El Montaigne de Jorge Edwards

»El señor tomaba partido, pero no pensaba como hombre de partido. Juzgaba las cosas por sus méritos propios, sin el menor ánimo de favorecer a uno u otro bando. Se proponía ser íntegro, vivir en plenitud, conforme consigo mismo” . Escribe así Jorge Edwards en el inicio de su último libro “La muerte de Montaigne” (Tusquets) que presentó recientemente en Buenos Aires, según ha reseñado el Clarín. El escritor chileno –Premio Cervantes 1999– llegó también invitado por la Fundación Libertad, de Mario Vargas Llosa, para participar de una reunión de la derecha. Habló de populismo, censura y ataques al periodismo. A los 80 años, dice que en estos días volvió a hablar de Cuba, donde fue expulsado por Fidel Castro por sus divergencias. Sucede que la realidad de América Latina, Edwards no la evita tanto en sus charlas como en su literatura. Ahora entre sus proyectos figuran sus memorias y un ensayo político sobre el pasado y el paso de la izquierda a la derecha.

¿Vino a hablar de populismo? Sí, el tema era ese. Yo conté cosas. Me acordé de un gran arquitecto cubano que aceptó volver a su país para una conferencia. Había puesto varias condiciones y se las aceptaron. Pero cuando llegó a la conferencia le preguntan: ¿Qué opina usted sobre la arquitectura de la revolución cubana? El contestó: “Que es muy mala”. Inmediatamente se terminó la conferencia. Pero todo el mundo ha quedado hablando de ella. Nunca una conferencia tan corta, de cuatro palabras, ha tenido tanta repercusión. Esos son efectos de la represión: la libertad humana siempre se manifiesta, sale por algún lado.

Usted escribió sobre un filósofo pacificador, ¿por qué hay tanta pelea extrema en América latina? Creo que en el mundo hispanoamericano hay una tradición de conflicto. Estamos siempre en guerra civil, interna, o en una no declarada. Somos muy peleadores. Ayer justo recordaba que en mi primera noche en Cuba, Fidel Castro me dijo: “Seremos malos para producir, pero para pelear sí que somos buenos”. Para un país es bueno que un gobierno sea bueno para producir y malo para pelear. Nos parece que la prudencia es una virtud de segunda clase. Medio débil, afeminada. Hay una concepción machista en esa creencia. Vivimos en un clima poco reconciliado. Pienso en Francia y Alemania, ahora son aliados y estuvieron en guerra no hace tanto. Nosotros aún tenemos problemas con la Guerra del Pacífico.

¿Se da en todos los ámbitos? En el fútbol pasa lo mismo, no hay perdón. Es un espíritu agresivo que tiene que volcarse en alguna parte en la literatura, en la política. La idea de que Mario Vargas Llosa no pueda hablar en la Feria del Libro es desmesurada.

La realidad, entonces, vuelve a colarse y Edwards pregunta: “¿Por qué será que los gobiernos de América latina de vez en cuando tienen que emprenderla contra la prensa como Chávez o aquí?” A usted, ¿qué le parece? Yo me pregunto por qué los gobiernos en vez de atacar a un diario, porqué no hacen uno bueno. En Chile, por ejemplo, en un momento el gobierno trató de hacer un buen diario, La Epoca , pero no funcionó. Era muy partidista. Previsible. Hay que hacer un diario divertido, libre, abierto, con buena escritura, estoy seguro que funcionaría.

¿Y cómo piensa que se sale de esta lógica de confrontación? No tengo soluciones, pero como soy un lector de Montaigne y escribí una novela sobre su filosofía de pacificación, no creo en la obsesión por la memoria. El tuvo influencia en el Edicto de Nantes (1598), que tolera todas las religiones. En él, el rey ordenó que no se tenga memoria de lo que ocurrió, que se reconcilie la gente y que los franceses aprendan a vivir como hermanos. Parece de hoy.

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