todos los personajes tenga una apariencia, más allá de la raza, parecida.

Los participantes en el estudio sólo se dieron cuenta de esas actitudes racistas o sexistas cuando, después del juego, los psicólogos les cuestionaron sobre el porqué de sus decisiones.

El experto insistió en que tener esas actitudes no significa que uno sea racista o sexista, pero sí que hay estereotipos ante los que uno reacciona.

Klaps reconoció también que un estudio con diez personas es muy reducido y no sirve para sacar conclusiones estadísticas sino que lo que se ha intentado es crear una herramienta, una «aproximación de exploración», de cómo un juego y las posteriores entrevistas a los participantes puede usarse para evaluar esos comportamientos.

El siguiente paso será ampliar el número de personas que participan en el estudio, usando incluso los resultados de quienes echan una partida online fuera del ambiente controlado en el que jugaron los diez participantes en el experimento.

El equipo que desarrolló el estudio está dirigido por Helmut Hlavacs, director del grupo de investigación sobre informática de entretenimiento de la Universidad de Viena, y la psicóloga Birgit Stetina, directora de psicología clínica de la universidad privada Sigmund Freud de la capital austríaca. EFE (I)

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