Una bomba de tiempo

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

No se cuando Quito perdió el norte.

O mejor dicho cuando Ecuador se dejó envolver por una retahíla de delincuentes cuya agenda es la codicia, la amenaza y la prepotencia. Es aterrador constatar la cantidad de pelafustanes con poder que dominan o pretenden dominar a una justicia endeble, mediocre y poco clara.

Hay por supuesto muchos responsables. Y es una larga tarea enumerarlos. Pero el hecho cierto es que el ciudadano común vive hoy a merced de una realidad paralela, abusiva, sin valores y sin límites. Es tal el desconcierto que resulta muy difícil distinguir con certeza quiénes son más culpables: si los que denuncian o los denunciados.

Ambos carecen de ética, de calidad moral y de solvencia para sostener sus posiciones. Cuando la denuncia se hace desde el poder, está dirigida contra adversarios políticos, antiguos socios y coidearios incómodos. Cuando se hace desde el público o la oposición, los intereses personales o de grupo empañan sin remedio la acción fiscalizadora.

La sobrecarga de leyes, reglamentos, decretos y demás hierbas vuelve más confuso aún el panorama, y es moneda común la frustración ante el permanente desvanecimiento de los cargos a los imputados y el consiguiente escarnio a la justicia.

La corrupción y la impunidad han calado hondo en nuestra sociedad, y ni la justicia ni la vindicta pública están a la altura de su función purificadora.

Es motivo de vergüenza nacional el que la Contraloria, ente encargado de velar por los fondos públicos, haya sido manejada por pícaros de alto vuelo. Es imperdonable que los dos últimos ex presidentes tengan serios cuestionamientos por su conducta y su ética, que deberán ser esclarecidos con la urgencia que cada caso demanda.

Resulta impensado que la CONAIE elija y respalde a un conocido agitador, cuyas ejecutorias en octubre pasado son de dominio público y siguen sin sanción. La justicia es ciega, sorda y muda. Y los esfuerzos por encontrar la recta vía se estrellan ante una pléyade de subterfugios jurídicos y extra jurídicos para garantizar la impunidad de los acusados.

La supervivencia en el cargo de los alcaldes de las ciudades más pobladas del país es otro misterio. Los cuestionamientos en el caso del primero han llevado a una destitución que sólo un intríngulis legal demora. En cuanto a la segunda, un silencio espeso cubre los cuestionamientos públicos sobre su gestión. No sabemos nada de nada.

Para corolario, los acusadores y comunicadores son amenazados si osan pedir explicaciones. El recurso legal ha sido usado y abusado con tal torpeza que miramos a la sagrada familia del eterno desterrado, por ejemplo, disolver poco a poco las acusaciones en su contra a pesar de las evidencias y los negociados en las áreas médicas bajo su influencia.

Y esta inacción y omisión de la justicia en tantos casos, les permitirá mañana erigirse en mártires y perseguidos para intentar un nuevo arranche a los fondos públicos, en una elección siempre presta a calificarlos a pesar de sus antecedentes conocidos.

Sentarse a jugar con tramposos siempre será una desventaja para aquel que juega limpio. El País requiere con urgencia un viraje extremo hacia la ética y la honradez en la cosa pública, porque esto ya no aguanta más. Es una bomba de tiempo a punto de explotar, sin piedad con los unos ni con los otros.

Si los intereses de grupo, los cacicazgos y la alcahuetería de la justicia siguen prevaleciendo sobre los del País, poca esperanza tenemos de retomar la senda correcta en un Ecuador que se cae a pedazos por la irresponsabilidad de sus líderes y la ingenuidad de sus electores.

Es hora de amarrarse los pantalones y exigir acción inmediata contra las corruptelas que se presentan a diario en el País, o seremos cómplices del desastre que se viene a pasos firmes. Si no retomamos el camino correcto, será muy difícil que podamos impedir el desgobierno que estos delincuentes anhelan. ¡Estamos advertidos!

LaRepública.

Contralor Pablo Celi, en una captura del video difundido por la Contraloría el 8 de octubre de 2019.

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