
Guayaquil, Ecuador
Desde esta semana del lunes 18 de noviembre los ecuatorianos hemos visto como los cortes de luz a nivel nacional se han reducido desde las 12 hasta las 8 horas diarias. El principal hecho que hace posible esta rebaja en el tiempo productivo perdido por día de cada uno de nosotros es el anuncio de que Colombia, nuestro país vecino, retomará la venta de energía al Ecuador.
Cercanos a cumplir dos meses de cortes de luz diarios de forma ininterrumpida esta noticia se podría tomar como un gran logro, motivo de júbilo y alegría. Sin embargo, soportar 8 horas de apagones, un cuarto de día, sigue siendo un enorme problema tanto para el bienestar general de los ciudadanos como para el crecimiento económico en el medio plazo. Si bien se ha hablado hasta la saciedad de la crisis energética, podemos extraer una reflexión y una conclusión acerca de la forma en la que el poder político actúa ante distintos escenarios de crisis y soluciones.
Todo lo bueno lo internaliza la figura del presidente, todo lo malo se lo atribuye a agentes externos: pensando detenidamente en el manejo que los distintos gobiernos en distintos países hacen de las crisis, ¿no ven un patrón más o menos constante? Cuando hay buenas noticias, el presidente/los políticos tratan de capitalizarlas internalizándolas en su figura. Cuando las cosas se tuercen, el presidente se esconde, el político calla y sus idearios buscan a quien más señalar.
Es así como, por ejemplo, vimos que las primeras reacciones del presidente Noboa ante el regreso de los apagones, allá por el mes de abril, fueron acusar de sabotaje a otras personas, destituir a otras tantas y, por último, esconder la cabeza y dejar de dar declaraciones sobre aquel tema tan espinoso que le restaba popularidad. Ese fue el discurso con su correspondiente acantilado, pero ¿y la verdad? La realidad es que, si bien el hecho de que hoy no haya luz no es ni única ni mayoritaria responsabilidad de Noboa, si refleja completa inoperancia, imprevisibilidad e, incluso, indiferencia ante un problema que ya se esperaba que ocurriera.
Por otro lado, podemos ver como empiezan a surgir alabanzas al presidente colombiano Gustavo Petro por la noticia de retomar las exportaciones de energía hacia Ecuador. Parte de la izquierda ecuatoriana está aprovechando la noticia para crear el discurso de que Petro, figura política admirada por el progresismo y el socialismo latinoamericano, es el responsable detrás de tan buena noticia para nuestro país, aprovechando la oportunidad de, muy convenientemente, echarle flores a sus otras figuras políticas regionales y sus ideas.
Discurso y acantilado creado. ¿Qué pasa con la verdad? Colombia está en capacidad de exportar energía en tiempos de sequía porque hace décadas entendieron que un sector de generación eléctrica monopolizado por el Estado estaba condenado al fracaso. En la década del 1990, y después de vivir periodos de apagones extremos, tomaron la acertada decisión de crear un mercado de generación eléctrica mayorista con participación de empresas privadas en distintas fuentes de generación. Desde entonces, y a pesar de las sequías, Colombia no ha vuelto a sufrir de apagones por escasez de MW.
Hoy en día, a Petro le pueden colgar la medalla de “salvador” de los ecuatorianos. La verdad es que él no tiene nada que ver con el exitoso modelo energético de su país. Es más, si hay algo que él representa es completamente opuesto a la participación privada en los “sectores estratégicos”. Al César lo que es del César.
Si bien solo planteo dos ejemplos concretos, animo a los lectores a observar los acontecimientos políticos nacionales e internacionales bajo esta lupa. Después de todo, no estoy descubriendo la rueda: todos en el fondo sabemos que esta es una práctica común en la política. Lo que sí es más novedoso e importante son las implicaciones de esta realidad manifiesta. El juego político fue, es y siempre será así. No lo podemos cambiar simplemente cambiando los nombres de las personas que ocupan el poder. La pregunta clave para el futuro de nuestras sociedades no es qué presidente elegimos. La pregunta clave es qué tanto poder le queremos dar al sistema político en general para influir en nuestras vidas. Una gran concentración de poder siempre atraerá a personas dispuestas a cualquier cosa por dominarlo.