Más danza en Festival Fragmentos de Junio

 

Chevi Muraday, coreógrafo madrileño y director de la compañía de danza contemporánea Losdedae, estuvo (el pasado miércoles) con su obra Veintisiete, en el segundo día del Festival Internacional de Danza Fragmentos de Junio. Lo que ofreció fue una hora de experiencia hipersensorial, pues su obra activa distintos niveles de la mirada del espectador, usando, esencialmente, dos recursos que entran en diálogo.
Primero, hay una indagación del propio movimiento (Muraday es el centro de la interpretación) que pasa por la fluidez, la desarticulación y la rearticulación del cuerpo, durante toda la obra; y el contacto de este, con una otredad, encarnada en su compañera, Paloma Sainz-Aja (bailarina impecable, como él). Y, segundo, el espectáculo vivo se encuentra con un material audiovisual que muestra el registro de un tránsito de diez años en la escena, editados en un video que se proyecta mientras la danza se produce.

En realidad, ubicarlos como una primeridad y una segundidad a estos elementos, es arbitrario, pues valdría tanto ponerlos así o invertirlos. Hay una lógica que indica que primero es la memoria y luego la acción presente; pero, a la vez, solo la certeza del instante devuelve a la memoria… Mientras se sucede el acontecimiento escénico, laten inquietudes como aquella aseveración del filósofo francés Gilles Deleuze, quien decía “el futuro y el pasado son más bien lo que queda de pasión en un cuerpo”, pues todo cobra sentido absoluto, gracias a esas presencias que muestran que el recuerdo puede ser expuesto, pero jamás puede ser repetido. Todo intento de volver y retomar el pasado, es inevitablemente imposible; lo que queda es un cuerpo que recuerda que recicla y que ofrece el renacimiento.

En la pieza, todo es perfectamente dialógico y fallido. La pantalla parece trazar un canal de entrada hacia quién sabe dónde… Ya decía la teórica Beatrice Picon-Vallin que “la imagen abre el espacio teatral a lo infinitamente íntimo como a lo infinitamente grande”; efectivamente, Muraday logra con esta retrospectiva, construir un camino vertiginoso hacia el interior. Pero ¿qué genera el bailarín, con el tránsito? Reescribir. Y hacer que el espectador sea parte de esta reescritura nostálgica, potente y desbocada.

La música que emplea, llena de acordes hechos con guitarras eléctricas y seductores bajos, crea la atmósfera violenta y galopante. El juego de Muraday es así desde el primer acorde. Basta cruzar el umbral de entrada a la sala y desplazarse hasta el asiento, para que el espectador ya esté clavado en el juego de la ficción, pero que es a la vez, el juego de su realidad. Luego de eso, no hay cómo moverse, solo vivir la contemplación, que –implacablemente– no se realiza solo desde la mirada.

(Tomado de una nota de Bertha Díaz sobre el espectáculo «veintisiete» para Diario El Universo.)
Jornadas

A las 19:00 de hoy, la bailarina Nathalie El-Ghoul, de La Fábrica Cuerpo-Espacio (Ecuador), pone en escena la obra El síndrome de Ulises, en el teatro laboratorio del ITAE (av. Quito y Bolivia).

En el mismo lugar, y a las 20:30, habrá una muestra de videodanza de México y Chile. Ingreso libre en ambos actos.

Cortocinesis, de Colombia, se presentará mañana, a las 19:00, en el Teatro Centro de Arte (km 4½ de la vía a Daule). Entrada gratuita.

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