El oscuro secreto que los políticos ecuatorianos no quieren que sepas

Rene Betancourt

Quito, Ecuador

La llegada de Daniel Noboa a la escena política trajo una oportunidad de redención. Su reciente anuncio sobre la lucha contra los grupos narcoterroristas promete no permitir que sus actividades pasen desapercibidas. Con la ayuda de informes satelitales, se han identificado 2.000 hectáreas de plantaciones de coca, ¡un aumento estratosférico desde las 13 hectáreas registradas en 2011! Pero ¿acaso esta cruzada contra el narcotráfico no es un esfuerzo brillante para desviar la atención de los apagones y la crisis económica que asolan al país?

Porque, al final, ¿qué mejor manera de abordar una crisis energética de diez horas diarias que hablando de cultivos de coca? ¿Acaso se está utilizando la lucha contra el narcotráfico como una cortina de humo para ocultar la inacción ante las crisis que afectan a la población? La falta de medidas concretas deja espacio para el escepticismo sobre la sinceridad de estas intenciones.

En la fascinante era de la posrealidad, donde las emociones, percepciones y narrativas han hecho un exitoso eclipse sobre los hechos, el debate público en Ecuador se ha convertido en un espectáculo digno de un reality show. Las campañas electorales y la comunicación política han adoptado una nueva receta: mezclar un poco de miedo, una pizca de esperanza y una generosa dosis de indignación.

Así, los políticos han aprendido que es más efectivo proyectar fortaleza, honestidad y empatía que ofrecer soluciones concretas a los problemas que realmente afectan al país. Después de todo, ¿quién necesita un análisis racional cuando se puede vender un drama emocional?

Zeynep Tufekci, en su obra “Twitter y Gas Lacrimógeno”, nos ilustra cómo las redes sociales son el nuevo teatro donde se monta la polarización. Estas plataformas amplifican narrativas y crean cajas de resonancia que fragmentan la realidad. En lugar de construir consensos basados en datos verificables, la posrealidad nos regala burbujas emocionales que favorecen visiones alternativas. ¡Qué conveniente para los políticos que alimentan el miedo y la incertidumbre! Noam Chomsky lo resumió con acierto: «La propaganda es a la democracia lo que la violencia es a una dictadura».

En este circo político, la complejidad de los problemas sociales se reduce a la búsqueda de chivos expiatorios como el narcotráfico, la corrupción y la partidocracia. Culpables visibles que desvían la atención de las causas profundas. Por supuesto, esto justifica medidas extremas como declarar “conflicto armado interno” o ampliar los estados de excepción. ¿Quién necesita entender el contexto cuando se puede apuntar con el dedo?

El narcotráfico, nuestro héroe trágico en esta narrativa, se presenta como el villano perfecto en la historia de “nosotros contra ellos”, permitiendo que las respuestas de “mano dura” parezcan soluciones efectivas. Aunque, por supuesto, esta estrategia ignora la complejidad del problema, perpetuando ciclos de violencia y militarización. Pero eso no importa; lo que cuenta es el mensaje.

Los últimos gobiernos han encontrado en el correísmo el chivo expiatorio ideal. La culpa se ha convertido en un recurso tan valioso que se pregunta: ¿cuándo dejaremos de usar a Correa como excusa y comenzaremos a asumir la responsabilidad de gobernar? Una frase resuena con este pensamiento: “Los presidentes no heredan problemas. Se supone que los conocen de antemano; por eso se hacen elegir para gobernar con el propósito de corregir esos problemas; culpar a los predecesores es una salida fácil y mediocre”.

Es claro que el discurso de culpa se vuelve cada vez más insostenible. La ciudadanía y los medios, en una actitud pasiva, han dejado de exigir rendición de cuentas, anclándose en los errores del pasado como si fueran un salvavidas.

La democracia en Ecuador se encuentra en una encrucijada: cuando las emociones desplazan los hechos, la capacidad de tomar decisiones informadas se debilita, erosionando la confianza en las instituciones. En palabras de George Orwell, «en tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario». ¿Quién necesita la verdad cuando se puede vivir en la ilusión?

La democracia en Ecuador se encuentra al borde del abismo, asfixiada por la posrealidad y el uso de la manipulación emocional que reina en el discurso público. Mikhail Gorbachev lo advirtió: «La política es una lucha por el control de la atención pública». Los líderes políticos no pueden seguir ocultando su ineficacia detrás de excusas. Cuando la verdad se convierte en una víctima de intereses particulares, y las emociones distorsionan la realidad, el sistema democrático se desmorona.

El tiempo de la complacencia ha terminado. Ya no podemos permitir que las promesas vacías y la retórica vacía sean suficientes. Exigimos acciones claras y concretas: primero, que el gobierno establezca un plan de seguridad integral que no solo combata el narcotráfico con operativos simbólicos, sino que también ataque las raíces del problema, como la falta de oportunidades educativas y laborales en las comunidades vulnerables. Necesitamos una reforma urgente del sistema judicial que garantice que los delitos relacionados con el narcotráfico y la corrupción no queden impunes y se lleven a cabo en condiciones de transparencia.

Además, es hora de desmantelar las redes de complicidad que perpetúan la corrupción dentro de las instituciones públicas. La ciudadanía merece un mecanismo de rendición de cuentas robusto, donde se pueda auditar cada centavo del gasto público, sobre todo en áreas de seguridad y desarrollo social. No podemos aceptar más excusas ni desviaciones hacia chivos expiatorios; si los líderes no pueden o no quieren enfrentar la realidad, que se aparten y dejen que personas comprometidas con el bienestar del país tomen las riendas. La lucha por un Ecuador libre de corrupción y violencia comienza con nuestra voz.

Santa Elena (Santa Elena), 04 de octubre de 2024.- El presidente de la República Daniel Noboa Azin, dio a conocer a la ciudadanía de esta zona, las acciones que se ejecutan a través de la Empresa Pública del Agua E.P para para garantizar líquido vital a los pobladores. Foto: Mauricio Torres/Presidencia de la República.

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