La casa de Sábato se convertirá en museo

 

La Nación / «Papá, ¿estuve bien?» Mario Sabato fue quien ayer, el día en que su padre Ernesto hubiera cumplido 100 años, hizo la pregunta. Lo hizo mirando al cielo casi negro de Santos Lugares, subido a un escenario donde se proyectó una parte de la película sobre el escritor y que es de su autoría, y para festejar el comienzo de las tareas de refacción de la casa del autor de Sobre héroes y tumbas y que será museo en un año.

Todo esto gracias, como se encargó de decir varias veces Mario Sabato, al gobernador bonaerense Daniel Scioli y a Hugo Curto, intendente de Tres de Febrero, donde el laberíntico Santos Lugares está emplazado.

El acto, organizado por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, reunió a unas 40 personas, pero en su transcurso se recibieron muchos mensajes de personalidades de las letras y del arte. Lo abrió el único hijo vivo de Ernesto, Mario, quien dijo: «Mi padre y mi madre vivieron aquí su gran historia de amor. El solía escribir en la parte de adelante de la casa, mientras nosotros jugábamos en la calle con otros chicos y hacíamos ruido. Una vez se enojó, y nos preguntó alzando la voz: «¿Se puede saber por qué carajo gritan?», y dice mi madre que yo le respondí: «Nosotros porque somos chicos, ¿y vos?». Después de eso se trasladó hacia la parte de atrás».

El recuerdo de la anécdota arrancó risas entre los presentes, gente del barrio, jugadores de billar del Club Social de Santos Lugares -ubicado exactamente frente a la futura Casa Museo-, amantes de las bochas y eternos socios, que se asomaban a las ventanas para poder ver a los que asistían al acto: la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú, el diputado Ricardo Gil Lavedra y el escritor Horacio Salas, entre otros.

Mario Sabato repitió las palabras que utilizó en la Feria del Libro cuando habló de la casa de Santos Lugares el día que su padre murió: que el sótano fue vital para esconder a Ernesto cuando integraba la Conadep; que los nietos y bisnietos estuvieron con él hasta último momento, y que con su muerte la casa «mágica» sufrió «el abandono y la melancolía».

No mencionó a Elvira «Elvirita» González Fraga, la mujer que estuvo con Sabato los últimos años y que lo cuidó a él y a su legado.

Durante el acto se proyectaron varios minutos del film Sabato, mi padre, filmado por Mario, pero la sorpresa la dio Flavio, uno de los ex integrantes del grupo Los Fabulosos Cadillacs, que cantó un tema que compuso para Sabato y que varias veces tocó Vicentico. El sonido y la letra de la canción conspiraron contra el músico, que no pudo cosechar muchos aplausos, aun cuando el final de la canción dice: «De Santos Lugares hacia el cosmos».

Horacio Salas contó algunas anécdotas muy humanas de quien consideró su «amigo», como cuando le consiguió trabajo al volver del exilio y le ofreció escribir un libro juntos. Luego, Mario volvió a remover su memoria y extrajo otro lindo recuerdo. Dijo: «Mi padre viajaba en tren. Una vez se quedó dormido y todos los que iban en el vagón hicieron silencio para no despertarlo. Hasta que uno de ellos le dijo: «Maestro, se baja en la próxima». Eso demuestra cómo lo querían».

El acto finalizó con la firma del convenio para refaccionar la casa, que abrirá el año próximo como museo, y con un regusto especial a barrio de antaño cuando por los altoparlantes se convocó a la gente a «compartir un ágape en honor al maestro». Había banderas blancas y guirnaldas.

 

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