Ajuste en Atenas

Por Vicente Albornoz

En Grecia la producción se contrae y el desempleo crece. La teoría económica diría «que el Estado gaste más», pero el actual Gobierno griego, al igual que su antecesor, está reduciendo muy fuertemente el gasto. Y no lo hacen por locos sino porque esa es la terrible realidad que suele venir después de épocas de dispendio económico.

Pobres griegos. Después de los ajustes del anterior Gobierno de derecha, los socialistas, actualmente en el poder, siguen reduciendo el gasto público mientras que continúan subiendo los impuestos, bajando las jubilaciones y hasta pensando en vender las empresas públicas. Puertos, ferrocarriles, hasta islas enteras podrían llegar a venderse.

Momentos como estos, además de parecerse al infierno económico, tienen la desagradable particularidad de que hay un enorme ajuste por hacer y no es fácil decidir quién carga con cuánto del ajuste. Por eso, las protestas en Atenas son cada vez peores, porque nadie quiere cargar con el peso del ajuste y todos creen que se les está golpeando más que al resto.

El «pecado» que cometieron los griegos no parece a primera vista tan grave como para merecer un castigo tan fuerte. Simplemente, vivieron por cerca de una década más allá de sus posibilidades.

A Grecia, cuando entró al euro (y perdió su dracma), se le abrieron las puertas del crédito. El Gobierno podía, sin ningún problema, emitir bonos y venderlos en los mercados internacionales con una tasa de interés bastante baja.

Los mercados financieros son un poco caprichosos. Durante varios años le prestaron felices a Grecia. Pero de golpe, a comienzos del 2010, se dieron cuenta que le habían prestado demasiado (la sorpresa también se explica porque algunas de las estadísticas económicas claves habían sido alteradas).

El hecho es que el país estaba altamente endeudado, su Gobierno cobraba pocos impuestos y la economía crecía lentamente o se estaba contrayendo (a los países que no crecen les cuesta más pagar sus deudas, pues estas nunca se achican frente al tamaño de sus economías).

Grecia presentaba ya hace más de un año todas las características de un país que estaba al borde de la insolvencia. Cuando los mercados se dieron cuenta de eso, le siguieron prestando dinero, pero a tasas prohibitivas, lo que terminó acercando más el momento de la insolvencia. Ese es el punto en que hoy está Grecia.

Resulta que en economía, todos los «pecados» se terminan pagando algún día. Y vivir una década más allá de las posibilidades es, aunque no lo parezca, gravísimo. Los griegos tienen que reducir su capacidad adquisitiva y pagar la farra de los años pasados. La pesadilla es completa; el Gobierno no puede gastar más porque nadie le presta y los ciudadanos ya no soportan el ajuste. Si tan solo hubieran ahorrado en los años de abundancia o, al menos, si no se hubieran endeudado tanto…

Reproducido de El Comercio, con autorización de su autor.

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