Agro colombiano se moderniza para atraer a «millennials» y superar la pobreza

REFERENCIA El campesino Antonio Rodríguez, de 60 años, posa para una fotografía mientras ara el campo con buelles en tierras gubernamentales no utilizadas en las que se les permite a los granjeros cultivar alimentos y criar ganado en las afueras de La Habana, Cuba, el martes 3 de marzo de 2015. (Foto AP/Desmond Boylan)

Un grupo de labriegos colombianos han emprendido modestos proyectos ecológicos vecinales y de agricultura inteligente para traer de vuelta a los «millennials» al campo mediante planes centrados en producir más con menos y reducir así la pobreza.

GPS criollos, plataformas en línea y pastoreo de aves forman parte de las iniciativas de veteranos campesinos como Desiderio y Victoria, así como de muchachos como Germán y Juan Pablo, que buscan hacer rentables las labores agrícolas y frenar el éxodo juvenil.

«Nos dimos cuenta que los viejos nos estábamos quedando solos en las veredas (aldeas) y sin la salud para trabajar», dice a Efe Desiderio Gámez, de 67 años, al explicar cómo se convirtió en socio de sus vecinos en un plan de «gallinas felices», con el que, además de hacer más productivas sus parcelas, intentan mantener a hijos y nietos en el campo.

La cría de aves en el poblado de Chinavita, departamento de Boyacá (centro), forma parte de la iniciativa «Tejiendo Ruralidad», que cubre a 150 familias de cinco municipios de esa región, considerada una despensa agrícola de Colombia.

Sin embargo, Boyacá tiene un 13 % de desempleo juvenil y de ese departamento salió el 30 % del total de la migración de jóvenes en el país entre 2010 y 2015, según datos del gobierno regional.

La Pastoral Social de Duitama y Garagoa, promotora del plan, detectó que las principales inquietudes de los habitantes eran el éxodo a las ciudades, que redujo la producción por la ausencia de mano de obra, y la falta de asistencia técnica para superar la pobreza, que en Chinavita llega al 75 %.

En esa zona, el ingreso promedio de una familia es de 200.000 pesos mensuales (unos 66 dólares), lo que es inferior en un 40 % al total de los gastos, estima «Tejiendo Ruralidad», que también ha impulsado al menos 70 huertas familiares y 6 comunitarias.

Con el proyecto, que consiste en criar gallinas en espacios libres y con una alimentación a base de maíz, hortalizas, pastos y mínimo de concentrado, «tenemos una mejora de la economía, nos han asesorado para saber qué hace falta y ya van los primeros huevos para vender» afirma Desiderio, quien tiene ocho hijos pero todos residentes en la ciudad.

«Los muchachos se marchan para buscar mejores condiciones, por eso hay que tratar de hacer mejor todo aquí», afirma Victoria Talero, de 73 años, quien junto a su esposo, Efrén, de 88, mantienen solos su cultivo de hortalizas en Chinavita.

Esa ha sido también la preocupación de jóvenes premiados en el país como Juan Pablo Casadiego, de «Agrikua», una plataforma en línea para empoderar a las mujeres en las prácticas agrícolas, y de Germán Andrés Vásquez, que aplica la agricultura de precisión para modernizar pequeñas parcelas del país.

«Más allá de la tecnología, necesitamos cambiar el concepto de que el campo es pobreza y convertirlo en una oportunidad para el crecimiento del país, para que los jóvenes nos quedemos y hacerlo productivo», afirma a Efe Germán, de 25 años.

En su modelo, por el que fue designado «joven líder innovador» por la firma Bayer, Germán emplea teléfonos móviles sencillos y tabletas.

Eso se suma a la experiencia de los agricultores para crear mapas mediante dispositivos GPS y software geoestadístico libre, así como analizar plagas, la fertilidad del suelo y condiciones ambientales con el fin de destinar insumos en donde realmente son necesarios.

Ese sistema ya aterrizó en el poblado de Chinavita, donde la Corporación Autónoma Regional de Suroriente de Boyacá (Corpochivor) comenzó el análisis del suelo para hacer más productivos los cultivos de maíz, fríjol, hortalizas y de pastos.

Con estas técnicas y con los huevos de «gallinas felices», que los pobladores buscan ahora comercializar -otro de los grandes retos del campo-, Desiderio y sus vecinos esperan que se reduzca el éxodo de las áreas rurales.

«Ya hay hijos y nietos que se han dado cuenta que el campo es productivo y por eso es necesario impulsar iniciativas en las que se valore el trabajo del campesino», dice el sacerdote Ricardo Lache, líder de «Tejiendo Ruralidad».

El reto es «que los consumidores se den cuenta de que se trata de un acto político el ayudar a mejorar los ingresos de los campesinos comprando sus productos», coincide la colombiana Clara Inés Nicholls, presidenta de la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología.

Datos divulgados por la FAO con motivo del Día Mundial de la Alimentación que se conmemora este 16 de octubre, indican que el 70 % de las personas en condiciones de pobreza extrema en el mundo vive en las áreas rurales y la mayoría de ellos depende de la agricultura.

La Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) considera que un enfoque «integrado» no solo «ayudará a aumentar el rendimiento de los cultivos y, por lo tanto sus ganancias, sino que también puede mejorar la calidad de sus tierras». EFE

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