
Quito, Ecuador
Cultura, economía y moral: no soy el primero en notar que esta época está profundamente dividida en varios frentes. Para algunos, el reggaetón representa una manifestación artística y para otros es casi una amenaza social.
De manera similar, hay quienes consideran admirable que figuras como Katy Perry y otros gasten cientos de miles en viajes espaciales; mientras tanto, algunos nos preguntamos cómo, en el mismo planeta —y no es una metáfora—, aún haya personas muriendo de hambre.
La cancelación de opiniones ha comenzado a ceder terreno. Musk, Zuckerberg y varios gobiernos han redoblado su apuesta por la libertad de expresión, promoviendo y garantizando espacios donde las personas puedan manifestarse libremente. No sé que cuánto tiempo durará este impulso, pero parece soplar un viento de cambio.
Con la opinión viene la responsabilidad sobre lo que decimos. ¿Qué rol asumimos como responsables dentro nuestros círculos profesionales, sociales y familiares?
Quizá hayan oído hablar de Sophie Scholl; yo acabo de conocer su historia. Una chica de 21 años, ejecutada en la guillotina por el régimen nazi alemán por repartir panfletos y comunicaciones denunciando el asesinato de judíos y el totalitarismo del gobierno. Sophie no se limitó a un hashtag o a replicar una historia en redes sociales: repartía panfletos, junto con otros miembros de la Rosa Blanca, en la Universidad de Munich en 1942, enfrentándose a toda la maquinaria del poder y represión del régimen.
«(…) desde la ocupación de Polonia trescientos mil judíos han sido asesinados de forma brutal. Aquí vemos el desprecio más terrible a la dignidad humana, un crimen que no tiene parangón en toda la historia de la humanidad.»
“Sabemos por quién somos creados, y que tenemos una relación de obligación moral con nuestro creador. La conciencia nos da la capacidad de distinguir entre el bien y el mal”.
(Panfletos repartidos por Sophie en 1942)
La reputación de una historia de instagram con la que nos sumamos a un hashtag dura 24 horas. La reputación de una época o período tarda un poco más. A Sophie quizá la hubiesen aconsejado que mejor guarde silencio, que no había forma de combatir al régimen nazi o a la ingeniería social que habían construido por décadas. Ciertamente, dichos consejos no distan de la verdad. Pero hoy, ¿qué recuerdo tiene el nazismo y qué representa Sophie?
No pretendo abrir aquí otros debates delicados – como la desigualdad, aborto, la libertad religiosa o de conciencia- Piense cada uno sobre ellos. Mi invitación al lector es otra: pensar más allá del propio bienestar y atreverse a decir lo que piensa. Es posible que no vea resultados inmediatos -Sophie no vivió para ver su legado- pero solo quien se entrega por completo comprende que la vida encuentra su verdadero sentido más allá del yo..
Urge empezar por no mentir ni callar frente a la injusticia que percibimos. ¿Cómo queremos ser recordados por nuestros hijos y nietos? Frente a la barbarie nazi -que hoy, con la perspectiva que da el tiempo, juzgamos con claridad—es fácil imaginarnos en el papel de Schindler; sin embargo, en esa época, ante el silencio de muchos, los panfletos que Scholl repartía alertaban: “No nos quedemos en la apatía; debemos ser el aguijón en la carne del Estado, la voz que grita en el desierto: “¡Detente!”
Nuestro trabajo, nuestras amistades, nuestras aulas: todos son campos donde podemos ser luz, o cómplices silenciosos del error. No hace falta una dictadura para que el mal avance; basta con que nadie diga nada.
- Víctor Manuel Valle forma parte del colectivo Dignidad y Derecho.
