
Quito, Ecuador
Ecuador es víctima actualmente del brutal e implacable ataque de las mafias del narcotráfico y del crimen organizado, cuyo evidente propósito es someter a la Nación a su tenebrosa servidumbre, en la que no caben la libertad, la justicia y menos aún la dignidad y la felicidad. La batalla contra ese terrible mal nos compete a todos los ecuatorianos, antes que sea demasiado tarde.
La lucha debe realizarse respetando los derechos humanos y en el marco de la ley, pero sin falsedades ni debilidades. Tal forma de obrar debe ser cumplida estrictamente por las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, instituciones que necesitan ser vigiladas y fiscalizadas con rigor, pero sin mala fe, porque de su integridad y eficacia depende, en definitiva, la seguridad del país, razón de la existencia de dichas instituciones.
Ante el doloroso caso de la desaparición de los cuatro niños de los barrios populares de Guayaquil, los responsables de encontrar a los verdaderos autores del crimen deben obrar con la máxima celeridad, honestidad y sentido de justicia, para que los asesinos, cualesquiera que estos sean, no queden en la impunidad.
En esta dramática encrucijada criminal que azota al país, es fundamental que no se debilite la fe y confianza de la ciudadanía en las instituciones llamadas a protegerla. Por esta razón, todos estamos obligados a ser muy responsables al emitir criterios al respecto. Lamentablemente hace unos días una persona dijo en una entrevista pública que las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional están “totalmente corrompidas”, expresión a la que el entrevistador le hizo un justo reparo, porque los delincuentes que se han descubierto en la Policía y en la Fuerzas Armadas son contados en medio de los sesenta mil policías y cuarenta mil militares existentes.
Es de lamentar que algunas personas pretendan desvirtuar la exitosa vigilancia que vienen realizando las Fuerzas Armadas en la difícil zona montañosa y selvática de los seiscientos kilómetros de la frontera norte, para impedir que los sembríos de coca que inundan el sur de Colombia, se desborden sobre el Ecuador; así como también es de lamentar que se pretenda desconocer la disminución de las víctimas de las masacres en las cárceles, y otras acciones exitosas realizadas por las Fuerzas Armadas, como por ejemplo la captura de veinte toneladas de cocaína en Los Ríos.
Y en lo que se refiere a la Policía Nacional, institución tan expuesta al contagio de la corrupción por su permanente contacto con la población, sólo diré ¿Qué sería del Ecuador sin su constante y sacrificado trabajo profesional?
En la larga lucha por liberar al Ecuador del narcotráfico y el crimen organizado, es necesario obrar con serenidad, paciencia, tenacidad y justicia.
- El general, en retiro, José Gallardo Román, fue ministro de Defensa durante la Guerra del Cenepa, en 1996 y 1999.
*General de Ejército, exministro de Defensa durante la guerra del Cenepa, en 1995, y posteriormente en el gobierno de Jamil Mahuad, en 1998. Elegido diputado por El Oro. Candidato a la presidencia de la República en 1996.