Repensar el periodismo es repensar la libertad

Harto como estoy de verlos, gordos sentados en despachos, levantar un chillido al cielo que llama a las armas a simpatizantes: ¡marchemos!, ¡defendamos la democracia!, ¡recuperemos el país! Harto como estoy, estamos todos, símiles desgraciados de los gordos poderosos que nos sentamos en nuestras casas y nos empachamos de patriotismo Pilsener, de marchas altivas que logran, a lo sumo, homogeneizar el sucio de las plazas.

Hay que saber que somos incoherentes, hipócritas. Hay que saber que nuestra lucha política, ese patriotismo cursi que nos eriza los pelos con el himno nacional, es una fantasía. Hay que saber que, seamos del bando que seamos, nos une el bando de los que no hacen nada. Yo creo que las soluciones deben venir de la ciudadanía y no de los grandes poderes. Vivimos, aunque no lo parezca, tiempos maravillosos: hoy, como nunca antes en la historia, somos la piedra angular de la comunicación global; podemos, aunque no parezca tan importante, elegir cómo nos informamos, qué leemos, cuándo y cómo lo hacemos; podemos, y esto es maravilloso, interactuar con nuestros interlocutores y así crear comunidades. Es más, somos capaces de ser quienes generan esa información y organizan esas comunidades.

El tiempo de la imposibilidad terminó, hoy debe caracterizarnos nuestra voluntad por comunicar, por expresar lo que los poderes no quieren que se exprese. El tiempo de las relaciones públicas en los diarios y noticieros debe terminar ya gracias a las ventajas técnicas, pero sobre todo gracias al conocimiento de las comunidades de ciudadanos sobre esas ventajas. La web, ese nodo de posibilidades tan exuberante y aún desconocido, debe ser la cuna -qué analogía absurda- del nuevo periodismo, de una democracia agresivamente participativa.

No hay que dejarse engañar por el costumbrismo y los buenos modales, el periodismo debe ejercerse de todas las aristas decodificables por las comunidades que, gracias a Internet son cada vez más ilustradas. Quiero decir, desde el sencillo meme que se burla de su jefe hasta la reflexión intelectual. Todos los hipertextos, todos los medios son parte de expresiones ciudadanas. Siga leyendo pretenciosos artículos como este, pero hágale memes a su jefe, al presidente, a Andrés Páez, a todos. Democratizar este tipo de espacios con auténtica intención, es decir con nuestras narrativas, con nuestros códigos, con nuestros pensamientos, es un arma que tenemos contra el poder. Que nunca nos alejen de esta trinchera virtual.

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