Intervencionismo fiscal

Carlos Cobo Marengo

Guayaquil, Ecuador

Los impuestos nos impiden actuar según nuestras auténticas preferencias, ya que distorsionan el mercado y la correcta asignación de recursos: ningún impuesto es neutro. Ya sea, el incremento del IVA, la tasa minera, la tasa por envíos 4×4, el impuesto a las utilidades no distribuidas, o cualquier otro impuesto o tasa, disminuyen el bienestar general, además de arrebatarnos parte de nuestra renta al reducir la cantidad.

Si los impuestos gravan el capital, nos hace más improductivos y más pobres, ya que dificultan la acumulación de bienes de capital, es decir de maquinaria y herramientas que nos permiten trabajar más eficientemente. Si gravan las utilidades, distorsionan las señales que indican a los empresarios dónde deben invertir y dónde no. Y si gravan el consumo, se socava la soberanía del consumidor para decidir dónde y a quién comprar. Todo esto, desincentiva la inversión y encarece artificialmente el costo de hacer negocios.

Para salir de una recesión y del escaso crecimiento económico, la política fiscal más apropiada consiste en bajar impuestos para permitir a los ciudadanos aumentar su poder de compra, pagar sus deudas y acumular capital, es decir, que puedan ahorrar.

Los impuestos ideales deben ser pocos y bajos para no desincentivar la inversión, no grabar el capital de los ciudadanos para evitar disminuir los salarios reales, permitir la libre movilidad y ser lo menos progresivos posibles.

El expresidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, dijo una vez que no hay nada de progresivo en impuestos que quitan a los ciudadanos y sector productivo el ánimo de ascender escalones en la senda del éxito. Entendía que quienes impulsan el auge de una economía son los individuos, empresarios, hombres de negocios y emprendedores.

Por otra parte, el economista austriaco Ludwig Von Mises decía que cuanto más amplía el poder público el ámbito de su acción, tanto más se hipertrofia el presupuesto.

Mientras más responsabilidades demos y esperemos que lleve a cabo el Estado, más impuestos pagaremos todos y más difícil será salir de este círculo vicioso de escaso crecimiento, poca inversión y falta de empleo.

Si lo que el gobierno realmente quiere es la mejora en la vida de los ecuatorianos debe empezar a ajustarse el cinturón, reducir el excesivo gasto y comenzar con una reducción de impuestos que suponga una seria rebaja y eliminación de tasas impositivas, dedicarse únicamente a sus actividades esenciales y dejar todo lo demás a los ciudadanos y el libre mercado.

Debemos sostener como artículo de fe que la libertad funciona, solo debemos darle la oportunidad.

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