Sobre cocos y escaleras: capitalismo en una lección

Imagen generada con Inteligencia Artificial.

Daniel Mayorga

Guayaquil, Ecuador

El ejemplo no es mío, sino de un amigo, pero lo he explicado tanto y tantas veces que ya se siente propio. Va más o menos así:

Para este caso vamos a suponer, y Dios no quiera, que hemos naufragado de un viaje y llegado a una isla. No hallamos ni habitantes ni más sobrevivientes. Estamos solos. Unas horas después el hambre nos invade, y tras recorrer kilómetros de isla no encontramos otra fuente de alimento aparte de palmeras de varios metros de alto en cuyas copas existen abuntantes cocos. Las sacudimos, las golpeamos, pero los frutos no caen, y no hay caso, tocará trepar si queremos nuestro alimento.

Diesciseis horas de trabajo después, nuestras pobres habilidades de trepador nos permiten conseguir 4 cocos. Las ocho horas restantes del día, las dormimos. Y así nos pasamos los días, trabajando 16 horas por 4 cocos. No parece que nos vayan a rescatar, y la lógica nos dice que a este ritmo moriremos pronto, hasta que llega a nosotros una idea… ¡¿Y si construyo una escalera?!

Sería una maravilla, pero no puedo, pues me paso todo el día trepando palmeras para conseguir 4 miserables cocos que me mantienen al día.

Casi puedo afirmar que estoy condenado a la miseria, a no ser que durante unos días, en los que bajo 4 cocos con 16 horas de trabajo, solo me coma 3 y guarde 1. Si mantengo disciplinadamente ese sacrificio, al cabo de unos días tendré 3 o 4 coquitos guardados para poder comer un día sin tener que trepar palmeras y entonces sí, poder dedicarme a buscar los materiales y construir una escalera.

Así lo hacemos, ¡y ocurre un milagro! Equipados con nuestra herramienta, ¡pasamos a conseguir 16 cocos en tan solo 4 horas de trabajo!

Con esto, no solo tenemos más cocos, con los que saciamos nuestra hambre y sed. Conseguimos 8 horas cada día que han sido liberadas de la tediosa tarea de trepar palmeras. En ese tiempo que ahora tenemos disponible, es que podemos construir un refugio o una balsa para escapar de la isla. Variar nuestra dieta, porque ya estamos cansados de comer cocos y empezar a pescar, quizás incluso construir también una red para peces. Podemos sentarnos a admirar la preciosa playa que siempre tuvimos enfrente y que no disfrutamos nunca porque el hambre ocupaba nuestro día entero. Podemos, en definitiva, vivir mejor y perseguir nuevos objetivos.

Esta, y no otra, es la clave de la prosperidad. La causa del progreso no fue otra que la escalera, que solo pudo tener lugar porque durante unos días nos dedicamos a guardar coquitos que nos permitieron dedicarnos a construir nuestra herramienta.

Ese milagro, ese salto cuántico que experimentamos, se llama aumento del nivel de productividadSolo fue posible porque contamos con una herramienta, a lo que llamamos bienes de capital. Y dicha herramienta debe su existencia única y exclusivamente a que guardamos coquitos durante unos días. Ese guardar coquitos se llama ahorroy haberlos invertido es lo que da lugar a los bienes de capital que aumentan nuestro nivel de productividad.

La única diferencia entre un país rico y uno pobre es la cantidad de escaleras con las que cuenta cada uno. Un agricultor en la India cosechará la tierra con ayuda de un burro muerto de hambre, y por ende ganará muy poco. Su homólogo en Alemania, trabaja la tierra con un camión de 250 caballos de fuerza que le permite a él solo producir como mil hombres, y por ende ganar muchísimo dinero.

Ya lo tenemos claro, que necesitamos ahorros para invertir en bienes de capital, ¿cómo lo hacemos? Aquí van algunas ideas.

Primera idea. Compremos las cosas donde son más baratas. Para ello debemos firmar acuerdos comerciales y eliminar los aranceles, de modo que, por ejemplo, un carro nos cueste la mitad si lo importamos, y así nos quede dinero para ahorrar e invertir.

Segunda idea. En lugar de contar con los pocos cocos que guardamos en el Ecuador, traigamos los que tienen guardados las demás sociedades del mundo, a través de la inversión extranjera, y la atracción de banca internacional, que son precisamente bóvedas de cocos casi infinitos.

Tercera idea. A los trabajadores de este país se les ha dicho que el IESS guarda sus cocos, pero todo ese montón de cocos que aportan mes a mes, alguien más se los consume tan pronto llegan, porque así funciona el modelo de reparto del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social. Esos cocos deberían, como en otros países, administrarse por profesionales, en una cuenta individual para estar financiando nuevas escaleras y generando rendimientos para sus propietarios.

Cuarta idea. Prohibamos que los políticos coman más cocos de los que tienen. El gasto público, el déficit fiscal y la deuda creciente no son otra cosa que los políticos comiendo más cocos de los que tienen y que no han producido.

Solo el ahorro, canalizado a través de la inversión, en bienes de capital, queridos amigos, saca a los náufragos y los países de la miseria y los lleva a la prosperidad. Así que cuando escuchen algún animal decir que hay que “incentivar el consumo”, lo que les está diciendo es “vamos a comernos todos los cocos hoy, y esperar que las escaleras nos caigan del cielo”.

Por cierto, este sistema hermoso de progreso y bienestar, basado en aumentos de productividad gracias al ahorro y la inversión en bienes de capital, se llama Capitalismo, y es nuestro boleto hacia la prosperidad.

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