
Quito, Ecuador
Los recientes casos de Venezuela y Bangladesh ofrecen perspectivas valiosas sobre cómo la protesta social y la lucha por el poder pueden moldear los destinos políticos de los países. Aunque estos casos pueden parecer distantes debido a sus diferencias geográficas, culturales y políticas, ambos subrayan el impacto de la movilización popular en entornos autoritarios y proporcionan lecciones cruciales sobre resistencia y cambio político.
El análisis comparativo de ambas situaciones ayuda a comprender cómo los movimientos sociales desafían y transforman regímenes autoritarios en contextos diversos, exhibiendo patrones comunes en la forma en que la protesta enfrenta la represión, la corrupción y el autoritarismo y destacando el rol de la presión internacional en el fortalecimiento de la oposición. Explorar estos casos ofrece una perspectiva más amplia sobre la dinámica de la resistencia, permitiendo identificar estrategias efectivas y adaptaciones necesarias para promover cambios significativos en diferentes entornos.
La protesta social como motor de cambio
En Venezuela, las manifestaciones contra el régimen de Nicolás Maduro han sido una expresión poderosa del descontento popular con un gobierno acusado de corrupción y mala gestión. A pesar de la represión y las acusaciones de fraude electoral, las protestas continúan reflejando un rechazo generalizado hacia el liderazgo autoritario. La oposición, encabezada por figuras como María Corina Machado, ha sido fundamental para mantener el foco internacional en la crisis venezolana, demostrando que la protesta social puede desafiar incluso a regímenes sólidos.
Por su parte, en Bangladesh, la movilización popular ha tenido un impacto notable en el gobierno de Sheikh Hasina. Las protestas estudiantiles, inicialmente centradas en la ley de cuotas para empleos públicos, se transformaron en una resistencia más amplia contra el autoritarismo y la corrupción del gobierno. La presión popular ha llevado a la dimisión de Hasina, evidenciando que la protesta social puede provocar cambios significativos incluso en regímenes aparentemente estables.
Bangladesh: entre la estabilidad y el descontento popular
Aunque el país ha logrado un crecimiento económico en los últimos años, el gobierno de Hasina ha sido objeto de críticas por corrupción y autoritarismo. La reciente ola de protestas, que comenzó con demandas sobre la ley de cuotas, se expandió para abordar la falta de oportunidades laborales y la respuesta violenta de las fuerzas del orden. A pesar de algunos éxitos económicos, la administración de Hasina experimentó una creciente agitación que puso en riesgo su estabilidad política. La ineficaz respuesta a las demandas populares exacerbó el descontento, llevándola finalmente a su dimisión.
En Bangladesh, las manifestaciones han sido duramente reprimidas por las autoridades policiales y hasta ahora han dejado al menos 300 muertos, de los cuales 90 se registraron sólo el domingo pasado, según informó la agencia AFP. Aún después de la salida de Hasina, se reportaron escenas de vandalismo y robos alrededor del país. Pocos momentos después de que se viera al helicóptero con la entonces primera ministra salir, una turba de gente ingresó a su residencia oficial a vandalizarla.
Venezuela: autoritarismo y represión
En Venezuela, la crisis política se ha intensificado bajo el régimen de Maduro, marcado por la represión de la oposición y violaciones sistemáticas de los derechos humanos. La reciente escalada de violencia ha resultado en miles de arrestos y numerosas muertes. La oposición, liderada por Machado, ha sido fundamental para mantener la presión internacional sobre el régimen y desafiar su legitimidad. La atención global y el reconocimiento de la oposición por países como Estados Unidos acentúan la importancia de la movilización y el apoyo internacional en la lucha por la democracia en Venezuela.
Al menos 23 personas han muerto en Venezuela tras una semana de protestas en contra del presunto fraude electoral cometido por el régimen de Maduro el 28 de julio, según cifras registradas por el Monitor de Víctimas. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha condenado la detención arbitraria de manifestantes, incluyendo los arrestos durante la jornada de movilización convocada por la oposición para denunciar el presunto fraude en las elecciones presidenciales.
