Todos contra Lasso

Carlos Jijón

Guayaquil, Ecuador

Si alguien quisiera entender el país en base a lo que los candidatos presidenciales discutieron en los debates de la semana pasada, concluyera que el mayor problema de la nación es la tasa de interés de los bancos. No la corrupción. Ni el desmesurado gasto público, que ha provocado un déficit superior a los cinco mil millones de dólares anuales, y que se ha traducido en un endeudamiento por miles de millones de dólares que se van en gasto corriente. No. De lo que todos hablan, en los dos minutos que les conceden, es de la tasa de interés.

Uno no puede dejar de preguntarse si ello se debe a que uno de los más prominentes aspirantes es el señor Guillermo Lasso, el mayor accionista del Banco Guayaquil. Y que si Lasso no fuera candidato, sus contendores siguieran recitando, uno tras otro, que lo primero que harían sus gobiernos será reducir esa tasa a dos o tres puntos.

El exprefecto del Azuay, Paul Carrasco, incluso va más allá. Él propone una moratoria a las deudas con los bancos, para que se paguen en diez años, al 1% de interés. Como si los bancos pudieran responder a sus depositantes que, debido a la pandemia, no les devolverán su dinero sino en diez años. Mientras el candidato del correísmo, Andrés Arauz, se rasga las vestiduras, clamando que en plena pandemia los bancos llamaban a sus deudores pretendiendo de manera inmisericorde que paguen las deudas vencidas.

Arauz ignora que los deudores de los bancos pudieron renegociar sus deudas. Pero reclamar porque los bancos intentaban cobrar sus acreencias es como indignarse porque los supermercados se atrevían, en plena pandemia, a cobrar por los alimentos que la gente les compra. O porque los médicos, y las clínicas privadas, cobran por atender a los pacientes que llegan infectados por el coronavirus. ¿Los hospitales y los supermercados son indolentes cuando reclaman un pago por sus servicios? Solo pensarlo es disparatado. El mismo razonamiento se aplica a los bancos.

¿Por qué entonces la mayoría de los candidatos argumenta de esa manera? Quizás sea natural atacar al que encabeza la lid. ¿Pero por qué tengo la impresión de que Lasso es más atacado por el resto de candidatos que Arauz? Una posibilidad es que algunos de ellos se hayan postulado, no porque crean que ganarán la Presidencia de la Republica, sino con la secreta intención de favorecer a Aruz restándole votos a Lasso.

El método no es nuevo. En la campaña de 2017, una de las estrategias de Vinicio Alvarado fue multiplicar el número de candidatos de oposición para restar oportunidades al anticorreísmo. La candidatura de Iván Espinel, por ejemplo, que además era primo de Vinicio, y que se presentó como un anticorreísta furibundo, lo que buscaba era dividir a la oposición. Recordemos que Lasso pudo llegar a la segunda vuelta apenas por medio punto (al lograr menos de diez puntos de diferencia respecto a Moreno). Por lo que ese medio punto que obtuvo Espinel, y que probablemente se lo quitó a Lasso, casi permite que Moreno gane en primera vuelta.

Bueno, ahora tenemos dieciséis candidatos, trece de ellos con menos de 1% de intención de voto, y que suman, entre los trece, más o menos un diez por ciento de intención de voto. Y cuando uno ve entre ellos a Isidro Romero, atacando a Lasso desde que regresó al país para postularse como candidato de uno de los partidos históricamente aliados al correísmo (Avanza, de Ramiro González) entiende perfectamente que Romero está jugando el mismo papel que Iván Espinel.

Lo mismo ocurre con su cuñado, Álvaro Noboa, aspirante por otro de los partidos del correísmo, Justicia Social, dirigido por el marido de Pamela Martínez. No en balde Arauz lamentó su ausencia en el debate del sábado.

Es por eso que Ximena Peña, la exasambleísta correísta, candidata por Alianza PAIS, ahora apela al electorado del anticorreísmo.

¿Está haciendo lo mismo, el candidato de Concertación, el doctor César Montúfar, ilustre catedrático de la Universidad Andina? Ciertamente es difícil pensar que un hombre que lleva años combatiendo al correísmo, como Montúfar, pueda de manera consciente ayudar a que Arauz gane las elecciones. Pero lo está haciendo. Y entonces uno debe considerar que está aliado al Partido Socialista, dirigido por mi buen amigo, el doctor Enrique Ayala Mora, un hombre que ya apoyó entusiastamente al correísmo y, aunque le fue mal, parece creer que es capaz de influir y apuntalar a un Arauz después que rompa con Correa e intente gobernar por sí mismo.

No es difícil imaginar a Enrique Ayala hacer lo necesario para impedir que un banquero guayaquileño, que se ha aliado al Partido Social Cristiano, llegue a Carondelet. Ni tampoco que Montúfar no sea parte de esa estrategia. Derrotar a la derecha, aunque signifique el retorno del correísmo. Para eso, deben unirse todos contra Lasso.

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