
A Tadej Pogacar le cuesta expresar la grandeza que supone haber ganado su cuarto Tour de Francia, una gesta que solo cinco ciclistas habían logrado antes que él, y a sus 26 años se niega a proyectarse en el futuro pese a que su talento le tiene reservado un lugar en la historia.
«No es un objetivo tener cinco Tours. No me fijo ningún objetivo claro», asegura el esloveno, que pese a su juventud se ha labrado un palmarés impresionante que le coloca cerca de los más grandes de la historia.
Mientras los cronistas se obstinan en señalarle como el heredero natural del belga Eddy Merckx, algo que el propio ‘caníbal’ reconoce, Pogacar desdeña la historia: «No estoy tentado con batir ningún récord, corro para disfrutar del momento».
El esloveno ha roto todos los registros sobre la bicicleta y parece agotado por la falta de retos, sin que igualar a los mejores de todos los tiempos parezca uno para él.
Mientras unos tratan de discernir un horizonte para su carrera que no parece tener límites, Pogacar modera las expectativas, escapa de la presión que le supone convertirse en el mejor ciclista de todos los tiempos y se transmuta en un humano normal, un joven que solo piensa en disfrutar encima de la bici.
Montmartre
Capaz de dejar escapar etapas míticas como el Mont Ventoux o el Col de la Loze, su motivación se vigoriza con el intento de victoria bajo la lluvia en los Campos Elíseos, aderezados con una triple subida a Montmartre que trató de utilizar como trampolín para ganar, pese a que eso suponía un alto riesgo de caída que podía haber tirado por tierra su cuarto Tour.
Así es Pogacar, un muchacho que actúa sin pensar en las consecuencias, que necesita pasarlo bien para dar el máximo y que no mira la huella que puede estar dejando en los libros de historia.
Antes de la última etapa, el esloveno concedió una entrevista a L’Équipe en la que dejó claro que lo que para otros sería abrir la puerta de la leyenda para él no es una obligación.
«El Tour es la mayor carrera ciclista del mundo. Pero causa demasiado estrés a los corredores. Me gustaría no disputar una temporada para intentar otras carreras, pero sé que será difícil. Me verán en el Tour el año próximo para defender mi título», dijo.
Antes de agregar que la París-Roubaix sí le haría soñar, dejando claro su carácter excepcional, que antepone una forma de correr que casa poco con el esfuerzo continuado y la exigencia sin fin de las carreras de tres semanas.
Retiro
Destinado a marcar una era, Pogacar parece querer hacerlo a su manera, sin el yugo del pasado, pensando solo en gozar de un trabajo que, desde niño, ha sido su pasión y que sublima porque es el más fuerte.
«He llegado a un punto en el que me he probado a mi mismo que puedo tener buenos resultados. Ahora trato de concentrarme en otras cosas, en mi vida, en disfrutar del ciclismo. Y si bato récords históricos será formidable, pero no es mi objetivo», afirma.
Pogacar ni siquiera se mira en el espejo del tiempo y pese a su juventud anuncia que no tiene intención de eternizarse en el pelotón, porque se aferra a la idea de que en la vida hay mucho más que la competición.
«No pienso retirarme pronto, pero tampoco me veo estar muchos años más. Los Juegos de Los Ángeles son uno de mis objetivos, lo que me lleva a dentro de tres años», señala.
Para lo que resta de temporada, sin decirlo, apunta a que se saltará la Vuelta a España y se centrará en el Mundial de Ruanda, donde puede revalidar el título, y en la Lombardía. Nada le obliga a desafiar la historia pudiendo relamerse en el presente. EFE