Sostenibilidad de las protestas en Venezuela y Bangladesh
En Venezuela, la severa represión y la fragmentación de la oposición dificultan el mantenimiento del momentum de las protestas. La represión ha llevado a la adopción de tácticas clandestinas y digitales, desafiando la censura y control estatal. En Bangladesh, aunque las movilizaciones estudiantiles y las protestas han logrado algunos cambios importantes, la cohesión dentro del movimiento sigue siendo un desafío. Las tácticas de protesta se han diversificado desde manifestaciones estudiantiles hacia una resistencia más amplia y descentralizada. La represión ha intensificado el descontento, pero también ha afectado la cohesión y efectividad de los movimientos.
Lecciones Claves para Venezuela desde el Caso de Bangladesh
- Protesta Social como Motor de Cambio: Las experiencias de Venezuela y Bangladesh subrayan que la protesta social sostenida es una herramienta poderosa para el cambio. Las movilizaciones en ambos países han sido cruciales para expresar el descontento y presionar por reformas políticas, incluso en contextos de represión y autoritarismo.
- Impacto de la Represión: La represión suele intensificar el descontento en lugar de sofocarlo. En Venezuela, la dura represión ha fortalecido la determinación de la oposición y ha atraído atención internacional, mostrando que la represión puede resultar contraproducente para los regímenes autoritarios. Este patrón también se observó en Bangladesh, donde la represión exacerbó la resistencia popular.
- Diversificación y Adaptación Estratégica: En Bangladesh, las protestas comenzaron con un enfoque específico en la ley de cuotas y se expandieron hacia una resistencia más amplia contra la corrupción y el autoritarismo. Venezuela puede aprender de esta adaptabilidad al diversificar sus estrategias de movilización, explorando tácticas como campañas digitales y colaboraciones con distintos sectores de la sociedad e internacionales para fortalecer el movimiento, denunciando no sólo irregularidades en materia electoral, sino cuestiones como las violaciones sistemáticas y masivas de derechos humanos, incluyendo desapariciones forzadas, conculcación de derechos políticos, etc.
- Uso Eficiente de Redes Sociales y Medios Independientes: La habilidad de Bangladesh para organizar y comunicar las protestas a través de redes sociales y medios independientes ha sido clave para atraer atención y apoyo. Venezuela debería intensificar el uso de todo tipo de canales para superar el intento de censura estatal, manteniendo a la ciudadanía informada y movilizada, contrarrestando el control gubernamental sobre la información, que amenaza con medidas contra Facebook, Tik Tok, Instagram, WhatsApp y otras plataformas.
- Presión Internacional y Documentación de Violaciones: La comunidad internacional ha jugado un rol significativo en ambos contextos al ejercer presión sobre los regímenes y documentar violaciones de derechos humanos. Venezuela podría beneficiarse de un enfoque similar, buscando un mayor respaldo internacional y documentando sistemáticamente las violaciones para fortalecer la presión externa y aumentar la legitimidad de su causa, combatiendo la desinformación de ciertos grupos gobiernistas.
Las experiencias de Venezuela y Bangladesh muestran que, a pesar de los contextos distintos y la dura represión que enfrentan, la protesta social sigue siendo una herramienta crucial para promover el cambio y desafiar regímenes autoritarios. La capacidad de los movimientos sociales para adaptarse, mantener cohesión y aprovechar recursos y apoyo internacional puede ser determinante. En ambos casos, diversificar estrategias, fortalecer redes de apoyo y adaptar tácticas a un entorno en constante cambio es esencial para enfrentar la represión gubernamental.
Para fortalecer estos movimientos, es crucial que activistas políticos y sociales adopten enfoques flexibles, que los políticos opositores implementen y/o faciliten un diálogo inclusivo, y que la comunidad internacional aplique presión, sanciones y documente violaciones de derechos humanos.
La combinación de movilización ciudadana y respaldo internacional ha demostrado ser fundamental para superar la represión, ya que la esperanza no reside sólo en la valentía de quienes se levantan, sino también en la solidaridad global que respalda sus esfuerzos. El camino hacia un futuro más justo está pavimentado con la resistencia, la adaptación estratégica y el firme compromiso de una comunidad internacional que no puede permitirse permanecer indiferente.
